Pollyanna / Pollyanna crece

17/12/2017

    Pollyanna se publicó por primera vez en 1913 y ese mismo año ocupó el octavo lugar entre las novelas más vendidas en los Estados Unidos. Fue escalando posiciones hasta que el año siguiente llegó al segundo puesto. En muy poco tiempo conoció numerosas ediciones y su éxito hizo que Eleanor H. Porter lanzara la secuela Pollyanna crece en 1915.

    Existen, al menos, cinco adaptaciones cinematográficas y televisivas, incluyendo una serie de animación.

    En España, los dos libros están publicados por Toromítico. El primero, con 204 páginas, cuesta 15 euros, mientras que el segundo, con 246, está a la venta por 17 euros.

¿De qué va?:

     Pollyanna: Polly Harrington vive una vida tranquila y ordenada con una situación económica envidiable. Sin embargo, se la considera una solterona con un carácter agrio y estricto. Lo último que esperaba era tener que hacerse cargo de un niño, lo que sucede cuando su sobrina Pollyanna se queda huérfana. La chiquilla es distinta de como todos habían imaginado, puesto que, a pesar de las penalidades de su vida, trae consigo el juego de la alegría y con él logra darle la vuelta a la vida de todos cuantos la conocen. No obstante, Pollyanna no siempre va a tenerlo tan fácil para mantener su filosofía.

    Pollyanna crece: en Boston, Ruth Carew vive completamente sumida en la tristeza desde que su sobrino desapareció cuando era aún un niño. Su hermana Della, que conoció a Pollyanna, la invita a pasar una temporada con Ruth para tratar de animarla. Allí, la chiquilla se adentra en un mundo de injusticias y se encariña con personas de muy distinta condición. Eso va a poner a prueba su corazón, especialmente cuando vaya creciendo y el amor entre en juego.


¿Qué opino yo? (Sin destripes):

    Pollyanna es un libro muy especial: no deja de ser una novela infantil, pero se puede sacar más provecho de ella cuando quien la lee es adulto. El motivo es muy simple, y es que, salvo excepciones, los niños no han tenido tiempo para experimentar los amargos sinsabores que la vida trae consigo y no han perdido su capacidad innata para dejar de lado los aspectos negativos de su día a día y centrarse en los positivos, sin mirar más lejos, sólo viviendo el presente. 

    Este delicioso libro es una inyección de filosofía positiva. Puede que, sin pretenderlo, a alguien le sirva como manual de autoayuda. Todo su mensaje es muy sencillo: vivir puede doler, pero a veces nos encerramos en ese dolor y perdemos de vista lo que tiene la capacidad de sanar nuestro corazón. Todo es dualidad, cuando hay algo malo, también hay algo bueno. Cambiemos nuestro foco. 


    «Por lo general siempre hay algo por lo que alegrarse si se sigue buscando el tiempo suficiente como para encontrarlo».


    Eso es lo que hace Pollyanna y lo hace de una forma muy sencilla, como un juego, sin ser pedante ni marisabidilla. Para ella es algo muy natural y lo va transmitiendo a las personas que la rodean. 

    Lo mejor de Pollyanna no es sólo que tenga ese truco para sí misma, sino que lo comparta con los demás y que desee verlos tan felices como lo es ella misma. Su gran corazón le va granjeando la amistad de muchas personas que acaban siendo un parte importante de la trama en los dos libros que conforman esta historia. 


«Respirar solamente no es vivir»


    En el primer libro he echado de menos la aparición de más niños. Con la sola excepción de Jimmy, el mundo de Pollyanna está lleno de adultos. En ese sentido me ha parecido superior Pollyanna crece, puesto que en Boston la protagonista conoce a Jamie y a Jerry. También hay otra jovencita de cuya vida me hubiera gustado saber más: Sadie Dean. Para ninguno de ellos las cosas han sido fáciles y eso le da otorga más carácter y profundidad a lo que se nos cuenta. De hecho, creo que si la autora hubiese dicho algo más de algunos de ellos, podrían ser más interesantes que la propia Pollyanna, ya que se adivina en estos chicos una complejidad de la que la ella carece. Pollyanna es encantadora, pero apenas tiene matices, especialmente en su etapa adulta. 

    La autora intenta dar un trasfondo a todos los personajes, pero lo hace con muchísima sencillez, de manera que, sea quien sea el que se acerque a estas novelas, no tenga ningún problema en captar las inquietudes que los dominan y han marcado su existencia. 

    Eleanor H. Porter recoge en los dos títulos distintas injusticias sociales, enfermedades, asuntos espinosos del corazón… En el segundo incluso se alude sutilmente a la caída en desgracia de las mujeres por falta de liquidez económica y de medios para buscarse la vida de forma honrada. Como veis, son asuntos bastante serios, pero el tono que recorre todo el texto es siempre de optimismo. A todo el mundo se le da una oportunidad, y me encanta eso, me encanta pensar que podría ser así, que pase lo que pase, todas las personas tienen su oportunidad de salir adelante y de experimentar más momentos felices que de amargura.


    «Tienes que vivir minuto a minuto, Ruth, ¡y es que todo el mundo puede soportar cualquier cosa durante un minuto, por mala que sea!»


    En la primera novela, la protagonista es una niña hasta el final y su historia se desarrolla en un pequeño pueblo en el que los vecinos se conocen entre sí y los cotilleos son habituales, como también, las visitas a los demás. En la segunda, Pollyanna sigue siendo muy jovencita al principio, pero hacia la mitad hay un salto temporal y la vemos hecha ya toda una señorita. Ahí es cuando comienzan los problemas amorosos para ella, pero ni ocupan gran parte de la trama ni son empalagosos en exceso. 

    Pollyanna, aunque no está exento de duras pruebas para los personajes, no es tan rico y variado como Pollyanna crece, donde los conflictos se complican más y los secundarios son más heterogéneos, además de ser menos mucho infantil. El hecho de que una parte del libro transcurra en una gran ciudad da la oportunidad de observar una forma de vida distinta, más individualista, donde las diferencias entre unos y otros se acentúan y donde es más difícil encontrar una mano amiga. 

    En cuanto a la forma de narrar de Eleanor H. Porter, me ha faltado algo más de madurez en su prosa. Su pluma está muy desnuda: cuenta lo que quiere contar de la forma más llana posible, desprovista de cualquier adorno. Va al grano, con frases cortas y un vocabulario casi elemental. 

    La edición de Toromítico trae unas ilustraciones preciosas y un mapa de Littleton, el pueblecito de Nueva Hamphire donde nació la autora. Lamentablemente, la cantidad de errores ortotipográficos es muy elevada, como ocurre también en la saga de Ana, la de Tejas Verdes. Si la editorial cuidara más esta cuestión, sus ediciones serían perfectas. 

    En resumen, estas dos encantadoras novelas suponen una lectura deleitosa y se pueden sumar a esos privilegiados títulos que resultan ser un bálsamo para el alma. Pocas medicinas hay mejores que una buena lectura. 

Puntuación: 3'5 (sobre 5)

El gran día de la señorita Pettigrew

17/09/2017

     El gran día de la señorita Pettigrew fue la tercera novela de Winifred Watson. Aunque en un primer momento fue rechazada, finalmente se publicó por primera vez en 1937 y tuvo un gran éxito en Gran Bretaña, Australia y Estados Unidos. El inicio de la Segunda Guerra Mundial impidió que siguiera adelante el proyecto de hacer una película musical.

     Con el transcurso de los años, en 2001, la novela se adaptó para la BBC 4. En 2008 fue llevada, por fin, al cine.

     En España está publicada por Espasa, que decidió cambiar la portada cuando se estrenó el filme para poner una imagen del mismo. Actualmente es difícil de encontrar en librerías, pero no está descatalogada, puesto que aparece en la página de la editorial por 5'95 euros. Consta  de 276 páginas.

¿De qué va?: 

     Guinevere Pettigrew no tiene suerte en la vida. Es una mujer de mediana edad que vive sola en la Inglaterra de los años 30 y se busca la vida como institutriz, aunque no se le dé muy bien. Por error, en la agencia de contratación la envían a casa de una estrella floreciente, Delysia Lafosse, que no tiene hijos y lleva una vida muy diferente de aquella a la que está acostumbrada Guinevere. No obstante, Delysia sí necesita ayuda, pues sus costumbres la han metido en un caos del que no sabe cómo salir y, por ello, Guinevere se ve envuelta en algo que jamás hubiera esperado.


¿Qué opino yo? (Sin destripes): 

    No sé por qué este libro no es más famoso. Reconozco que yo misma llegué a él a través de la película. Si no se hubiera llevado la historia al cine, a lo mejor ni me habría enterado de su existencia, y es una pena, porque es una novelita que consigue que el lector se lo pase muy bien.

    Para empezar, no sólo tiene una trama entretenida, sino que cuenta con la gran baza de que sus personajes son muy carismáticos. De hecho, en realidad es más una novela de personajes que otra cosa, ya que sus reacciones, pensamientos y los diálogos chispeantes están por encima del camino que toma el propio argumento. La verdad es que es una novela un poco alocada en la que, como le pasa a la misma señorita Pettigrew, uno nunca sabe qué es lo siguiente que puede pasar, y eso que no hay muchos cambios de escenario. La mitad del libro transcurre en el apartamento de una de las dos protagonistas, la imprevisible Delysia Lafosse. Sin embargo, hay una vorágine de acontecimientos, de entrar y salir de personajes muy variopintos que obligan a la señorita Pettigrew a echar mano de recursos insospechados hasta para ella, algunos con consecuencias muy divertidas. Al final, uno se acaba encariñando con Guinevere. 


    «Hay algo que me parece fatal: compadecerme de mí misma. Sólo sirve para empeorar las cosas».


    Pese a que no se alude de forma explícita a los estragos de la guerra, se reflejan con claridad las características del período de entreguerras. Por un lado, el derroche de lujos, fiestas y pasiones de parte de la sociedad y, por otro, la escasez y dificultades de los que, con menos suerte, continuaron con casi nada entre sus manos. Delysia y Guinevere representan los dos mundos y ver cómo se adapta esta última a ese ambiente de excesos conduce a momentos risibles, a otros llenos de sarcasmo y, a veces, con su actitud, al patetismo. Hay toda una paleta de sentimientos, pero predomina el optimismo

    Diría que este título se puede encuadrar dentro de esa corriente que ahora se llama feel good, aunque el romance no es importante. De hecho, la relación de Delysia con los hombres pretende estar enfocada en clave de humor y es, precisamente, el desencadenante de la mayoría de los líos. 


    «¡No lleva maquillaje! ¿Por qué? Es indecente andar por ahí desnuda».


    La señorita Pettigrew procede de un ambiente de estrecheces y férreas restricciones morales. Sus principios, o más bien los que le han inculcado por fuerza, chocan de lleno con la vida bohemia de Delysia, sus amantes y sus amigos. No obstante, cuando Guinevere se ve obligada a salir de su zona de confort, descubre rasgos de sí misma bastante sorprendentes. Los mejores diálogos los tiene con los hombres y cuando se ha tomado una copita de más, no sabéis lo que puede salir de ahí. 



    Si veis la película, os daréis cuenta de que el principio del libro es prácticamente calcado, pero hacia la mitad de la novela, la trama empieza a diferir bastante. Digamos que en este caso me quedo con la Guinevere del libro y algunos rasgos de la Delysia de la película, básicamente porque en ella le dan más profundidad y sí que, en su caso, se desarrolla un romance de los que a mí me gustan. Ya os digo que en el texto de Winifred Watson es todo más cómico y disparatado

    Sabéis que hay libros que apetecen más en una época concreta del año. Por ejemplo, a mí en invierno me gustan los clásicos de estilo dickensiano. Sin embargo, hay otros que parecen hechos para cualquier momento. Ese es el caso de El gran día de la señorita Pettigrew. Es muy corto, con un estilo ágil, sin tregua en los acontecimientos, y con un lenguaje que se acerca al registro coloquial, lo que lo hace muy apto para esos días de calor en los que no apetece nada denso. Por otra parte, su atmósfera british lo hace perfecto para cuando empieza a refrescar y nos apetece la ya típica opción de quedarnos en el sofá con una taza de chocolate caliente o un té. 

    En resumen, estamos principalmente ante una comedia de enredo. A veces me ha recordado incluso al teatro del absurdo español, con un no parar, pasando siempre de un acontecimiento a otro, sin descripciones que ralenticen, y con infinidad de personajes circulando por la escena, pero todo con el toque inglés. 

    Me gustaría alargarme un poco más, pero no es un libro profundo del que pueda sacar mensajes trascendentes. Es, simplemente, para reír y desconectar, y si digo algo más, corro el riesgo de contar demasiado, así que dejo la reseña aquí y prefiero que seáis vosotros quienes me digáis si lo habéis leído o si pensáis hacerlo. 

Puntuación: 3'5 (sobre 5)

When calls the heart (Especial de Navidad, 2016)

23/07/2017


                       Estreno: 2016                                                   Género: Vida rural, romance
                       Cadena: Hallmark                                          Duración: 84' aprox.
                                                      Especial de Navidad (4x01)


¿De qué va?:

    Tras el desastre que afectó a varias familias en los alrededores de Hope Valley, los habitantes del pueblo continúan ayudando a los damnificados. Con la Navidad presente, Elizabeth, Jack y los demás, tratan de esforzarse para hacerles la fiesta lo más agradable posible. En medio de los preparativos, un extraño mercader llega de forma inesperada.

  
¿Qué opino yo? (Con destripes de las temporadas anteriores):

    Siento haber tardado tanto en traer esta reseña, pero la falta de tiempo, de motivación para escribir en el blog y la larga duración del capítulo, que ha hecho que tardara en verlo, han sido las causas.

    Realmente cualquier momento es bueno para ver una serie que reconforta, devuelve las ganas de creer en la especie humana y reaviva la fuerza para buscar salidas frente a las adversidades. When calls the heart conmueve, llega a lo más profundo de nosotros y saca a la luz muchos buenos sentimientos que no siempre dejamos ver, y todo eso se potencia en los especiales de Navidad. 

    Es esta una producción que no olvida nunca los vaivenes de la vida, aunque prefiera destacar todo aquello que hace que merezca la pena vivirla. En este capítulo especial se añade un toque mágico, como corresponde a esta época del año, pero no fantasioso. Simplemente se pone de relieve la magia que puede haber en las acciones cotidianas, esas que están al alcance de todos y que a veces no hacemos por desconocimiento de lo necesarias que son o por dejadez. 

    En Hope Valley la gente siempre está dispuesta a echarse una mano, pero a veces no sabe bien cómo hacerlo o no es consciente de la ayuda que puede prestar a otros. El señor Bailey es el personaje que marca la diferencia en este especial. Es una suerte de Papá Noel sin poderes sobrenaturales. Su don es saber qué necesitan los demás y tener siempre la palabra justa para que conecten unos con otros o, simplemente, consigo mismos. Deja un conjunto de sabias frases que, en última instancia, están dirigidas al espectador, no sólo para que se imbuya del espíritu de la serie y de la Navidad, sino para que le sirvan como apoyo en su día a día. 

    Es muy fácil pensar que esta es una serie edulcorada, muy blanca y poco realista. No voy a negar que es muy dulce, pero jamás se aleja de ninguna de las caras de la realidad. Hay muchos ejemplos en este especial. Para empezar está esa mujer que ha perdido a su marido en un desastre natural y huye del pueblo con su hijo porque todo le recuerda a él. Es una tragedia, como ocurren muchas cada día, pero este capítulo nos muestra que ante cada suceso, bueno o malo, siempre hay distintas opciones. ¿Por qué elegir la peor? En esta trama tiene mucha participación el pastor Hogan. Me encanta verlo tan integrado en el pueblo y que se presente como una auténtica muestra de que todo el mundo puede llegar a perderse y olvidar la esperanza, pero también de que es posible recuperarla. Quizá, como sucede aquí, un gesto amigo o un recuerdo olvidado nos lleve hasta ella. 

    Ahí está también Abigail, luchando como siempre desde que la conocimos, afrontando su nuevo cargo como alcaldesa mientras trata de sacar adelante su querido café. Ella también necesita ayuda y la recibe, al mismo tiempo que se la ofrece a quien menos esperamos y quien, hablando con dureza, probablemente sea quien menos la merezca. 

    En todo ello y otras historias por el estilo está la magia de la que hablo. Como veis, nada descabellado ni fuera de la lógica. 


    La nota cómica la ponen, como desde hace tiempo, Rosemary y Lee, pero, igual que sucede al final de la tercera temporada, nos dejan una valiosa enseñanza: que el matrimonio es un trabajo de dos y el egoísmo no tiene cabida ni razón de ser en él. Pensándolo detenidamente, quizá sea Rosemary el personaje que más ha evolucionado. Los demás tienen una personalidad muy definida y suelen permanecer fijos en ella, pero esta excéntrica e «insoportable» actriz ha aprendido muchas lecciones desde su llegada al pueblo e, incluso, es capaz de llegar a olvidarse de sí misma para hacer cosas por él. Poco a poco, ella y su recién estrenado (y paciente) marido se están convirtiendo en mis personajes favoritos, ya que aunque Elizabeth y Jack me gustan muchísimo, son más clásicos, calmados y, por qué no decirlo, insípidos. A ver si en la cuarta temporada les dan un poco de vidilla, porque me da la impresión de que se han quedado algo estancados. De hecho, ya hace bastante que dejaron de ser los protagonistas absolutos y, a veces, en este especial hay historias a su alrededor más interesantes. Con todo, siguen siendo los que nos regalan los momentos más románticos y tiernos. 


    La mayoría de los personajes nuevos, salvo Clara (que sobra bastante), se han adaptado muy bien. Igual que en el capítulo navideño anterior, Cody vuelve a protagonizar escenas muy emotivas y, en esta ocasión, sus actos dejan al descubierto un verdadero espíritu navideño. No sabía cómo iba a encajar en la vida de Abigail, pero finalmente su presencia ha sido un acierto. 

    Sé que me voy a repetir, pero echo tanto de menos el estilismo de la primera temporada. No me acabo de acostumbrar a estos peinados, vestidos y abrigos que me alejan de la época. ¿No os pasa también?

    Bueno, como ya sabréis, cada especial de Navidad es el episodio inicial de cada temporada, así que, por mi parte, ahora toca disfrutar de la cuarta completa. ¿La habéis visto ya? 

Puntuación: 5 (sobre 5)

Buscando a Eva

16/07/2017

                 
                  Título original: Blast from the past               Año de estreno: 1999
                  Duración: 99' aprox.                                        Género: Comedia romántica
                  Productora: New Line Cinema                       País: EE. UU.



¿De qué va?:

    Corren los años 60 y Estados Unidos se encuentra inmerso en la Guerra Fría con Rusia. Calvin, un excéntrico científico americano, ve por televisión un discurso de su presidente en el que anuncia que en Cuba hay misiles que apuntan directamente a su país. Ante el riesgo de un ataque atómico, Calvin lleva a su esposa embarazada a un búnker diseñado por él, pero tiene tan mala suerte que, al momento de entrar, un avión se estrella contra su casa. El búnker, captando la explosión cercana, activa un mecanismo que los deja encerrados durante treinta y cinco años. 

    En ese tiempo nace su hijo Adam, que crece y se educa bajo tierra únicamente con los conocimientos que le ofrecen sus padres. Cuando es ya adulto, en los 90, las compuertas se abren por fin y puede salir a la superficie sin saber lo que va a encontrar.


¿Qué opino yo? (Sin destripes):

    Vi esta película hace años y no recordaba nada de nada, tan sólo me parecía que no me había gustado. Debo de haber cambiado bastante con el tiempo, puesto que en esta segunda oportunidad me ha parecido un filme excelente e infravalorado

    Es probable que sólo por la parte romántica ya me hubiese gustado, pero no sería justo simplificar el contenido de la película. El planteamiento tan original que tiene le permite lanzar importantes mensajes de contenido trascendental. El hecho de que estemos ante una comedia romántica ha llevado a muchos a pasar esto por alto.

    ¿Recordáis la historia de Momo? La gente estaba siempre ocupada, no tenía tiempo para nada, no disfrutaba. En parte, Buscando a Eva tiene cierta relación. Los seres humanos estamos tan acostumbrados a lo que nos rodea que hemos perdido la capacidad de sorprendernos por ello. No tenemos tiempo ni entusiasmo para, simplemente, mirar el cielo durante minutos o meternos en el mar con el único propósito de sentir el contacto de las olas con nuestro cuerpo. Tenemos que invertir nuestro tiempo en trabajo, estudio o un ocio más superficial y artificial. 

    Adam simboliza la ilusión por lo más sencillo, que, a la vez, es lo más grande. Él nace y crece bajo tierra, nunca ha sentido la lluvia ni pisado la arena de una playa; jamás ha visto la sonrisa de un niño ni se ha enamorado. ¿Os imagináis cómo sería si viéramos el mundo cada día como él? ¿Cómo sería descubrirlo todo por primera vez? 


    Hay una escena magnífica que no puede dejar indiferente a nadie: cuando Adam sale al exterior por primera vez, la gente se asombra al verlo mirar hacia arriba con tanta felicidad. Él insiste en que nunca ha contemplado algo tan extraordinario como el cielo, pero los demás continúan sorprendidos, mirando en la misma dirección, pero sin ver nada especial. Palabras y miradas vacías que ya no tienen capacidad para captar milagros evidentes. ¿No da que pensar? 


    «¿Sabes? Mi padre es un científico y dice que todo es un milagro».


    Estamos muchas veces tan absortos en lo más insustancial que no somos conscientes del valor de lo que ha estado siempre ahí. Estamos distraídos de lo importante. 


    Por otro lado, ¿creéis que el hombre es bueno o malo por naturaleza? Ya nos dejó caer Rousseau que es la sociedad la que nos corrompe. No sé cuál será la verdad, pero si veo niños de nueve o diez años con una picardía que no hemos tenido en mi época, es que la sociedad tiene algo que ver. Este es un tema que, lejos de sesudas doctrinas filosóficas, también queda plasmado a lo largo del metraje.

    Adam es completamente puro e inocente en todos los sentidos. No conoce la maldad, la mentira, el timo, la pornografía… Cuando queda expuesto ante una sociedad corrompida, está fuera de lugar, parece incluso un loco y por tal lo toman, pero ¿realmente es él el loco?

    Él representa el fondo más amable del ser humano, pero también me gusta el contraste que supone Eva. Ella es quien da la imagen más fidedigna de lo que podemos ser, un conjunto de aspectos buenos y malos con toda una gama de grises. Es chabacana, superficial, parece estar aburrida de la vida y tiene muy mal gusto a la hora de elegir relaciones, pero tiene conciencia y voluntad para mejorar.


    «La definición de lo que es una dama o un caballero es la de alguien que siempre intenta que quienes le rodean se sientan lo más a gusto posible».


    La trama romántica puede ser previsible (así que esto no lo considero destripe), pero creo que incluso esta está tratada de forma especial. Una vez más, lo que Eva conoce es lo negativo; todos sus parientes están divorciados. Sin embargo, Adam, que tiene como referente a sus padres (que se han aguantado durante treinta y cinco años encerrados en el búnker) cree en el amor, en el amor verdadero, puesto que para él, la base es la amistad. ¿Qué voy a decir? Me ha emocionado ver a Brendan Fraser dándole un abrazo a Alicia Silverstone bajo la lluvia mientras le dice que es su mejor amiga cuando ya está enamorado de ella.

    Alicia siempre me ha parecido una actriz limitada, pero tampoco necesitaba mucho más para este papel. Está correcta y creíble. Brendan, por su parte, lo da todo por la causa y se mete de lleno en la piel de un Adam entusiasta, alegre e ilusionado, aunque a veces creo que se excede y resulta histriónico. 

    Christopher Walker y Sissy Spacek están perfectos como Calvin y Helen, los padres de Adam. Sin duda, son los actores de más talento de la película. Me encantan sus escenas juntos y por separado, sobre todo las de ella. La pobre mujer se desespera bastante por las excentricidades de su marido y resulta hilarante, al mismo tiempo que da pena, cuando tiene que desfogarse a solas o cuando se le ocurre subir a la superficie. 

    El contraste entre la vida de los 60 y la de los 90 también impresiona. Evolucionan las costumbres, la mentalidad, la música, la arquitectura, los valores…, y todo eso queda reflejado. 


    «Los buenos modales son la forma de demostrar a otras personas nuestro respeto por ellas».


    La película no deja espacio para el aburrimiento, puesto que el ritmo nunca decae y siempre están sucediendo cosas, aunque reconozco que yo, con mi impaciencia, estaba deseando que pasaran los minutos iniciales y que Adam saliera por fin del búnker. 

    Los gags humorísticos no son muchos, pero funcionan muy bien. 

    En resumen, no es una comedia romántica vacía. Es simpática y divertida al mismo tiempo que invita a reflexionar. 

 
Puntuación: 4 (sobre 5)

Los ladrones somos gente honrada

21/05/2017

   Esta obra de teatro de Enrique Jardiel Poncela se estrenó por primera vez en el escenario del Teatro de la Comedia de Madrid en 1941.

   Hoy por hoy podemos encontrar en España varias ediciones. La de Austral Básicos es la más económica, puesto que cuesta 2'95 €. Contiene 128 páginas. Austral también tiene una edición que recoge, además, otro título del mismo autor, Cuatro corazones con freno y marcha atrás. Con 352 páginas, este libro vale 9`95 €.

   La obra fue llevada al cine en 1941 y 1956. También ha sido adaptada varias veces para televisión, concretamente en 1965, 1979 y 2006.

¿De qué va?

   Daniel y su pandilla de ladrones están a punto de dar un golpe con el que llenarse los bolsillos y no tener más preocupaciones.  Mientras los ricos anfitriones de una fiesta están distraídos, ellos ultiman los detalles, pero, de repente, hace su aparición Herminia. En un intento desesperado de alejarla para que no estropee sus planes, Daniel entabla conversación con la muchacha, quien, a pesar de su apariencia juvenil, afirma tener más de treinta años y haber vivido las experiencias más extraordinarias que la vida puede permitirle a alguien. Todo esto provoca un giro en los acontecimientos que los ladrones no van a perdonar tan fácilmente, aunque no pueden ni imaginarse lo que les espera con la familia de Herminia.


¿Qué opino yo? (Sin destripes):

   El teatro es un género de escaso consumo si lo comparamos con la novela, y es una pena, porque algunas de las obras que más huella me han dejado son teatrales, y eso que yo tampoco me doy a estas lecturas con asiduidad. No obstante, me declaro fan de Antonio Buero Vallejo, aunque siempre me deja hecha polvo. Sin embargo, en el lado contrario de la balanza está Enrique Jardiel Poncela para que florezca nuestra sonrisa.

    Cuando empecé acudir a sus textos, lo hice creyendo que serían hilarantes. No lo han sido para mí, pero sí que me han resultado bastante amenos, un soplo de aire fresco. De los tres títulos suyos que he leído hasta ahora, este es el que más me ha gustado. Sin ser desternillante, me ha hecho reír varias veces y sonreír muchas más, así que si me preguntáis que si lo recomiendo, la respuesta es sí. La mente no puede alimentarse sólo de drama para resistir los envites del día a día.

    No sé si lo habréis comprobado, pero es mucho más difícil hacer reír que hacer llorar, así que bravo por Poncela, que, sin que sea esta una obra de las que calan, consigue que nos evadamos de los problemas. 

    La historia empieza con una premisa muy sencilla. Como es obligatorio en teatro, se nos describe la escena y, acto seguido, algunos personajes inician la función. En este caso, unos cacos quieren dar el golpe de su vida. Ahí conocemos al protagonista y sus secuaces: Daniel el Melancólico, Pedro/Peter el Pelirrojo, el Tío del Gabán y el Castelar, quien, cuando se pone nervioso, habla con una especie de lenguaje inventado que, extrañamente, logra traducir a veces el Tío. 

    Todo esto es lo que vemos en el prólogo, donde se nos cuentan sucesos que ocurrieron unos meses antes de los que tienen lugar en los dos actos que le siguen y que cierran esta comedia. 

    No os dejéis engañar por esa aparente simplicidad del prólogo, que luego la cosa se complica y la obra se convierte en un verdadero caos. Empiezan a entrar y salir personajes, no todos son quienes dicen ser y hay secretos a tutiplén. A veces la escena llega a estar poblada con multitud de ellos y los diálogos paracen ir a toda velocidad. 


    «El silencio es lo más elocuente que existe. Sólo cuando callamos, lo decimos todo».


    Hay espacio incluso para la tensión y la intriga, sobre todo hacia el final. Las descripciones de los escenarios las realiza Poncela con mucha meticulosidad y precisión. 

    Cuando los acontecimientos van pasando con rapidez y los personajes tienen los nervios casi desquiciados, debemos estar muy pendientes de las acotaciones, ya que cada uno de ellos se dirige a unos y otros indistintamente y se produce entonces un pequeño lío. Llega un momento en el que ya formamos parte indisoluble de ese simpático enredo. Estamos igual que ellos y no sabemos quién logra abrir la caja fuerte, quién se ha cargado a un personaje y quién es el chalado que se pone a disparar desde el jardín. Os podéis hacer una idea de lo que encontraréis en este librito, y todo ello, no olvidemos, siempre en clave de humor. 


    Al final, el más sosainas es el que podríamos llamar protagonista, Daniel, y los más divertidos, para mí, el Tío y el Castelar, catetos y ladrones de tomo y lomo, pero casi, casi los más honrados, oigan.

    No hay que esperar en esta comedia críticas de ningún tipo, sesudos pensamientos filosóficos ni análisis de sociedad. Está escrita sin otras pretensiones que las de divertir y entretener al público o al lector. Para ello se sirve Poncela de situaciones casi esperpénticas que se desarrollan mayormente en un único escenario plagado de puertas que permiten jugar al equívoco. 

   Junto con los cuatro personajes antes mencionados hay muchos otros, como la misteriosa Herminia, que desencadena el principal cambio que experimenta nuestro protagonista, sus padres, el comisario Menéndez, el doctor Laredo, etcétera. Todos ellos tienen su función, y es que este título es un cóctel en el que hay un poquito de todo: romance, crimen, misterio, traición… 

   Es un libro muy corto y con un lenguaje muy simple, aunque pueden observarse diferentes registros según el personaje que hable. Se puede leer del tirón o alternándolo con algún otro más sesudo. La única complejidad se da en las partes en las que en la escena se junta un amplio número de personajes. 

   La historia viene precedida de una introducción en la que el autor nos revela cómo se
gestó, pero mi consejo es dejarla para el final y llegar al texto sin saber nada de nada, que es como más se puede disfrutar. 

    Poncela vivió en una época convulsa en la que a la censura franquista le gustaba hacer de las suyas. Él, como tantos otros, la sufrió. No tuvo una existencia fácil por diversos motivos, pero siempre encontró hueco para el humor, porque este es imprescindible. Decidme, ¿habéis comprobado la calidad del suyo en alguna de sus obras? 

Puntuación: 3 (sobre 5)

Middlemarch

14/05/2017
     Middlemarch es la séptima novela de George Eliot, quien comenzó a escribirla en 1869. Durante 1871 y 1872 se publicó por fascículos. La primera edición completa en un único tomo salió a la venta en 1874 y supuso todo un éxito.

     En España hay actualmente dos ediciones en nuestra lengua, una de la editorial Cátedra y otra de Alba Editorial. La primera, publicada en edición de bolsillo, es comentada, consta de 960 páginas y cuesta 30'10 €. La segunda, en tapa dura, tiene 896 páginas y está a la venta por 33'50 €.

¿De qué va?: 

     En Middlemarch, una localidad inglesa, varias personas entrecruzan sus vidas sin sospechar cómo va a jugar con ellos el destino. 
    Dorothea Brooke es una joven que aspira a realizar elevados proyectos que hagan felices a otros. En su camino aparecen dos pretendientes, sir James Chettam y Edward Casaubon, quien parece poseer una profunda sabiduría que la deslumbra. No obstante, Edward tiene lo que él considera una mancha en su familia, su primo Will Ladislaw.
    Por otro lado, la llegada de un médico con nuevos métodos, Tertius Lydgate, supone toda una revolución en Middlemarch. Sin buscarlo, Tertius se ve relacionado de distintas formas con Dorothea, Will, Edward y la hermosa y frívola Rosamond Vincy. 
    Al mismo tiempo, el hermano de Rosamond, Fred, vive pendiente de una herencia para poder casarse con la mujer que ha amado siempre, una muchacha trabajadora y responsable a la que la familia de él considera muy inferior y que quizá no le corresponda.


¿Qué opino yo? (Sin destripes):

    Si no habéis leído este libro, lo mejor que puedo deciros es que dejéis ahora mismo esta reseña y corráis a buscarlo. Esta novela de George Eliot ocupa un lugar preeminente en el Olimpo de las obras literarias y también se ha situado en lo más alto de mi escala personal. Es de esos textos que dejan una fuerte resaca y cuyos personajes acompañarán al lector ya mientras viva. Es el arte manifestándose en forma de libro

    Parece que Middlemarch es una de esas novelas a las que se les tiene mucho respeto por su extensión y por los prejuicios, pero, en serio, sacudíos todo eso de encima y cogedla sin miedo. Os sumergiréis en el mundo inglés más tradicional y provinciano de los años 30 del siglo XIX, con sus terratenientes, sus caserones, las convenciones sociales y rebeldías frente a las mismas, los avances médicos y técnicos, las reformas políticas, etcétera.


    Son muchos los temas que se desarrollan a lo largo de las páginas, pertenecientes al mundo exterior y, también, interior del hombre. Entre esas tramas, pese a no ser esta una novela romántica, ocupan un papel importante el amor y el matrimonio, que no tienen por qué ser exactamente lo mismo. De hecho, hay mucha crítica al modo en el que algunas uniones se consolidaban y al papel que se veían forzados a desempeñar la esposa o el marido. No es eso lo único que Eliot pone en tela de juicio, sino que quedan expuestas diversas cuestiones sobre las desigualdades sociales, la falsa moral, el juego, las funciones eclesiásticas, el rechazo a los cambios, etcétera. 


    «Es una mente muy estrecha la que no alcanza a ver un tema desde distintos puntos de vista».


    Como todas las personas son diferentes, también en esta obra existen distintos personajes que reflejan las más variadas actitudes y vivencias, resultando gran parte de ellos igual de importantes y complejos. Esta es, por tanto, una historia coral en la que la mayoría de sus protagonistas evolucionan psicológicamente y son vapuleados en una u otra dirección por la suerte que les toca y las decisiones que toman, como sucede en la vida misma. 

    Las primeras páginas nos exigen tener paciencia. Hay una barrera, quizás de unas cien o ciento cincuenta páginas más o menos, que hay que pasar para empezar a sentir con los personajes. Os digo esto porque aunque la calidad es palpable desde el principio, tal vez os pueda pasar como a mí, que me precipité a la hora de juzgar a algunos personajes y me daban ganas de abandonar la lectura, y os aseguro que evolucionan muchísimo hasta el final. 

     Uno de los principales nombres es el de Dorothea Brooke, a la que califiqué de prepotente y orgullosa para luego tener que tragarme mis palabras. El alma de Dorothea tiene tal sensibilidad que es imposible captarla bien desde el principio. Poco a poco uno empieza a entender por qué hay que querer a Dorothea y por qué hay un joven por ahí que siente lo que siente. 

    Con Will Ladislaw también me equivoqué mucho. Es un hombre sin profesión que no se asienta en ninguna parte, pero al final me será imposible olvidarme de él por su pasión y la integridad que demuestra. Tanto en el caso de Will como en el de Dorothea es necesario que sufran para que los conozcamos plenamente y para que cada vez nos sintamos más unidos a ellos. 
   

    «Cuando uno ve a una mujer perfecta, no se piensa en sus atributos..., sólo se es consciente de su presencia».


    Junto a Will y Dorothea, que menciono en primer lugar por ser los que más me han gustado, está Edward Casaubon, un hombre clave para que empecemos a vislumbrar el espíritu de ella. La misma relevancia tienen Fred y Rosamond Vincy, Tertius Lydgate y Mary Garth. Todos ellos son reflejo de una era y poseen unas aspiraciones y unas esperanzas (alcanzadas o frustradas según los casos y el momento). 

   Rosamond, caprichosa y egoísta, representa a un tipo de mujer distinta de Dorothea y Mary. Su forma de ser trae consecuencias que George Eliot plasma juiciosamente sin abandonar el espíritu analítico aplicado a los comportamientos humanos. Lentamente ella y sus circunstancias van encajando con las de los que la rodean, dando lugar a cuestiones cada vez más enmarañadas e insospechadas

    Fred, por su lado, a pesar de sus rasgos negativos, simboliza el amor más calmado y puro, el que se inicia en la infancia y crece junto con el cuerpo y la mente, sin interrupciones ni dudas. Es curioso que un personaje tan inestable en varios aspectos y tan indolente muestre tal constancia cuando se trata del corazón. 

    Del resto de personajes prefiero no comentar nada, pues corro el riesgo de desvelar demasiado si se unen todas las piezas. No obstante, me quito el sombrero ante los secundarios, que dan tanto juego como los principales y hacen que la obra resulte aun más redonda. 

    ¿Sois de los que teníais las emociones a flor de piel con las historias de Jane Austen? En serio, leed Middlemarch. Y eso que, como os he dicho antes, no es una novela romántica.

    El estilo de George Eliot es impecable. No es precisamente fácil y no me importa reconocer que he tenido que leer algunos párrafos dos o tres veces para captar las sutilezas, pero tranquilos, que esa no es la tónica general. Aunque las frases tiendan a ser largas y el vocabulario de un nivel erudito, lo que se narra y los personajes tienen tanto atractivo que, después de todo, las páginas se pasan volando. No muchos autores demuestran esta maestría, ni siquiera entre los clásicos

   El texto se divide en ocho libros que responden a la publicación original en fascículos. Estos están precedidos por un prólogo que al principio me resultó un poco raro, ya que nos habla de santa Teresa, y seguidos de un epílogo.

    Tengo la sensación de que esta reseña se queda corta, no le hace justicia al libro y no os he dicho nada relevante, pero creo que no hay palabras para expresar el cúmulo de sensaciones que me ha dejado. Contadme, ¿lo habéis leído o tenéis pendiente hacerlo?

Puntuación: 5 (sobre 5)
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