Ayer recibí en mi casa una sorpresa enorme y quería compartirla con vosotros. Creo que pocas cosas hay mejores que levantarse por la mañana y encontrarse con que los servicios de mensajería ya han pasado y han dejado nada menos que un libro, y no cualquier libro, sino uno que se llevaba esperando muchísimo tiempo.
Tengo que dar las gracias a Toromítico por el envío de un ejemplar de Emily, la de Luna Nueva, que si no está ya en las librerías, poco le falta.
Si me seguís, sabéis que hace tiempo hice la reseña de esta historia, pero la portada que puse era la de la antigua edición de Emecé. Como la de Toromítico es la que va a salir a la venta ahora y como me he quedado absolutamente enamorada por lo bonita que es, le he hecho una sesión de fotos para que veáis cómo se han esmerado en la editorial. No puedo hablaros de la traducción, porque aún no he podido leer la nueva, pero todo lo que he visto en cuanto a diseño me ha encantado: la portada, las ilustraciones en color del interior, y hasta las que son en blanco y negro.
La portada ya la conocéis. Le hicieron algunos cambios, pero creo que está bastante mejor ahora, porque se apega más al paisaje que se describe en la novela. Personalmente, no me importaría estar en el lugar de Emily en ese momento, leyendo tan tranquila rodeada por ese entorno:
En la contraportada se puede leer mi pequeña aportación:
Junto con el libro, el paquete incluía un par de dípticos iguales. Os pongo las fotos de uno para que lo veáis cerrado (con la imagen de la portada) y abierto:
Todo esto venía acompañado por unas postales también con el dibujo de la portada y que van a ser buenos marcapáginas:
Visto esto, he dejado para el final lo que seguramente más os interese, el interior. Mirad qué preciosidad. No me digáis que no vale la pena:
Hay muchas más ilustraciones, pero ésas ya las tendréis que descubrir vosotros si creéis que os puede interesar. Poco más puedo decir, creo que las fotos hablan por sí mismas. ¿Qué os parece?
Chiyohara Natsuki (Karina) abandona su puesto en un prestigioso restaurante de Tokyo para contraer matrimonio, pero en la mismísima ceremonia de boda, el novio sale huyendo. El fotógrafo contratado para cubrir el evento es Mikuriya Asahi (Yamashita Tomohisa), quien entiende la situación que atraviesa Natsuki, ya que él mismo fue abandonado por su novia, Kasumi (Nagasawa Masami), tres años antes y sigue sin poder olvidarla.
Cuando unos amigos de Asahi que viven en la misma localidad costera que él necesitan un cocinero para el verano, decide contactar con Natsuki para ofrecerle el puesto. La muchacha acepta, y ya en el pueblo comienza a conocer mejor los sentimientos de Asahi por la mujer que lo abandonó y a trabar amistad con el grupo del joven, especialmente con Hanae (Toda Erika), quien lleva enamorada de Asahi diez años.
¿Qué opino yo? (Sin destripes):
Éste es el segundo dorama que traigo al blog, y he estado dudando mucho sobre si reseñarlo o no, ya que aunque la trama principal me ha gustado bastante, hay un par de personajes que no tienen nada que ver con el argumento de la serie ni con los protagonistas y cada vez que salen tienen unas paridas incomprensibles que me han dado vergüenza ajena. Por suerte, sólo se les dedican tres o cuatro minutos por episodio, y si decidimos pasar esos momentos, mejor.
En cuanto a la auténtica trama, me ha tenido enganchada hasta el final. Hay que tener en cuenta que estamos ante un slice of life y no hay grandes intrigas ni cliffhangers. Quizás a algunas personas podría darles sensación de lentitud, porque todo gira en torno a las historias cotidianas de un grupo de amigos, ahondando en los sentimientos y anhelos de cada uno de ellos. Sin embargo, ahí es donde reside su encanto.
La serie nos sitúa en una pequeña localidad costera en plena etapa veraniega, por lo que tendremos muchas escenas de playa, chiringuitos y hasta alguna que otra borrachera, porque si algo no les falta nunca a estos chicos es una cerveza. A pesar del ambiente divertido que se refleja en algunas ocasiones, el tono general que recorre los episodios es serio y, a veces, melancólico.
Nada más empezar observamos que el pueblo parece una burbuja anclada en un momento determinado del tiempo donde sus habitantes repiten las mismas costumbres cada año, se conforman con un trabajo que les impide avanzar y se estancan desde el punto de vista sentimental. Aunque haya algunos que no se sientan realmente a gusto, se conforman con ese inmovilismo.
Así, Asahi lleva tres años esperando el regreso de una mujer que lo abandonó y pasando cada día ante el cartel de cerveza que ella protagonizó antes de marcharse; Hanae ha pasado los diez últimos años enamorada de Asahi, más o menos el mismo tiempo que Hikaru lleva enamorado de ella.
Todos encuentran cierta seguridad en esa rutina y en el grupo de amigos. Es el verano en que conocen a Natsuki (curiosamente el primer kanji que forma su nombre significa “verano”) cuando poco a poco las cosas comienzan a cambiar. Ella es la primera que encuentra el valor para hacerlo y, casi sin proponérselo, propicia que un engranaje antes oxidado se ponga en marcha.
La estrella principal del dorama es Yamashita Tomohisa, más conocido como Yamapi. Que me perdonen sus fans y entiendan que esto es una opinión completamente subjetiva, pero este chico no me parece buen actor. Sólo lo he visto en dos series, pero sea cual sea la emoción que deba mostrar, únicamente le veo dos expresiones: triste y triste sonriente. Su personaje llega a rozar el patetismo a veces, no sólo por su sufrimiento al ser incapaz de olvidar a la que cree el amor de su vida, sino también porque no hace nada para superarlo. Con todo, es inevitable querer que un hombre capaz de amar con tanta intensidad y lealtad sea feliz con alguien que le corresponda.
¿Y cuáles son las opciones? En principio la sombra de Kasumi, la mujer que lo abandonó, siempre está presente y no se sabe si puede volver o no, pero al lado de Asahi también está Hanae, su gran amiga, quien le ha consolado en cada momento de desánimo y nunca se ha rendido, pese a saber que jamás ha sido correspondida. Ella no pierde la esperanza de que su constancia le abra una puerta al corazón del fotógrafo.
Por otra parte está Natsuki, la chica de Tokyo a la que su prometido dejó el día de su boda. Es terca y con modales algo rudos, pero muy noble y con un gran sentido de la amistad. Cuando conoce al grupo, decide apoyar a Hanae, aunque las cosas empiezan a tomar un rumbo inesperado para todos.
El cuarto (o quinto) en discordia es Hikaru, que parece ir un poco a lo suyo y es el primero del grupo (sin contar a Natsuki) que se atreve a luchar contra ese inmovilismo. Su gran amor es Hanae, aunque durante muchos años haya tenido que conformarse con ser su paño de lágrimas sabiendo que no es correspondido.
Hay muchos más personajes y todos tienen su función, pero estos son los protagonistas del drama amoroso.
Al mismo nivel se tratan otros temas como la amistad, los distintos caminos que las personas nos podemos ver forzadas a tomar, el miedo a lo que nos espera, el fracaso, el triunfo, etcétera.
Los dos primeros capítulos son algo flojos, pero luego se va volviendo más interesante. Por una vez he tenido serias dudas sobre con quién debía quedarse el protagonista, aunque creo que al final todo se resuelve como es debido.
Después de pensar mucho qué puntuación le doy, he decidido quitarle medio puntito por esa pareja tan rara que dañaba gravemente mi salud mental cada vez que salía. Os dejo un vídeo con la canción principal por si sentís curiosidad.
Sarah Farley (Gene Tierney) es una rica heredera que, desde muy joven, protagoniza frecuentemente las portadas de la prensa sensacionalista. Uno de los periodistas que publica más artículos sobre su vida es Thomas Jefferson Tyler (Tyrone Power). Éste, para conseguir información de más interés sobre la muchacha, se acerca a ella fingiendo ser otra persona, un reportero comprensivo y respetuoso que sólo desea mostrar al público la cara amable de Sarah. En un primer momento ella cae en el engaño y no sólo le revela muchos datos sobre sí misma, sino que también se siente atraída hacia él. Cuando descubre la verdad, decide vengarse comunicando a todos los medios una noticia que pone la vida de Thomas patas arriba.
¿Qué opino yo? (Sin destripes):
Hay películas de la época dorada de Hollywood que no han podido hacer frente a los grandes clásicos del cine y han ido quedando relegadas al olvido sin merecerlo. Éste es el caso de Ese impulso maravilloso, una obra menor pero repleta del encanto de las comedias románticas de antaño.
Este cinta no deja de ser una muestra más de la guerra de sexos tantas veces vista en la gran pantalla, pero, como muchas de las producciones que giran en torno a dicho tema, resulta un filme muy ameno que hace pasar al espectador un rato divertido y agradable.
Son varias las virtudes que encierra. Para empezar, sus protagonistas. Tyrone Power y Gene Tierney forman una de las parejas cinematográficas más guapas de la historia. Cuando ambos salen juntos, llenan la pantalla y la química que desprenden es evidente. No en vano se dice que hubo una época en la que Tyrone estuvo enamorado de Gene y que quizás saltaron chispas, pero estos son cotilleos y deben ser contados en otro lugar.
En lo que respecta al nivel interpretativo, ambos están correctos. Sus personajes no tienen una profundidad psicológica que exija a los actores un gran esfuerzo, pero los dos parecen sentirse cómodos dando vida a Sarah y Tom.
Pese a que ninguno tiene un trasfondo complejo, ambos desprenden cierto carisma. Por eso, y dado que los dos cometen errores, son orgullosos y provocan continuos enredos, es imposible, o al menos lo ha sido para mí, inclinar la balanza a favor de uno de ellos. He tenido que repartir mis simpatías y enfados por igual.
Otro de los puntos positivos de la cinta es su duración. Con apenas 82 minutos y un metraje bien estructurado, tiene tiempo para conseguir captar nuestro interés, sacarnos algunas sonrisas y engancharnos hasta el final. El resultado es que, pasados los diez o quince primeros minutos, tenemos una producción muy dinámica en la que suceden sin descanso escenas que aportan algo a la trama. No hay ninguna vacía o de puro relleno que pueda dar paso al aburrimiento.
El guion, construido con sentido del humor y un poco de picardía, incluye incluso alguna sutilísima frase con connotaciones sexuales, además de alguna escena que indica lo que puede ocurrir en ese sentido, como cuando Tyrone aparece tumbado en la cama leyendo un libro sobre el tema.
Como telón de fondo hay aspectos secundarios que, a pesar de estar enfocados desde un punto de vista humorístico, no dejan de ser una crítica a diversos aspectos de la sociedad. Me refiero, por ejemplo, a la influencia que tiene el dinero en las personas, al mal funcionamiento en ocasiones del sistema judicial y al daño que puede causar la prensa amarilla.
Esta cinta no es la primera que se rueda con un argumento idéntico. Existe una versión de 1937 de la que Ese impulso maravilloso puede considerarse un remake. Aquella otra película lleva por título Amor y periodismo y, curiosamente, está protagonizada también por Tyrone Power, aunque su compañera en esa ocasión fue Loretta Young.
Es curioso que pese a que las técnicas cinematográficas han evolucionado tanto, lo guiones de las comedias románticas actuales han sufrido una pérdida de calidad importante. Ese impulso maravilloso no es ninguna obra maestra dentro del género, pero su calidad y su ingenio superan al de cualquier película de este corte que se haga hoy en día.
El éxito cosechado por la historia de las hermanas March empujó a Louisa May Alcott a seguir escribiendo sobre ellas, por lo que a Mujercitas y a Aquellas mujercitas les siguieron Hombrecitos (1871) y Los muchachos de Jo (1886). Hoy por hoy, ninguna de estas dos obras está publicada en España. Se han rodado tres películas basadas en este libro, concretamente en 1934, 1940 y 1998. También existe una serie de dibujos animados.
¿Qué opino yo? (Con destripes de Mujercitas y Aquellas mujercitas):
Independientemente de la opinión que pueda tener sobre esta novela, siempre me ha sorprendido que en España ninguna editorial conocida haya publicado nunca de forma íntegra las dos obras que cierran la historia de la familia March: Hombrecitos y Los muchachos de Jo.
En realidad, estos dos libros no son una continuación propiamente dicha de Aquellas Mujercitas, ya que se centran fundamentalmente en la siguiente generación, pero son la clave para conocer qué les deparó la vida a estas hermanas tan queridas por muchísimos lectores.
Yo tuve la suerte de encontrar hace años en una librería de ocasión una traducción completa de Hombrecitos hecha por una editorial completamente desconocida. Sin embargo, no he podido conseguir la cuarta novela de la serie. No pierdo la esperanza de que tarde o temprano alguien se decida a traernos por fin la conclusión de esta historia.
Para ser sincera, me ha parecido que Hombrecitoscarece de la frescura y el encanto que a muchos nos enamoró de sus predecesoras, pero tiene virtudes que no deben ser pasadas por alto.
El desenlace de Aquellas mujercitas ha causado mucha controversia desde que se publicó por primera vez. Louisa May Alcott llegó a recibir muchas cartas de admiradores que se quejaban por la decisión de separar a Jo y Laurie. Como hay opiniones de todos los estilos, existen también lectores satisfechos con la elección de Jo. Yo no estaba en este último grupo.
«La bondad sencilla y auténtica es el mejor capital sobre el que asentar el negocio de esta vida. Perdura cuando fallan el dinero y la fama y es la única riqueza que podemos llevarnos al partir de este mundo».
Una de las mayores decepciones literarias que he tenido en mi vida ha sido precisamente el final de Jo en Aquellas mujercitas, no sólo porque rechazara a un hombre que parecía su alma gemela, sino también por su cambio de personalidad y por casarse con Fritz Bhaer. La Jo fuerte, luchadora e independiente se convirtió en una mujer sumisa que se dedicaba a zurcirle los calcetines a un profesor que se permitía coartar su creatividad casi imponiéndole sobre qué tenía que escribir y sobre qué no. A mí eso me enfadó muchísimo.
Pues bien, Hombrecitossirve para que le demos una oportunidad a este matrimonio y para convencer a quien no lo estaba ya (como yo) de que la elección de Jo fue la correcta. Tanto ella como su marido aparecen constantemente en el libro, desde el principio hasta el final, cuidando, enseñando y guiando a todos los niños que tienen en su escuela, una escuela que es, sobre todo, un hogar.
Jo ya no escribe, y esto es lo que más pena me ha dado, pero observamos rasgos de su personalidad que recuerdan mucho a la decidida Jo de Mujercitas.
Ella misma explica que sus sueños han cambiado, ya que antes se centraban en ella y ahora, en los demás. Conforme vamos leyendo nos damos cuenta de que ese nuevo sueño de ayudar a niños que lo necesitan creando para ellos un hogar donde aprender jamás hubiera sido posible al lado de Laurie.
En cambio, su marido parece alguien distinto, en parte, a como Alcott nos lo había presentado antes. Ahora tiene en cuenta todas las opiniones de su mujer y las respeta. Es un hombre completamente enamorado para quien no existe nadie mejor que Jo, además de un profesor comprensivo que trata de educar con firmeza pero sin imposiciones.
Son felices juntos y su labor es verdaderamente gratificante y loable. Laurie, quien aparece dos o tres veces a lo largo del libro, sigue siendo divertido y parece complacido con su vida, además de que continúa siendo el mejor amigo de Jo. La química entre ambos sigue ahí: con una mirada cada uno ya sabe lo que piensa el otro. De este modo, tengo el corazón dividido: si sólo hubiese leído Mujercitas y Aquellas mujercitas, seguiría pensando que Jo y Laurie estaban hechos para estar juntos, pero tras leer Hombrecitos, tengo que admitir que Fritz es el hombre adecuado para ella.
Meg y Amy no aparecen, salvo en una o dos ocasiones, pues los auténticos protagonistas son Jo, su marido, los hijos de las tres hermanas (Demi, Daisy, Teddy y Bess) y el resto de chicos acogidos por los Bhaer.
En mi opinión, el mayor problema de esta obra es que no tiene un argumento sólido que transcurra de manera progresiva y se estructure en introducción, núcleo y desenlace. Cada capítulo es independiente de los demás, y en cada uno de ellos se cuenta alguna anécdota cotidiana, alguna travesura o algún juego relacionados con los niños. Por eso, para que no llegue a aburrir, ha de leerse poco a poco, quizás intercalando incluso alguna otra lectura.
Por lo demás, el estilo de la autora sigue siendo el mismo que en Mujercitas y casi cada capítulo encierra una moraleja. El didactismo y la educación en determinados valores continúan presentes. Algunas ocurrencias de los pequeños son muy divertidas y otras, no tanto.
Ninguno de los niños tiene el carisma suficiente para ser tan admirado y recordado como Jo, pero cuando se juntan y hacen de las suyas, conforman escenas dignas de tener en cuenta.
En resumen, a pesar de que no llegue a la calidad de sus predecesoras, esta novela es imprescindible para saber qué fue de las hermanas March. Aunque no gire en torno a ellas, hay sucesos importantes que les afectan, especialmente uno que ocurre casi al final.
Al cumplir catorce años, la princesa María Antonieta de Austria (Norma Shearer) es elegida para contraer matrimonio con el Delfín de Francia, el futuro Luis XVI (Robert Morley). Emocionada por el halagüeño futuro que le espera, la joven parte hacia la Corte francesa. Una vez allí, comprende que no todo es como había imaginado y en torno a ella comienzan a aparecer importantes detractores y grandes aliados.
¿Qué opino yo? (Sin destripes):
Esta película me había pasado desapercibida hasta ahora, pero tras haberme decidido a darle una oportunidad, debo decir que me he quedado impresionada. De María Antonieta sólo había visto aquella otra producción que dirigió Sofía Coppola hace unos años, y, en honor a la verdad, admito que no recuerdo prácticamente nada de ella, salvo que me pareció que no tenía ni pies ni cabeza y que me aburrió soberanamente.
Basándome en esa percepción y en la sensación que me ha dejado la de 1938, creo que esta es muy superior a la versión más moderna.
Que en los años 30, sin la capacidad tecnológica y los efectos que tenemos ahora, consiguiera rodarse una cinta tan ampulosa, fastuosa y grandiosa en muchos sentidos le confiere aún más valor.
Todo es esplendoroso y colosal en ella, y eso se ve a la perfección en los escenarios y el vestuario. Algunas escenas pudieron filmarse en los jardines del mismísimo Versalles, pero como fue imposible que el equipo grabase en el interior del palacio, tuvieron que reconstruir en un estudio algunos espacios cuyas dimensiones duplicaban las de los originales.
Mientras estaba viendo la película, algunos de los vestidos y adornos que portaban los actores, especialmente la actriz que interpreta a María Antonieta, me parecieron excesivamente recargados y aparatosos, pero tras informarme un poco, he visto que el diseñador de vestuario femenino, Gilbert Adrian, estuvo mirando con lupa hasta el más mínimo detalle de los atuendos que llevaba la reina en todos los retratos que existen de ella.
Sabiendo esto y observando la belleza visual de todo el conjunto, no puedo dejar de lamentar que este film no haya sido rodado en color. Al parecer, en un primer momento sí que se había elegido realizarlo en technicolor, pero el elevado presupuesto hizo que finalmente se optase por el blanco y negro.
«Todos, aun los más altos, tienen un sueño
de amor dentro, y a no ser que lo realicen, tienen que llenar ese vacío con ruido,
fama, excitación, placer».
Aun así, es un auténtico espectáculo, y está claro que el estudio tiró la casa por la ventana. Estoy segura de que cualquiera que lo vea, convendrá conmigo en lo maravillosa que es la fotografía y lo bien usada que está la luz. Hay dos escenas que quedan especialmente grabadas en la retina: la de la entrada de María Antonieta en la capilla de la mano del futuro Luis XVI y la de la despedida de la reina y el conde Fersen en el jardín, cuando tras unas últimas palabras, él se marcha y ella se queda atrás, mirándolo, más sola que nunca. Me ha parecido una composición tan perfecta que hasta le he hecho un gif, aunque esto hay que verlo con su bellísima banda sonora y en el contexto en que aparece en la película.
La historia toma como punto de partida la biografía que hizoStefan Zweig. Trata de seguir los pasos que pudo haber dado María Antonieta en la Corte desde que se convirtió en Delfina de Francia. A pesar de las libertades que se permiten, refleja muchos sucesos que ocurrieron en la realidad antes del desenlace por todos conocidos, como las conspiraciones que se urdieron en su contra, el asunto (del que ella era totalmente inocente) del carísimo collar y las acusaciones de incesto que su hijo de ocho años hizo, obligado, en su contra. También aparece el lado frívolo que siempre se ha creído que tenía.
Para mí, se ha tratado de ser imparcial (aunque puliendo bastante los aspectos negativos de la protagonista), y para ello se ha mostrado que todos podemos ser víctimas y verdugos. Así, el lujo de la realeza contrasta con la dura vida de un pueblo que muere de hambre, pero al mismo tiempo se nos enseña que el odio puede terminar enloqueciendo a ese mismo pueblo y borrarle cualquier huella de humanidad.
Norma Shearer es una actriz demasiado exagerada en sus gestos. Es algo que he observado a menudo en actores cuyos inicios profesionales se dieron en el cine mudo. Algunos no supieron adaptarse bien a las nuevas técnicas y las exigencias interpretativas del cine sonoro; digamos que Norma está a mitad de camino. El resultado final no es malo, aunque sus escenas más acertadas son las de amor y aquellas en las que debe mostrar sufrimiento.
Cuando la cinta se rodó, la actriz tenía treinta y cinco años y tenía que dar vida a una María Antonieta de catorce que iría envejeciendo hasta los treinta y siete. Para ello tuvieron que usar mucho maquillaje, aunque en los cruciales momentos finales Norma se negó a ir maquillada.
Tyrone Power sale poco para lo que dura la película, pero hace un conde Fersen perfecto. Sus escenas son principalmente románticas, de esas que llevan sobredosis de azúcar, pero como el hombre parece que lo vive de verdad y encima es Tyrone, hasta me gustan y todo.
Robert Morley se pone en la piel de un Luis XVI bobalicón y muy simple. Su actuación no da mucho de sí, aunque tampoco importa demasiado, pues las estrellas son Norma y Tyrone, el galán de la Fox que fue “prestado” a la Metro Goldwyn Mayer para esta ocasión.
El film es magnífico, pero extenso y opulento. No lo recomiendo para cualquier persona, sólo para las que aman el cine clásico y, en especial, las superproducciones del Hollywood dorado.