Kilmeny la del huerto

09/11/2018


     1910 fue el año en que se publicó por primera vez esta novela autoconclusiva de Lucy Maud Montgomery en su país de origen. Las ediciones en inglés no llegan a 200 páginas, pero en español continúa inédita hoy por hoy.

¿De qué va?:

     Eric Marshall, un joven que acaba de terminar sus estudios, está decidido a continuar el negocio paterno cuando un profesor amigo le pide un favor. Este no es otro que el de trasladarse a la Isla del Príncipe Eduardo para sustituirlo temporalmente en una pequeña escuela. La vida en la zona se le hace rutinaria a Eric hasta que entra en un apartado huerto en el que ve a una hermosa muchacha tocando el violín. Queda entonces fascinado y decide acercarse poco a poco a ella, pero son muchas las sorpresas que guarda Kilmeny. La primera de ellas, que no puede hablar.


¿Qué opino yo? (Sin destripes):

     Kilmeny la del huerto es la manzana de caramelo de las fiestas, la nube del cielo con forma de cachorrillo, la flor bañada en el rocío de la mañana… En definitiva, es la novela más idílica de cuantas he leído de Lucy Maud Montgomery, el romance hecho prosa y la prosa hecha poesía.

     La sencillez es otra nota característica de esta obra. La trama va transcurriendo como corren las aguas mansas de un límpido arroyo, sin grandes sobresaltos. Todo es esperable, los sucesos son claros desde el principio, pero no por ello se deja de disfrutar su lectura. Al contrario, me he recreado en cada frase de la autora, en cada encuentro de los protagonistas, en el nerviosismo de Eric y en la historia que oculta Kilmeny.

     Siempre me ha parecido que, con la sola excepción de Barney Snaith (Valancy Stirling), Maud no confiere en sus libros una atención especial a los coprotagonistas masculinos y que estos son más bien un esbozo que personajes redondos y complejos. Kilmeny la del huerto es una novela especial en este sentido, puesto que a pesar del título, el protagonista es un hombre, Eric. Con él, la autora construye casi a un héroe de novela caballeresca, un joven sin aristas, con claros talentos, que cae rendido a los pies de una dama de belleza deslumbrante y aura mística. Kilmeny es esa muchacha inocente y angelical, alguien a quien todo el mundo querría proteger, pero quien, sin embargo, guarda un doloroso recuerdo de algo que proporciona más emoción al libro, un error ajeno de origen más psicológico que moral que le impide hablar y que constituye por sí mismo, con sus consecuencias y desenlace, una historia que podría encajar en una novela de realismo mágico.

     Ni Eric tiene llamativos matices ni Kilmeny deja de ser un personaje estereotipado, pero la atmósfera que los envuelve, los sentimientos tan puros, el poder de la bondad frente a la maldad, nos sumergen de lleno en un maravilloso cuento de corte clásico.

     Los espacios de esta novela son pocos y reducidos. Destaca el huerto en el que Eric encuentra a Kilmeny por primera vez, un lugar que presencia numerosas conversaciones y confidencias, algunas de las cuales son hechas en el silencio más elocuente. Los otros dos escenarios principales son la casa de Kilmeny y la casa en la que se hospeda Eric.

     Las descripciones de ambientes y paisajes son más escasas y breves que en otros libros de Maud, pero se respira la misma serenidad a la que nos tiene acostumbrados si hemos leído más textos suyos, y es que una de las grandes habilidades de esta escritora es expresar muchísimo con muy poco




«Tan pronto como lo vio, levantó el violín y comenzó a tocar una melodía airosa y delicada que hacía pensar en la risa de las margaritas».


     En todas las novelas de esta autora, cuya prosa me enamora, existe algún lugar que, de ser real, lograría que cualquier alma sensible se sintiese en comunión con el mundo y consigo misma. En un mundo en el que muchas ciudades aspiran a convertirse en junglas de hormigón y cemento, los pueblos le han comido terreno al campo y a la sierra para ser miniciudades y la tecnología se ha convertido en el centro de nuestras vidas, trasladarse, aunque sea mentalmente, a la naturaleza de la que procedemos y gracias a la cual vivimos supone un respiro aliviador. En esta novela es el pequeño huerto de Kilmeny el que cumple esa función con los personajes y con nosotros mismos. Si a ello le sumamos la melodía del violín de la muchacha, podemos entender la fascinación que Eric siente al poner un pie allí y verla por primera vez, además de la magia de ese primer encuentro y el amor a primera vista. Tal vez si se hubiese encontrado a Kilmeny cruzando la calle hoy en día mientras ella estuviera enfrascada en un conversación de Whatsapp en el móvil y los automóviles pitando, ni se habrían mirado, pero ese es nuestro mundo, no el de Maud.

     En otro orden de cosas, si hemos seguido la trayectoria literaria de Maud, veremos que la autora es irregular en la construcción de personajes secundarios. Algunos permanecen en nuestra memoria ocupando el digno lugar que les corresponde junto a los protagonistas, como es el caso de Matthew y Marilla de Anne la de Tejas verdes. Sin embargo, en otras ocasiones crea meras comparsas que bailan al son de quienes verdaderamente llevan la historia y que pasan sin pena ni gloria. Lamentablemente, este es uno de los puntos débiles de esta novela, pero como estamos ante un libro corto en el que la pasión y la ternura lo envuelven todo, no pesa demasiado. 


     Como conclusión, es una obra que muchos podrían calificar de cursi o ñoña, adjetivos demasiado pobres para lo que Maud merece, pero que están de moda en una sociedad que considera el amor un sentimiento aburrido, perjudicial e inconveniente para la realización del individuo. No es un libro para todo el mundo, sólo para aquellos que aún se mantienen al margen de la crispación generalizada y del denuesto de las convenciones tradicionales. Como veis, corren malos tiempos para una obra de este tipo.


Puntuación: 4 (sobre 5)

La señorita Mackenzie

14/07/2018

     Anthony Trollope escribió esta novela cuando corría el año de 1864. Un año después se publicó por primera vez. En España, por ahora, Trollope no es un autor tan traducido ni leído como otros y debemos agradecer a dÉpoca editorial que en 2014 nos diera su excelente edición por 24,90€, aunque en estos momentos es difícil de encontrar. No obstante, estoy convencida, y así lo deseo, de que en cuanto sea posible, habrá reedición.


¿De qué va? (Sinopsis de la editorial):

      Encontramos a nuestra heroína en plena Inglaterra victoriana. Margaret Mackenzie, una «solterona» de mediana edad que ha dedicado toda su vida al cuidado de los demás, recibe una inesperada y considerable herencia tras la muerte de su hermano y, por primera vez en su monótona existencia, se siente libre para buscar cierto grado de felicidad. Margaret decide mudarse entonces de su sombría casa de Londres a un alegre apartamento en la próspera y refinada comunidad de Littlebath donde, tal vez con un ojo puesto en su fortuna, los pretendientes se le van presentando uno tras otro...


¿Qué opino yo? (Sin destripes):

     Mi estreno con Trollope no ha sido con uno de sus títulos más reconocidos, pero La señorita Mackenzie me ha aportado ratos deliciosos. Pese a que el autor desarrolla una trama muy simple, carente de variedad temática y de artificiosidad, ha logrado con esta sencillez que me resulte ágil y amena. Mi curiosidad se ha conservado intacta hasta el final, puesto que ante la protagonista se abren diversos caminos y, aunque podamos pretender adivinar cuál seguirá, la solución no la tenemos hasta el último instante. Así, Trollope, magistralmente, me ha mantenido atrapada.

     No obstante, la linealidad temática con su inexistencia de tramas secundarias puede no ser del gusto de todo el mundo. En esta novela todo gira en torno a los dilemas y conflictos que la obtención de la herencia trae para Margaret. Los asuntos monetarios son los protagonistas y, si bien se entrecruzan con alguna trama amorosa, esta está tratada con mucha tibieza. No hay que esperar el desarrollo de grandes pasiones. Tengamos en cuenta que estos personajes son ya adultos con mucho recorrido y que pertenecen a una sociedad inquisitorial que no ve con buenos ojos lo que podría considerar inapropiado según la edad y la posición. Además, las cuestiones financieras son una aspecto trascendental en la vida de quienes conforman esta historia, por lo que muchas decisiones están marcadas por ello. Claro que esto no impide que nuestros personajes tengan sentimientos, y estos oscilan entre la codicia, la compasión, la admiración, la amistad y el amor.


     «Algunos hombres que no consiguen engañar a nadie terminan a veces por tener éxito en engañarse a sí mismos».


     En lo que respecta a la protagonista, Margaret captó toda mi atención en el momento en que Trollope afirma que no es especialmente guapa, brillante ni graciosa. Toda protagonista debe tener algo que atrape al lector y haga que este desee acompañarla en su periplo vital, así que me quedé pegada al libro para tratar de averiguar cuáles eran esas cualidades y, efectivamente, están ahí. Margaret es una mujer que se hace a sí misma, que oscila entre  un cierto conformismo que nunca la deja satisfecha y la esperanza de alcanzar algo más, muy valiente en algunas de sus decisiones a pesar de una existencia anodina que desea romper. A veces, un rasgo concreto de su personalidad conseguía ponerme nerviosa, pero luego lograba sorprenderme del modo contrario. Creo que es una protagonista que hace reaccionar al lector; podemos disgustarnos con ella o aplaudir algunas de sus reacciones. Sea como sea, es inevitable querer que le salgan las cosas bien.

     Otro aspecto llamativo es el que tiene que ver con los pretendientes. Aquí no puedo decir mucho más, pero no esperéis un Fitzwilliam Darcy o un John Thornton. Con todo, conforme avanza la historia van suscitando mayor interés, pues se descubren las cartas que juega cada uno y, finalmente, sorprende saber cómo evolucionan, en especial dos de ellos.


     Los secundarios son pocos y su función es simplemente influir en la vida de Margaret de un modo u otro. Por sí mismos no tienen el mayor interés, pero son necesarios para la evolución de nuestra protagonista.

     Trollope escribe con muchísima sencillez; va al grano, pero sin perder el buen sentido estético de la mayor parte de los autores clásicos. En ese aspecto me ha parecido una obra muy asequible para quien quiera iniciarse en la lectura de la novela inglesa decimonónica, si bien se debe tener en consideración lo que ya dije antes: la trama principal es la unica y la protagonista lo es en exclusiva. Es destacable, asimismo, encontrar a veces que el propio autor deja caer una opinión personal, pero tal es su gracejo al hacerlo que esta práctica no molesta en absoluto; más bien al contrario.

     Además de lo ya comentado, es un libro que se adapta muy bien a cualquier época del año. Parece que el invierno es el período que más invita a leer clásicos, mientras que el verano hace lo propio con la literatura "de piscina", pero os garantizo que La señorita Mackenzie es también una buena compañera estival. 


Puntuación: 3 (sobre 5)

Cambios debidos al RGPD

19/05/2018
 
    Muchos de vosotros ya os habéis enterado de los cambios a los que nos obliga el nuevo Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea, pero considero oportuno dar algunas explicaciones acerca de las modificaciones que he tenido que realizar en mi blog a tenor de la dichosa normativa.

    Cualquier contenido que se almacene en una web o en un blog sobre los visitantes que accedan podrá conllevar una sanción por considerarse una infracción, ya que a partir de ahora hay que informar de ello a los usuarios y solicitar su aprobación para recabar datos.

    Los blogs pequeños también se ven afectados, puesto que aunque no queramos ni necesitemos para nada ningún dato de las personas que nos visitan, las suscripciones, las encuestas, las listas de seguidores y los comentarios son una forma de almacenamiento. 

    Por ese motivo, todo ello ha desaparecido de mi blog. A partir de ahora no existe la posibilidad de ponerse en contacto conmigo de ninguna manera a través de esta página. Como es lógico, seguiré interactuando en Twitter, donde podréis decirme lo que queráis. Espero que todo esto sea suficiente y no me sienta empujada a eliminar el blog.

    El último día para adaptarse al reglamento es el 25 de mayo de 2018. Quienes quieran seguir conservando seguidores y comentarios deben adaptarse a él de otra manera, por lo que os insto a que busquéis información para poder elegir como os resulte más conveniente.

    Como ahora mismo existe un desconocimiento general sobre el asunto, yo he optado por lo que he comentado más arriba. Veremos qué sucede cuando pase el tiempo.


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