El sabor de tus heridas

28/02/2016

     El sabor de tus heridas pone punto final a la trilogía de Dreaming Spires, cuyos dos primeros títulos son Tu nombre después de la lluvia y Contra la fuerza del viento. Esta tercera novela ha sido publicada por la editorial Lumen en 2016 y consta de 416 páginas. Está a la venta por 19'90 euros.

¿De qué va?: 

     Cuando llega la Navidad de 1909, los integrantes de la revista Dreaming Spires se han dispersado. Cae la nieve en los tejados de Oxford, pero los ánimos distan mucho de ser alegres, y los problemas no han hecho más que empezar. Chloë, la hija de Oliver, es secuestrada en Nochebuena, y la señorita Stirling acude a Lionel, huyendo de unos hombres que intentan asesinarla: ha llegado el momento de ponerse en marcha.

    Nuestros héroes emprenden una aventura que primero los llevará al París de principios de siglo y luego hasta la ciudad balneario de Karlovy Vary en Bohemia. Pero hay más: el viaje los obligará también a cruzar las fronteras del tiempo. Entre 1909 y 1524, ente amenazas del presente y espíritus del pasado, Alexander, Lionel y Oliver tendrán que enfrentarse a la resolución de un último misterio. En ello se juegan mucho más que el prestigio de su revista: es su vida la que cuelga de un hilo, y falta poco para que se rompa... (Sinopsis de la editorial).


¿Qué opino yo? (Con destripes de los dos libros anteriores):
      
     La trilogía de Dreaming Spires ha alcanzado su final con una novela cuyo ritmo es más rápido que el de las anteriores. Si en las otras dos partes Victoria Álvarez había dedicado tiempo a contemplaciones y reflexiones para que conociéramos a los personajes y sus vidas, ahora el conflicto se introduce rápidamente y eso lleva a que la aventura, los vaivenes y el peligro estén presentes desde el principio.

    Por tanto, nada más comenzar y hasta el desenlace las tramas y subtramas son ágiles y no se produce estancamiento en ningún momento. Además, la acción presente que viven los protagonistas se alterna a veces con la narración de hechos pasados que contribuyen a esclarecer los interrogantes que rodean al príncipe Konstantin Dragomirásky. Gracias a aquellos acontecimientos que sucedieron en otra época, el libro gana en intensidad, ya que no sólo los enigmas se hacen más interesantes, sino que hay otra historia revestida de un tono melancólico, una historia que trae un romance de antaño, cargado de melancolía y tragedia.

    Las vivencias de Adorján y Libuse se han convertido en una de las partes que más me gustan de toda la saga en su conjunto. Sé que Lionel y la señorita Stirling son los favoritos de la gran mayoría, pero yo me quedo con el amor de Oliver y Ailish y el de Adorján y Libuse, más calmados y tiernos, a pesar de los contratiempos imprevistos que los vapulean contra su voluntad. 


     «Hay muchas clases de maldad en el mundo, pero la peor es la que decide llevar una sonrisa por bandera, porque sólo los más inteligentes se dan cuenta de lo que se esconde tras ella».


    Adorján, László y Konstantin son villanos complejos. Hay un motivo para su razón de ser, pero los claroscuros en su personalidad son flagrantes. No se trata simplemente de malvados seres a los que odiar, sino que hay algo de fondo que necesitamos comprender. De hecho, Adorján se ha convertido en uno de mis personajes preferidos de la trilogía.


    A lo largo de los tres libros hemos visto evolucionar de manera creíble a los personajes principales. Si en Tu nombre después de la lluvia respondían más a arquetipos conocidos, en El sabor de tus heridas han alcanzado la madurez. Ahora son seres completos cuyas experiencias los han transformado, confiriéndoles distintos matices.

    Para mí, quienes más han ganado han sido Lionel y Oliver, mientras que Alexander continúa algo estancado, pero también esto es lógico según todo lo que se nos ha ido contando. De este modo, la transformación o no transformación de cada uno resulta completamente creíble.

    Otro aspecto positivo es el de la ambientación. Ubicar los acontecimientos en un lugar tan desconocido pero lleno de encanto como Karlovy Vary ha sido un acierto pleno por parte de la autora. Victoria lo dota de leyenda y logra que rezume misterio gracias a las experiencias sobrenaturales que ocurren allí, aunque no sólo lo paranormal cobra importancia, sino también emociones y sensaciones de corte realista. La fuerza de los sentimientos adquiere más relevancia que nunca.


    La escritora conecta todas las tramas que había abiertas casi sin dejar ningún cabo suelto, y aquí es donde viene el punto flaco, ya que hay algunas cuestiones que no quedan del todo aclaradas. De estas únicamente puedo hablar de una, porque corresponde al libro anterior y ya he avisado que habría destripes de los otros dos libros: no me queda nada claro por qué no muere László cuando nace Ailish. ¿Es porque la reencarnación no estaba completa? ¿Es porque sólo sucede cuando se tiene hijos del mismo sexo? 

    Además de esos aspectos que no están bien rematados, hay otros dos que se ven venir de lejos. Uno tiene que ver con el destino de Theodora y el otro con el cambio que experimenta otro personaje, un cambio que últimamente se repite tanto que empieza a ser muy previsible.

    Pese a estos peros, la novela deja un buen sabor de boca. Con una prosa sencilla, unos personajes que van adquiriendo cada vez más carisma y unas tramas paranormales que causan auténtico pasmo es imposible no engancharse. Esto, por cierto, es aplicable a toda la saga. Si alguien no conoce todavía a Victoria Álvarez, le aseguro que la mejor decisión que puede tomar es correr a buscar sus libros.


Puntuación: 3'5 (sobre 5)

Haven (temporada 5)

21/02/2016


  Estreno: 2015
  Género: Ciencia ficción

  Cadena: Syfy
  Episodios: 26
 Duración por episodio: 40' aprox.




¿De qué va?:


      Mara, el auténtico yo de Audrey, ha aflorado por completo eliminando a la agente altruista y entregada que todos conocían. Por su parte, Duke continúa afectado por su reciente pérdida al mismo tiempo que preocupado por los cambios que experimenta. El poder persuasivo de Mara comienza a hacer mella en él, por lo que toma una serie de decisiones que lo llevan a consecuencias imprevistas.

   Nathan se niega a creer que Audrey haya desaparecido y busca por todos los medios traerla de vuelta. Sin embargo, ninguno de ellos puede sospechar que un peligro más grande del que jamás ha amenazado Haven los está acechando.



¿Qué opino yo? (Con destripes de temporadas anteriores): 

   Esta ha sido de las pocas series que he seguido más fielmente durante todos los años que se ha estado emitiendo, y para mí eso ya le confiere suficiente valor, puesto que llevo un tiempo en que no tengo reparos a la hora de abandonar producciones que dejan de convencerme.

    Ahora ha llegado el momento de decir adiós, ya que tras cinco temporadas, Haven ha alcanzado su final. Esta temporada ha sido diferente de las demás, principalmente por el aumento del número de episodios y lo que eso conlleva. Si antes había trece por año, esta vez han rodado veintiséis, aunque los han emitido en dos tandas separadas por un período de tiempo bastante amplio.

    El hecho de que haya más episodios en esta ocasión ha provocado que en los primeros se ralentizara la acción. Se ha notado que la serie apenas avanzaba y daba vueltas en torno a lo mismo: la absorción de Audrey por parte de Mara, los intentos de Nathan por traer a Audrey de vuelta y la ambigüedad y confusión de Duke.

    Sin embargo, tras ese estancamiento inicial, todo vuelve a su ritmo habitual. Las tramas se agilizan, especialmente con la aparición de Charlotte, un personaje que da mucho juego.


    En la segunda mitad de la temporada todo se vuelve más complejo y dramático de lo que ha sido nunca. Ya conocemos el origen de los problemas, el alcance de los mismos y ahora es cuando los protagonistas buscan una solución. No obstante, todo está fuera de control y Croatoan no se lo pone nada fácil. Aunque esta parte me ha entretenido, no me ha llegado a gustar tanto como las temporadas previas. Además, o yo me he enajenado en capítulos importantes y se me han escapado cuestiones determinantes o los guionistas han decidido olvidar algo decisivo que ocurrió en una temporada anterior y seguir como si nada. Sin desvelar nada relevante, diré que me refiero a sucesos relacionados con Colorado Kid.

   Después del Nathan obsesionado e ido que tuvimos en la cuarta temporada, ahora el personaje recupera sus rasgos característicos y reparte su preocupación entre Audrey y los problemáticos. Ella, por su parte, tiene que enfrentarse a sus orígenes, lo que no le va a resultar fácil.


    Por otro lado, basta con que me guste un personaje para que los guionistas decidan estropearlo. Digamos que después de cuatro temporadas en las que se ha visto una evolución muy humana y satisfactoria de Duke, este da pasos de gigante hacia atrás. Sin embargo, no puedo odiar a su personaje. Si llegáis al final, ya sabréis por qué. 

    Esta vez, la serie adopta un tono agridulce. La tónica general de perder personajes por el camino continúa patente. Precisamente una de las cosas que menos me han gustado de Haven desde que empezó es la tendencia a deshacerse de personajes femeninos (Jennifer, te echo de menos).

    Los episodios autoconclusivos son cosa del pasado. Ahora los cliffhangers son frecuentes y los capítulos quedan enlazados unos con otros.
   
    En el fondo, admito que tenía ganas de que esta serie terminara ya, puesto que cuando se alargan demasiado, acaban perdiendo calidad y resulta más difícil mantenerse como espectador fiel. De hecho, a Haven en esta temporada se le ha notado el desgaste. Esto no quiere decir que sea mala, sólo que las anteriores fueron mejores y que ha estado bien que se ponga el broche final.

    El desenlace quizás no sea para todos los gustos. Yo creo que, después de todo lo que han luchado los personajes, se podría haber buscado otra forma de hacer las cosas. No puedo decir más sin destripar nada.

     En definitiva, Haven ha sido una serie que ha vivido de forma discreta, pero que ha sabido cómo entretener y mantener a sus espectadores.

 
Puntuación: 3 (sobre 5)

Textos destacados: Pensamientos

17/02/2016

     Hace mucho inauguré una nueva sección que acabé dejando abandonada. Hoy es el momento perfecto para recuperarla, puesto que se cumplen 180 años del nacimiento de uno de mis escritores preferidos, Gustavo Adolfo Bécquer. Por mucho que todos conozcamos su nombre, lo cierto es que es un autor tremendamente desconocido. En nuestro país, la enseñanza limita su estudio a unas pinceladas someras sobre Rimas y Leyendas, maravillosas, sin duda, pero que suponen una pequeña porción de su obra. Ahí están las mágicas Cartas desde mi celda o las hermosas Cartas literarias a una mujer, además de sus Narraciones, muchísimos artículos de crítica literaria y social, teatro, etcétera.

     Os animo a acudir sin miedo a sus textos. Seguro que más de uno se sorprenderá.

     En esta entrada, además de decir que hay que a leer más a Bécquer, quiero recoger una de las más bellas composiciones que conozco del autor sevillano:


     Vosotros, los que esperáis con ansia la hora de una cita; los que contáis impacientes los golpes del reloj lejano, sin ver llegar a la mujer amada; vosotros, que confundís los rumores del viento con el leve crujido de la falda de seda y sentís palpitar apresurado el corazón, primero de gozo y luego de rabia, al escuchar el eco distante de los pasos del transeúnte nocturno, que se acerca poco a poco y, al fin, aparece tras la esquina, y cruza la calle, y sigue indiferente su camino; vosotros, que habéis calculado mil veces la distancia que media entre la casa y el sitio en que la aguardáis y el tiempo que tardará, si ya ha salido, o si va a salir, o si aún se está prendiendo el último adorno para pareceros más hermosa; vosotros, que habéis sentido las angustias, las esperanzas y las decepciones de esas crisis nerviosas, cuyas horas no pueden contarse como parte de la vida; vosotros solos comprenderéis la febril excitación en que vivo yo, que he pasado los días más hermosos de mi existencia aguardando a una mujer que no llega nunca...

      ¿Dónde me ha dado esa cita misteriosa? No lo sé. Acaso en el cielo, en otra vida anterior a la que sólo me liga este confuso recuerdo.

     Pero yo la he esperado, y la espero aún, trémulo de emoción y de impaciencia. Mil mujeres pasan al lado mío: pasan unas altas y pálidas, otras morenas y ardientes; aquellas con un suspiro, estas con una carcajada alegre, y todas con promesas de ternura y melancolía infinitas, de placeres y de pasión sin límites. Este es el talle, aquellos son sus ojos y aquel el eco de su voz, semejante a una música. Pero mi alma, que es la que guarda de ella una remota memoria, se acerca a su alma... ¡y no la conoce...!

     Así pasan los años, y me encuentran y me dejan sentado al borde del camino de la vida... ¡siempre esperando...!

    Tal vez, viejo y a la orilla del sepulcro, veré con turbios ojos cruzar aquella mujer tan deseada, para morir como he vivido: ¡esperando y desesperado...!

Especial San Valentín: Aquellos escritores que también amaron

14/02/2016

    Se alzan algunas voces en nuestra sociedad para gritar que lo romántico es ñoñez, que el verdadero amor no existe, que los finales felices son propios de los cuentos de hadas… y yo me sorprendo por cómo nos dejamos convencer. ¿De verdad debemos creer ese nuevo mantra que se nos ha inculcado? ¿Es que entonces comenzamos relaciones sin tener fe en un desenlace dichoso? ¿Y si acaba mal, no fue amor? Además, ¿no estamos confundiendo amor con enamoramiento?

   El amor no es cursi, el amor es fuerza. Puede presentarse de muchas maneras y bajo muchas formas: el amor por la pareja, por la familia, por los amigos, por algún animal… El amor nos hace humanos y ya sólo por eso merece el mayor de los respetos. Pocas fuerzas hay tan poderosas: ha inspirado grandísimas obras de la literatura, canciones, películas, pinturas, esculturas… No es un invento de Disney. Preguntémosles a Pigmalión, a Penélope, a Cupido y Psique (Amor y Alma), etcétera.

   El amor nos ha acompañado siempre y siempre nos acompañará. Hoy, con motivo de la festividad de San Valentín, quiero hablar de algunos magníficos escritores que cayeron en manos del amor, de un amor trágico o de uno feliz.


ANTONIO MACHADO Y LEONOR IZQUIERDO



    En 1907, Machado contaba ya con 32 años de edad. En esa época, el poeta se hallaba establecido en Soria como profesor. Al cerrarse la pensión en la que se hospedaba, se trasladó a otra regida por la familia de Leonor Izquierdo Cuevas. Allí se conocieron cuando ella tenía tan sólo 13 años. A Leonor la pretendía entonces un joven barbero. Nuestro escritor, que había quedado impresionado por la chiquilla, estaba celoso y no sabía qué hacer para llegar a ella. Como si de un descuido se tratase, un día decidió dejar “olvidados” en la pensión unos versos:

Y la niña que yo quiero,
¡ay!, preferirá casarse
con un mocito barbero.

     Leonor captó el mensaje y la relación amorosa entre ambos comenzó. Los padres de la niña consintieron el enlace con la condición de que esperaran a que ella cumpliera los 15. La boda, celebrada el 30 de julio de 1909 en la iglesia de Santa María la Mayor, atrajo a muchos curiosos. Los novios tuvieron que sufrir burlas motivadas por la diferencia de edad. Machado llegó a confesar que el día de su boda fue un verdadero suplicio. No obstante, Antonio y Leonor tuvieron un matrimonio muy feliz hasta que la tuberculosis condujo a la muchacha a la muerte cuando contaba con 18 años.


Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar. 


MIGUEL DELIBES Y ÁNGELES DE CASTRO



«Nos bastaba mirarnos y sabernos».

    Miguel y Ángeles se amaron verdaderamente y el reflejo de ese amor se observa en la obra del escritor, especialmente en Mujer de rojo sobre fondo gris. En 1941, cuando Delibes tenía 21 años, ya eran novios. En 1946 se casaron y pasaron toda su vida juntos. Tuvieron siete hijos. Antes incluso de que él se hubiera labrado un nombre, ella le animaba a escribir y lo convenció para que se presentara al premio Nadal, que acabó ganando con La sombra del ciprés es alargada. Siempre fue un apoyo para él en lo personal y en lo profesional.

   Ángeles murió en 1974, con 48 años, por un infarto de tronco tras una intervención quirúrgica realizada por un tumor cerebral. En la vida de Miguel esto fue una gigantesca tragedia. Se sumió en una depresión que vino acompañada de una importante crisis creativa que tardó años en superar. Cuando Delibes ingresó en la RAE, unos meses después del fallecimiento de su mujer, pronunció estas palabras en su discurso:

«Soy consciente de que con su desaparición ha muerto la mejor mitad de mí mismo».

    El amor de Miguel por su esposa continuó más allá de la muerte y su pérdida lo marcó para el resto de su vida. Sin ella, su pesimismo y su carácter melancólico se fueron acentuando. En 1991 publicó Señora de rojo sobre fondo gris, dedicado a Ángeles. El título está tomado de un cuadro que el pintor Eduardo García Benito hizo de la esposa de Delibes.


JOHN RONALD REUEL TOLKIEN Y EDITH BRATT

    
    
    John y Edith se conocieron en 1908, cuando él tenía 16 años y ella 19. Huérfanos ambos, eran huéspedes en la misma casa por decisión de sus tutores. Los dos trabaron una amistad que en 1909 derivó en algo más. Se divertían arrojando terrones de azúcar a los sombreros de los transeúntes desde los balcones de las casas de té y paseando en bicicleta. Inventaron un silbido privado para que Tolkien se asomara a la ventana y pudiese ver a Edith en la de abajo.

    A pesar de que su gran amor era evidente, el padre Morgan, tutor del escritor, le prohibió continuar el romance hasta que alcanzara la mayoría de edad a los 21 años. El joven obedeció al pie de la letra y se centró en terminar sus estudios.

    Al quedar la relación rota, Edith se comprometió con George Field, creyendo que John la había olvidado. Sin embargo, la misma noche en que él cumplió los 21, le escribió una carta a su amada declarándose y pidiéndole que se casara con él. La muchacha devolvió su anillo de compromiso y aceptó la propuesta de John. Se casaron en 1916.


        En su matrimonio no todo fue de color rosa. Edith tuvo que aceptar de mala gana convertirse al catolicismo para poder casarse con Tolkien. Además no toleraba bien la amistad de su marido con C.S. Lewis, a quien consideraba un intruso en su hogar. Ella tampoco logró integrarse en el círculo intelectual en el que él se movía. A todo esto se suma que él tuvo que marcharse a servir en la Primera Guerra Mundial.

    Con todo, ambos se amaban y no permitieron que las dificultades destruyeran su relación. Lograron llegar a un entendimiento. Edith no practicaba el catolicismo, pero mantenía en privado su resentimiento hacia la Iglesia, y la amistad de Tolkien con Lewis acabó enfriándose. Tras su jubilación, el autor eligió para vivir un lugar en el que su esposa pudiera ser realmente feliz, cerca de Bournemouth, pese a que él no se sentía cómodo allí.

    Edith inspiró a John para crear el personaje de Lúthien Tinúviel. Un día en que ambos, en plena juventud, paseaban por un bosque, en un claro sembrado de cicutas ella bailó para él. Así nació la hermosa elfa y la historia de Beren y Lúthien, nombres que figuran en la lápida que John y Edith comparten.


CHARLOTTE BRONTË Y CONSTANTIN HÉGER


   
    Pocas cosas hay peores que un amor no correspondido, y eso es lo que le sucedió a Charlotte Brontë. Ella y su hermana Emily querían mejorar su francés. Para ello, en 1842 pusieron rumbo a Bruselas, donde ingresaron en una escuela regentada por Constantin Héger y su mujer. Mienstras practicaban el idioma, Charlotte impartía clases de francés y Emily de música. Constantin llegó a guiar a Charlotte en su escritura y la enseñó a no tener miedo de eliminar todo lo que sobrara.

    Ella se fue enamorando de él a pesar de que estaba casado y tenía varios hijos. Sin embargo, pocos meses después, las hermanas tuvieron que regresar a su hogar por la muerte de su tía Elizabeth. Fue a principios de 1843 cuando Charlotte, esta vez sola, viajó nuevamente a Bruselas. En esta ocasión su amor continuó creciendo, pero también sentía nostalgia de Haworth. Pasó un año hasta que decidió marcharse a su hogar. Una vez allí comenzó a enviarle cartas casi desesperadas a su antiguo profesor, aunque no él no sentía lo mismo y las misivas quedaron sin respuesta.


     «Me parece verdaderamente difícil estar animada cuando pienso que quizás no vuelva a verlo nunca más».

     «Cuando un silencio prolongado y tenebroso parece amenazarme con el alejamiento de mi maestro, cuando día tras día espero una carta, y cuando día tras día solo llega la desilusión para sumirme en una tristeza abrumadora, y la dulce alegría de ver su escritura y leer su consejo huye de mí como una visión vana, entonces me reclama la fiebre, pierdo el apetito y el sueño y languidezco».

     «Le digo francamente que he intentado olvidarle durante estos meses, porque el recuerdo de una persona a quien uno no cree que pueda volver a ver de nuevo y a quien, sin embargo, se tiene en gran estima, atormenta demasiado la mente».

    Se dice que Héger destruyó las cartas de Charlotte, pero que fue su propia esposa quien recogió y recompuso algunas, que son las que se conocen.

    A la escritora la persiguió ese amor durante mucho tiempo. Tanto El profesor como Villette están basadas en su historia. Incluso su mejor obra, Jane Eyre, parece la plasmación de sus fantasías, la culminación de un amor que para ella no pudo ser feliz.


FÉLIX LOPE DE VEGA Y MARTA DE NEVARES



    Lope de Vega tuvo dos esposas y numerosísimas amantes a lo largo de su vida. Su último y más trágico amor lo vivió con Marta de Nevares.

    Con 13 años, Marta fue obligada a contraer matrimonio con el comerciante Roque Hernández de Ayala. En 1616, cuando ya había cumplido los 25, ella y Lope se conocieron en un jardín en el que se organizaba un evento poético. En ese momento, el dramaturgo tenía 54 años. No sólo era mucho mayor que ella, sino que ya se había ordenado sacerdote, hecho que no le impidió iniciar con ella una relación que duraría nada menos que dieciséis años. Estos amores sacrílegos provocaron las burlas de otros escritores enemigos de Lope. Las circunstancias empeoraron con el nacimiento de una hija, Antonia Clara, en 1617. Marta quiso separarse entonces de su marido, que intentó quedarse con la niña, ya que se había bautizado como si fuera suya. Casual y convenientemente, Roque murió.

    La pareja sobrellevó como pudo las murmuraciones y permaneció unida en la madrileña casa de la calle Francos (hoy, calle Cervantes). Sus primeros años juntos fueron felices. Lope la convirtió en la Amarilis de sus poemas y posteriormente en Marcia Leonarda, y ella compartía la pasión de él por los versos. Inteligentes, cultos y llenos de amor, eran una pareja ideal.

    Corría el año 1622 cuando Marta comenzó a quedarse ciega. En 1626 perdió la vista por completo. Lope le proporcionó todos los cuidados que estaban en su mano. Pero eso no era todo. En 1628, Marta sufrió sus primeros síntomas de locura. Al final perdió por completo la razón. El autor, ya viejo y cansado, se mantuvo a su lado hasta que la muerte se la llevó en 1632. 

Resuelta en polvo ya, mas siempre hermosa,
sin dejarme vivir, vive serena
aquella luz, que fue mi gloria y pena,
y me hace guerra, cuando en paz reposa.


     En la vida de los grandes escritores hay muchas más historias de amor que merecen ser contadas y recordadas. Por motivos evidentes, yo he tenido que seleccionar sólo cinco. ¿Las conocíais?

Ana, la de Álamos Ventosos

06/02/2016

     Ana, la de Álamos Ventosos es la cuarta entrega de la saga de Anne Shirley. Los tres anteriores son Ana, la de Tejas Verdes; Ana, la de Avonlea y Ana, la de la Isla. Se publicó por primera vez en 1936 con el título de Anne of Windy Poplars. Sin embargo, ese no era el que la autora había elegido; Maud tituló su novela Anne of Windy Willows (Ana, la de Sauces Ventosos), pero al editor le pareció conveniente cambiarlo por la similitud con otro libro. No obstante, el nombre original se mantuvo en países como Gran Bretaña, Australia y Japón.
     En España, Toromítico la reeditó en 2014. Está a la venta por 15 euros y consta de 307 páginas.

¿De qué va?: 

     Ana deja atrás el Redmond College para comenzar con un nuevo empleo y un nuevo capítulo de sh vida lejos de su amada Tejas Verdes. Mientras su prometido estudia Medicina, ella trabajará como directora de un colegio en Summerside, donde se enfrentará con un nuevo reto, los Pringle, "la Familia Real" de la ciudad, que muy pronto le harán ver que ella no es la persona que esperaban como directora de la escuela.
   Durante su estancia se hospedará en Álamos Ventosos junto con dos ancianas viudas, las tía Kate y Chatty, el ama de llaves Rebecca Dew y su gato, Dusty Miller. Ana deberá aprender a relacionarse con los excéntricos habitantes del pueblo para ganarse su simpatía y encontrar nuevos amigos. (Sinopsis de la editorial).


¿Qué opino yo? (Con destripes de los tres anteriores):

   Reencontrarse con Anne Shirley siempre es un placer, no sólo por el encanto de una protagonista que se ha ganado a miles de lectores a lo largo de los años, sino por la candidez del mundo que la rodea. Algo de esa inocencia, de la magia que puede haber en la cotidianidad y del grato dulzor de una naturaleza envolvente salpica al lector y logra que su día sea un poco mejor. Ana, la de Álamos Ventosos sigue esta misma línea que ya se daba en los tres títulos anteriores.

    Una vez más no hay un argumento lineal en torno al que se construya todo el libro, sino que este se va cimentando con anécdotas que tanto Anne como sus conocidos experimentan. Sin embargo, pese a que la novela conserva el encanto que ya conocemos de los textos de Lucy Maud Montgomery, no alcanza el nivel de las anteriores, ya que el número de personajes que aparecen ha aumentado considerablemente y, en consecuencia, son pocas páginas las que se le dedica a cada uno. Esto conlleva que no nos dé tiempo de encariñarnos con muchos de ellos y que, cuando empecemos a interesarnos por la historia de alguno, concluya rápidamente. Además, no todos consiguen alcanzar el carisma de otros secundarios como Diana, la señorita Lavendar, Philippa Gordon, etcétera. No obstante, Maud no defrauda y nos da personajes muy dignos como las tías Kate y Chatty, Rebecca Dew y hasta el gato Dusty Miller


    «Nadie es nunca demasiado viejo para soñar. Y los sueños nunca envejecen».


    Aunque las tres novelas que preceden a esta me gustaron más, Ana, la de Álamos Ventosos también me ha conquistado. Está llena de historias entrañables, divertidas, románticas y hasta de terror. En todas participa Anne de una u otra manera, y es que la joven pelirroja, a pesar de todas sus virtudes, también tiene sus defectos. En esta ocasión comprobamos a la perfección que es una meticona, aunque con buenas intenciones. La mayoría de las veces sus intervenciones pueden ser beneficiosas, pero no siempre el resultado es el esperado. Así, sus alegrías y disgustos se mezclan con los de otros personajes para entretenimiento nuestro. 


    «El orgullo viene delante de la destrucción y un espíritu arrogante antes de la caída».


    Un cambio importante con respecto a las otras partes de la saga es que aquí se mezclan episodios en tercera persona con otros elaborados de manera epistolar en primera persona. Tenemos la oportunidad de leer cartas, o fragmentos de ellas, que Anne le envía a Gilbert, ya que se encuentran separados: ella de directora en Summerside y él en Kingsport estudiando Medicina. Es ahora cuando Maud nos da a una Anne realmente enamorada. Me ha encantado leer sobre esa faceta desconocida de ella. Aunque Anne vive un romance terrenal, real y sólido, los sueños románticos juveniles no se han esfumado, pues para Anne su amor no es algo prosaico, sino un sentimiento tan sublime y único como esperaba que fuera cuando llegara la ocasión.


    Hay que tener en cuenta que, a pesar del tono cariñoso y las palabras de amor y de que hay bastante más romance en esta novela, la obra no se convierte en un texto ñoño en ningún momento. Las cartas no se muestran completas. Cuando Anne va a dejarse llevar por entero por el corazón, la epístola se corta. Maud nos omite esos fragmentos. Además, ni las otras parejas son empalagosas ni la protagonista adopta siempre una postura romántica en sus misivas, ya que para hacerlo, según ella, se necesita una buena pluma. No se puede escribir de amor con una pluma que rasga.

    Hubiera estado bien poder leer también las cartas de Gilbert, pero nos tenemos que conformar.

  Anne sigue creciendo y, por tanto, se ve obligada a enfrentarse a problemas del mundo adulto. Los conflictos laborales están muy presentes. Me ha resultado curioso ver que las cosas no cambian tanto con el tiempo y la vida de un profesor actual no es muy distinta de la de Anne. Sus primeros meses como profesora y directora en Summerside no son nada fáciles. Los Pringle, el clan más destacado del lugar, le hacen la vida imposible de muchas maneras (¡y qué profesor de hoy no tiene una clase llena de alumnos Pringle!). También hay algún compañero de trabajo que no le pone las cosas fáciles.

    Además, Anne se encuentra lejos de su amada Tejas Verdes. Con todo, es capaz de ver la magia allí donde mira, e incluso la persiguen las leyendas. Gracias a eso conocemos otros lugares como la Calle del Fantasma, Álamos Ventosos, la habitación de la torre, la tétrica Casa Tomgallon, el Rey de las Tormentas, etcétera. Durante las vacaciones vuelve a su hogar, aunque lo que allí sucede ocupa pocas páginas. 


    El libro se divide en tres partes, correspondientes a los tres años que Anne pasa en Summerside. La autora se mantiene fiel a su estilo: una prosa fluida pero con ritmo sosegado, descripciones no sesudas de ambientes y personajes y un léxico cercano.

   Esta vez, la portada de Toromítico me parece mejorable y hay errores ortotipográficos muy llamativos, aunque esto no le resta calidad a la historia. Además, las láminas interiores, una vez más, son preciosas.

    Aunque no me haya gustado tanto como los otros tres, especialmente como los dos anteriores, he vuelto a meterme con facilidad en ese mundo acogedor que ha creado Lucy Maud Montgomery y a sentirme muy cómoda y encantada.

Puntuación: 4 (sobre 5)
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