Yo confieso

16/10/2016

  
                  Título original: I confess                                  Año de estreno: 1953
                  Duración: 95' aprox.                                        Género: Intriga, drama
                  Productora: Warner Bros. Picture                País: EE.UU.


¿De qué va?:

     Otto Keller es un refugiado alemán que vive en Quebec junto con su esposa. Desesperado por conseguir dinero, mata al abogado para el que trabaja, Villette, pero angustiado por su crimen, decide confesárselo al sacerdote católico Michael Logan. Pese a la gravedad del asunto, este se ve obligado a guardar silencio por el secreto de confesión. Sin embargo, las investigaciones conducen a la policía hasta la parroquia del padre Logan y a una mujer, Ruth.
                                     

¿Qué opino yo? (Sin destripes):

    El cine merece la consideración de séptimo arte por películas como esta, en la que todos los elementos constituyen un engranaje perfecto que deja al espectador pegado al sillón. Esto es cine con mayúsculas, una cinta reflexiva, intrigante y compleja que reduce a buena parte del cine actual, con sus millones y sus efectos especiales, a la altura del betún.

   Hitchcock teje un tapiz de elementos extremos que ponen a prueba los límites del alma humana. Construye un filme más psicológico e introspectivo que policíaco, pero lo hace de forma que el espectador se mantenga siempre alerta. El asunto perturbador sobre el que se sostiene la trama sucede al principio; desde las primeras escenas sabemos quién cometió el crimen, cómo y por qué. No caminamos de la mano de la policía tratando de resolver el asesinato, sino que acompañamos al padre Logan en su difícil posición, observamos su conflicto interior, su fuerza de voluntad, sus dudas y su miedo. Es a él a quien realmente vamos conociendo a lo largo del metraje y continuamente nos preguntamos si el desarrollo de los acontecimientos lo empujará a romper el secreto de confesión al que está obligado. Es un personaje que lucha silenciosamente contra lo que le sucede, pero también, y sobre todo, consigo mismo.

    Creo que no podrían haber elegido a un actor más adecuado para el papel de Michael
Logan que Montgomery Clift. Su personaje no tiene grandes frases ni las necesita para ser lo redondo que es. Todo lo que experimenta lo vive para sí y se nos transmite de forma excelente por parte de Clift a través de los silencios, los gestos, las miradas e, incluso, el tono. En los labios del padre Logan una simple palabra como un “sí” o un “no” significan mucho más por lo que implica el tono con que la pronuncia.

   Pocos actores aguantan unos primeros planos tan significativos como los que protagoniza Clift aquí, planos gracias a los cuales podemos leer sin tapujos en sus ojos las emociones más profundas del personaje. Esto sólo lo he sentido con Audrey Hepburn y Gregory Peck en el final de Vacaciones en Roma y con Charles Boyer en el larguísimo primer plano del final de Tú y yo (1939). 



    El mismo mérito o más tiene Montgomery Clift, ya que no sólo logra desvelar sus sentimientos a través de la mirada, sino que alterna esa transparencia con ocasiones en las que nos resulta tan hermético como a la propia Alma, esposa del asesino. Precisamente eso es lo que hace impredecible qué resolución va a tomar.

    No sólo gira en torno a eso la parte de intriga del filme, sino que también es trascendental el cariz que toma la investigación policial. Las consecuencias para el sacerdote van “in crescendo”, como la intensidad de la trama por su comportamiento ante las mismas y la implicación de una mujer, Ruth. Y en el mismo nivel de sufrimiento que los protagonistas estamos nosotros o por lo menos yo, que me mordía las uñas (figuradamente) esperando lo peor. 


 

    Es cierto que, en parte, la película muestra una vez más la lucha entre el bien y el mal, pero lo peculiar es que es más una batalla interna, la del padre Logan, y que no siempre es fácil discernir qué es lo que está bien. Esa complejidad y esos claroscuros de la personalidad, se sea sacerdote o cualquier otra cosa, dan como resultado una producción redonda e intensa que no nos permite desviar la atención de lo que sucede ni, mucho menos, caer en el tedio.

    A pesar de la importancia de las exigentes normas del sacerdocio católico, el filme no recrea prácticas eclesiásticas que puedan ralentizar la acción, de manera que, sorprendentemente, ni siquiera vemos rezar al padre Logan para buscar auxilio en Dios. Como dije antes, todo su desarrollo como personaje es interno. No obstante, sí se aprecia un claro simbolismo en distintos momentos, pues Michael carga su propia cruz.



   «Yo elegí ser lo que soy y creo en lo que soy».


    Ruth, a quien da vida Anne Baxter, nos permite seguir ahondando en su historia y da pie a otro tipo de crimen condenado por la religión católica. De este modo, todos los matices de la cinta se condensan principalmente en tres puntos: la condena eclesiástica, la social y la individual. Sin embargo, la misma división tripartita se puede establecer en torno a otro punto crucial: el del perdón. 



    Anne Baxter no es la actriz más conocida de su generación, pero obtuvo papeles importantes en grandes películas, como Los diez mandamientos y Eva al desnudo, y supo adaptarse a todos. Tampoco en esta ocasión decepciona interpretando a una mujer que ama a quien no se le permite y que saca fuerzas en la adversidad. También es alguien que lleva su carga a cuestas.

    Hacia el final hay un par de cuestiones previsibles, pero no sucede así con el resto, que provoca sorpresa y consternación, entre otras impresiones que no desvelaré para no dar pistas sobre cómo acaba. Como curiosidad, Hitchcock quería otro desenlace, pero, por fortuna, el estudio no lo permitió. De no haber sido así, nos habríamos perdido dos escenas con una enorme tensión dramática y que, para mí, contribuyen a que la película sea tan magnífica como es.

    Al director le gustan los primeros planos, especialmente de su protagonista y del asesino
confeso, cuya evolución psicológica también es llamativa.

    Toda la tensión de los sucesos que transcurren en tiempo presente se completa con la de las escenas retrospectivas, en las que conocemos cómo Michael y Ruth llegaron a ser lo que son. Esos momentos del pasado no son continuos y no rompen el ritmo de la película, sino que contribuyen debidamente a completar el puzle. La música de Dimitri Tiomkin favorece la atmósfera de suspense y drama.

    No sé por qué este título se considera una obra menor de Hitchcock. Ojalá todas las obras menores fueran como esta. Por mi parte, tengo que recomendarla para todo aquel que aprecie el buen cine.


Puntuación: 4'5 (sobre 5)
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