Matilda

02/08/2013

     Matilda, escrito por Roald Dahl, se publicó por primera vez en el Reino Unido en 1988. En España, Alfaguara fue la responsable de su primera edición en 1989. En la actualidad, esta misma editorial tiene en el mercado español dos formatos distintos, uno por 10'95 euros y otro por 8'75. El primero consta de 240 páginas y el segundo, de 230.

¿De qué va?:

     Matilda es genial. Sin haber cumplido los cinco años ha leído ya a numerosos autores y atesora unos asombrosos conocimientos. Sus mediocres padres, sin embargo, la consideran una inútil. Y cuando empieza a ir a la escuela y se enfrenta a la terrible señorita Trunchbull, la directora, entonces la niña hace algo maravilloso...


¿Qué opino yo? (Sin destripes):

     Roald Dahl fue el autor del que más libros leí cuando era chica. Todos los que cayeron en mis manos me hicieron pasar ratos absolutamente deliciosos, pero mi preferido durante mucho tiempo, y no sólo de este escritor, sino en general, fue Matilda. Después crecí y seguí descubriendo autores nuevos, pero siempre he recordado las historias de Dahl con mucho cariño.

     A pesar de ello, durante demasiados años me he mantenido alejada de estas maravillosas obras y ahora, tras ver en algunos blogs cómo disfrutan los lectores adultos volviendo a estas novelas, me ha picado el gusanillo y he decidido hacerlo yo también. Para ser sincera, tenía algo de miedo porque no sabía si volvería a sentir lo mismo que en mi niñez o me vería decepcionada.

     Tras releer Matilda puedo decir que ciertamente no he sentido lo mismo, pero no me ha decepcionado en absoluto. No he sentido lo mismo porque al haber recorrido más mundo, tener más experiencias y una edad diferente, la lectura ha sido más completa. Ya no he visto el mundo del libro sólo a través de los ojos de Matilda, sino que he podido comprender a cada personaje en sí mismo (incluso a los malos), analizar su propia situación y tratar de entender por qué actúa de cierta manera. Además, el final, que antes me había parecido feliz, ahora me resulta agridulce. Es difícil explicarlo sin desvelar nada; digamos que para Matilda puede ser bueno, lo que hace que nos sintamos felices por ella, pero al mismo tiempo las últimas frases dejan un regusto amargo. La sensación que tengo ahora es distinta, pero igualmente satisfactoria, y he disfrutado tanto como la primera vez.



«La cigarra pasa seis años bajo tierra como larva y, como mucho, seis días como animal libre a la luz del sol y al aire. Su hijo Wilfred ha pasado seis años como larva en esta escuela y aún estamos esperando que salga de la crisálida».


     Ahora puedo decir sin dudas ni vacilaciones, y con más conocimiento, que Matilda es una obra de arte de la literatura infantil (lo que no debe eximir a los adultos de su lectura). Todos los niños deberían leerlo al menos una vez.

     Aunque Alfaguara recomienda esta novela a partir de doce años, no es necesario esperar a tener esa edad para disfrutar inmensamente con ella. Se puede leer antes, es más, yo casi recomendaría que se hiciera un poco antes de los doce, ya que los niños de ahora, según mi experiencia, son más precoces y suelen cambiar pronto este tipo de libros por la pseudoliteratura de Moccia y similares.

     Es muy difícil que leyendo a Roald Dahl en la niñez no se desarrolle un amor por la lectura. Especialmente Matilda es excelente para comprender lo que un libro puede hacer por nosotros. También me ha gustado comprobar que desde la última vez que tuve esta obra en mis manos he leído casi todos los títulos que se nombran en la historia y que hacen a la protagonista disfrutar tanto. 


     Matilda se presenta como una niña especial, una niña que adora leer y que puede hacer cosas asombrosas. Ver cómo se divierte con esta actividad, cómo es capaz de introducirse de lleno en lo que se le cuenta en las páginas, nos hace querer sentir como ella, descubrir como ella mundos nuevos que nos hagan viajar, soñar, encariñarnos con algún personaje…

     Pero Matilda es tan interesante sobre todo gracias a sus circunstancias. El contexto que la rodea es lo que hace resaltar su peculiaridad. Unos padres adictos a la televisión que no la entienden, una directora que aterrorizaría a cualquiera y un secreto escondido por años la llevan a una hazaña que lo cambiará todo.

     En la escuela conocemos a la señorita Honey, una maestra encantadora, comprensiva y preocupada por la correcta educación de sus alumnos. Es la profesora que a muchos nos hubiera gustado tener. Allí están además los compañeros de clase de la niña. Aunque son secundarios sin mucha importancia, hay alguno que me ha caído especialmente bien, como Nigel, un chico inocentemente respondón. 


     El autor sabe cómo escribir para no aburrir. Recurre a aspectos que todos conocemos bien, que forman parte de la vida cotidiana, pero a ellos suma otros no tan habituales que terminan de completar el encanto que se desprende del texto. Usa el sarcasmo y la ironía y no duda en hablar directamente al lector para hacerse su cómplice e introducirlo de lleno en la historia haciéndola parecer real. Todo esto lo hace con un vocabulario y una sintaxis sencillos, asequibles, pero cuidados.

     Tengo que admitir que además del texto de Roald Dahl me encantan las ilustraciones de Quentin Blake. No tienen trazos cien por cien definidos ni rasgos totalmente realistas, pero son simpatiquísimas. Recuerdo que cuando leí Charlie y la fábrica de chocolate, los dibujos no me gustaron tanto al ser de otro dibujante. Blake contribuye en parte al encanto de lo que estamos leyendo.

     Al margen de lo que me ha parecido, me he llevado una pequeña sorpresa al sumergirme de nuevo en esta novela. Resulta que hace años guardé un pétalo de rosa en uno de mis libros, pero con el paso del tiempo he sido incapaz de recordar en cuál. Ahora lo he encontrado, seco y muy bien conservado, entre las páginas de Matilda. Debí de haber sospechado que estaría en el que fue mi favorito en una época tan importante.

Puntuación: 5 (sobre 5)

Castle (temporada 3)

29/07/2013


                Estreno: 2010                                                  Género: Policiaco
                Cadena: ABC                                                   Episodios: 24
                                        Duración por episodio: 40' aprox.


¿De qué va?:
     
     Richard Castle, escritor de novelas de misterio, continúa colaborando con el departamento de homicidios de la policía de Nueva York mientras toma ideas para sus nuevos libros. Sin embargo, ahora más que nunca, su proximidad con la inspectora Beckett le conduce a un crimen sin resolver que acerca la muerte a su puerta. En medio de otros casos y con el peligro siempre acechando, Castle tiene que decidir si la joven inspectora y la verdad oculta merecen que ponga su vida en peligro.


¿Qué opino yo? (Sin destripes):

     Ya me habían avisado que la tercera temporada de Castle perdía algo de calidad con respecto a las dos primeras, y realmente así me lo ha parecido a mí también. Lo que no esperaba es que algún que otro capítulo me llegara incluso a aburrir, de manera que estaba más pendiente del tiempo que faltaba para que acabara que de la trama en sí.

     No sería justa si dijese que es una temporada mala, porque en algunos episodios aún se mantiene el interés, pero está muy por debajo de lo que solía. El planteamiento de la mayoría de los casos y su resolución me han parecido muy previsibles, y nunca como ahora se ha podido adivinar el culpable con tanta facilidad por parte del espectador.


     Para mantener la intriga se continúa ahondando en la trama que ya se inició en la primera temporada acerca de la madre de la inspectora Beckett, y es fundamentalmente en esos momentos cuando los episodios remontan un poco y se alcanza una cierta tensión, aunque no por ello dejan de tener aspectos esperables. De hecho, el final de temporada pretende dejarnos a todos con la boca abierta, y sólo lo consigue en parte, con la última escena, porque lo anterior, lo referente al responsable en cuestión que el equipo de policías está buscando, creo que se puede adivinar muy bien.

     De la misma manera que en la temporada precedente, los guionistas han incluido justo en medio de ésta un episodio que se desmarca del resto al ser el único (aparte del que cierra la temporada) que deja un final abierto para continuar en el siguiente. Sin embargo, tampoco alcanza, a mi entender, el nivel pretendido. Y me cansan un poco los argumentos que tienen que servirse directa o indirectamente (como aquí) del 11 S para mantener expectante a la audiencia.


     Además el equipo de guionistas ya no sabe qué inventar para mantener separados a los dos protagonistas. Ya está claro que si no están juntos, es porque no quieren, porque la atracción entre ambos es más que evidente. Están estirando tanto este tira y afloja que cansa.

     Castle, por su parte, se muestra más infantil que nunca y sus teorías empiezan a rozar lo estrambótico. Recuerdo un episodio en el que se empeñaba en atribuir la autoría del crimen a seres alienígenas. Espero que las próximas temporadas recuperen al Castle que conocíamos, divertido, con bromas absurdas a veces, pero sin caer en la memez. Pese a todo, sigue siendo alguien indispensable para la correcta resolución de los casos, y en más de una ocasión libra al equipo de policía de incurrir en un error.


     Con todo lo que he dicho parece que no me ha gustado nada, pero eso no es completamente cierto. Tal vez si ésta hubiese sido la primera temporada de la serie, no le habría dado una oportunidad, pero es una temporada de transición. Con todo lo que sucede, los personajes van a cambiar mucho en la cuarta. Aun sin haber visto esta última, está claro que van a estar muy afectados psicológicamente y que las relaciones entre ellos no podrán ser iguales.

     Por eso, estos episodios, con sus errores, eran necesarios. Cada uno de los personajes (especialmente Beckett, Castle y otro que no puedo nombrar) va a mostrar aspectos de sí mismo que desconocíamos y que auguran una cuarta temporada muy interesante.

Puntuación: 2'5 (sobre 5)