La papelería Tsubaki

29/10/2025 


La novela que hoy nos ocupa se publicó en su país de origen por primera vez en 2016 y fue nominada al año siguiente al Premio de los Libreros, en el que empleados de librerías japonesas proponen una serie de obras que han disfrutado y consideran adecuadas para que lleguen a más lectores.

En España ha sido traducida por la editorial Navona en 2024. La edición que está a la venta cuenta con 304 páginas y cuesta 24 euros. En 2025, además, se ha traído a nuestro país la continuación de la historia, titulada La república de la felicidad.


¿De qué trata? (sinopsis de la editorial):

Hatoko Amemiya acaba de regresar a Kamakura, el pueblo costero donde creció al cuidado de su abuela, para reanudar el negocio familiar de una papelería. La suya es una estirpe de escribientes, un antiguo oficio que Hatoko está decidida a honrar y hacer pervivir en el tiempo a través de los pequeños encargos que los clientes le encomiendan: cómo despedirse de alguien, saludar a un recién llegado o recordar la dulzura de un primer amor, todo tiene cabida dentro de los márgenes de una carta, las cuales Hatoko se ocupa de confeccionar con delicadeza, escogiendo el sello adecuado, las palabras, la tinta y el gramaje exactos para cada una de ellas.

Ito Ogawa teje a un relato conmovedor sobre los detalles que rellenan el día a día de cualquier comunidad, todo ello retenido de fondo con los paisajes, la gastronomía y las festividades japonesas que acompañan y celebran el paso de las estaciones del año, el relieve de afectos y enseñanzas que heredamos como cartas abiertas de generación en generación.



¿Qué opino yo? (Sin destripes):

Este año ha habido dos libros procedentes de Japón que me han atrapado por completo: Mis días en la librería Morisaki y este. Siempre he concebido la narrativa japonesa como altamente introspectiva, de discurrir lento y mirada intimista. Incluso algunas de sus obras cumbre están recorridas por un fatalismo inevitable o, al menos, cierto pesimismo vital. Si embargo, en los últimos años, las librerías están siendo invadidas por hornadas de libros asiáticos, concretamente de Japón y Corea del Sur, que, aun siendo fieles a ese tono profundo, se sirven de un estilo menos elevado, más próximo al hablante común, para reflexionar con él sobre la superación del dolor, el afrontamiento de problemas trascendentales, la belleza de los pequeños detalles y la importancia de una rutina tranquila.


«Me recordó que deberíamos cuidar lo que conservamos en lugar de perseguir lo que hemos perdido».

Algunas de estas obras se sirven de la fantasía, mientras que otras son de corte realista y, curiosamente, muchas de las que nos llegan del país nipón siguen una línea similar: una división en cinco
 historias
 con protagonistas diferentes que no tienen conexión entre ellos salvo por que todos recurren a ese elemento mágico que los ayuda con sus conflictos.

La papelería Tsubaki se aparta de esta estructura. Reflexiona sobre todo lo que he puesto más arriba y lo hace desde una perspectiva realista, pero se ajusta más a una estructura de novela que de relatos con un hilo común, aunque por sus páginas desfilen distintos personajes que exponen sus problemas y esperan ayuda, en este caso, de nuestra protagonista única.

Es un libro amable, como todos los de este subgénero, cuya finalidad pretende ser curativa, ya que plantean conflictos en los que cualquiera de nosotros que tenga cierto recorrido vital podría reconocerse. Así pues, los personajes sufren, pero aprenden estrategias para que ese sufrimiento no los devore y, de este modo, salir fortalecidos.

En esta ocasión tenemos a Hatoko, una muchacha joven que ha perdido a su abuela, la persona que la crio y le enseño casi todo lo que sabe, pero de quien renegó durante mucho tiempo. La relación entre ambas, bastante conflictiva, se va explorando a lo largo de todo el libro con pinceladas que se van entremezclando con el día a día de Hatoko y sus encuentros con otros personajes.


«Encontrar por arte de magia a una persona tan especial y tener la ocasión de pasar la vida a su lado debe de ser lo más parecido que existe a la dicha».

 
Cuando Hatoko regresa a Japón tras su estancia en el extranjero, su
abuela ya ha fallecido, habiendo perdido ambas la oportunidad de perdonarse o comprenderse. La misma Hatoko renunció a esta posibilidad al negarse a visitarla en el hospital cuando ya estaba muy enferma. El orgullo y la juventud pueden ser malos consejeros y las circunstancias que van transcurriendo en la novela la van llevando a conocer mejor a aquella mujer que sólo mostraba una cara y a comprender que las dos lo hicieron mal, pero que aunque no pueda obtener ya el perdón de su abuela, necesita perdonarse a sí misma. Me ha encantado este planteamiento, ya que a veces no sólo nos duele lo que otros nos han hecho, sino lo que nosotros mismos hemos sido capaces de hacer.

En esta novela, sencillamente, no hay trama concebida a la manera narrativa tradicional, sino que está constituida por momentos, recuerdos y reflexiones. Por ello se siente tan real. Es un relato de la cotidianidad, de mantenerse estable en la rutina y, al mismo tiempo, evolucionar en ella. Hatoko ya vivió una época de aventuras al marcharse de su país y estas páginas tratan de lo contrario, de que la aventura puede estar dentro de nosotros sin sabemos apreciar los detalles que nos rodean, de que aquello que a priori nos parezca más insignificante puede desatar una oleada de sensaciones y emociones si nos fijamos bien en ello. 

Es otra novela que valora la vida tranquila, las pausas para aprender a mirar con atención aquello que ya forma parte de nuestra vida y que no valoramos porque lo damos por seguro.


«No existe mejor momento que el presente».


 
Nuestra protagonista pasa por distintos estados de ánimo, como todos, pero sabe disfrutar del repiqueteo de la lluvia, un té caliente, la apertura de las flores de loto, un pase por los templos, una comida en la playa, una conversación amigable, etcétera. Eso no quiere decir que no tenga preocupaciones o que su vida sea perfecta, es sólo que vive sin que lo malo la prive de lo bueno. Cada cosa tiene su lugar.

En cuanto a los personajes secundarios, aparecen algunos más cercanos a ella y otros que buscan sus servicios como escribiente de cartas, lo que nos permite ahondar en las peculiaridades de la sociedad japonesa, su sentido del honor y su delicadeza con los sentimientos del otro. Hay cosas que aquí no entenderíamos.

Me ha gustado mucho y llamado la atención cómo Hatoko trata de conjugar el mensaje de la carta y la personalidad de quien la quiere enviar con los utensilios y materiales que va a emplear. No vale cualquier tipo de papel, cualquier tipo de pluma, bolígrafo o lápiz, cualquier sello ni cualquier sobre para cualquier persona, ni siquiera el mismo tipo de letra para todas. Me ha resultado muy interesante e instructivo lo que la autora va explicando sobre todos estos elementos

La palabra escrita a mano puede ser un arte que estamos olvidando. Dedicar tiempo, atención y esfuerzo para centrarnos en una sola persona y escribirle una carta es algo que también nos ha robado la tecnología. Una relación profunda requiere una dedicación profunda y este libro
 pone sobre la mesa no sólo la importancia de la escritura a mano, sino el respeto a los demás, incluso cuando lo que se 
desea es terminar una relación, porque esto no le resta valor a una persona.

La novela no se divide en capítulos propiamente dichos, sino en cuatro grandes partes que se identifican con las cuatro estaciones, comenzando con el verano y concluyendo con la primavera. Me ha encantado que sea así e ir observando con los personajes los cambios que se van viviendo en esa zona de Japón, al mismo tiempo que Hatoko va a prendiendo a conocerse y a aceptarse.


 
«—¿Cuál es su estación favorita? —le pregunté a mi vecina mientras seguía observando el mar. 

—Todas, ¡faltaría más! —Ni siquiera tuvo que pensarlo—. En primavera florecen los cerezos; en verano puedes ir a nadar; en otoño la comida sabe mejor; y en invierno las estrellas son más bonitas que nunca y el mundo parece en paz. Soy una caprichosa, así que me niego a conformarme con una cuando puedo tenerlas todas».

Estamos ante un libro plagado de pormenores con enjundia, de los que analizar en detalle, y la lectura que nos pide es pausada para que podamos comprenderlos. Es una novela con alma y, por tanto, no puede leerse de otra manera que no sea con todos nuestros sentidos puestos en ella. 

 

Puntuación: 4 (sobre 5)