Emily lejos de casa

17/05/2013

     Emily lejos de casa es la segunda novela de las tres que componen la saga de Emily Starr. La primera de ellas es Emily, la de Luna Nueva y la tercera, Emily triunfa.
     Se publicó por primera vez en Canadá en el año 1925, pero a España nos llegó de la mano de Emecé en 1997. Consta de 378 páginas, aunque hoy en día está descatalogada, igual que las otras dos. Sin embargo, en 2014 Toromítico comenzó a publicar una nueva edición de esta saga.

¿De qué va?: Emily está en la edad de asistir a la escuela secundaria de Shrewsbury, donde estudian todos sus amigos. Sin embargo, su tía Elizabeth le asegura que no podrá ir si no promete abandonar su afición por la escritura, hábito que su familia no puede comprender.
     Pese a todo, publica sus primeros poemas y comienza a escribir en el periódico local. Su camino hacia el éxito parece asegurado, pero quizás para continuar en él deba aprovechar una oportunidad magnífica que le brinda el destino, aunque le obligaría a cambiar su vida para siempre.


¿Qué opino yo? (Sin destripes):


     En esta segunda novela vamos a ver poco los paisajes de la Luna Nueva y a las tías Elizabeth y Laura y al primo Jimmy. Emily tiene que mudarse a la casa de la tía Ruth para poder realizar sus estudios durante tres años. Ésta es probablemente la más desagradable y meticona de sus tíos, por lo que el tiempo que la protagonista tiene que pasar con ella no va a ser fácil, y se produce más de un rifirrafe entre ambas.

     Además, Emily es de la opinión de que las casas han que querer a quienes habitan en ellas y al contrario, pero ella no se siente a gusto en ese lugar. La habitación en la que tiene que alojarse le parece extraña, poco acogedora. Sin embargo, cerca de allí hay otro precioso paisaje que le va a ayudar a seguir soñando y a encontrar la inspiración. Es al que ella llama Tierra de la Rectitud, un bosque de abetos y helechos.

     De nuevo las descripciones que Lucy Maud Montgomery hace de la naturaleza son realmente bellas. En esta novela, además, no vemos sólo el medio natural como algo acogedor, sino que los elementos comienzan a irrumpir con violencia en determinadas ocasiones y conducen a los personajes a situaciones que nunca van a poder olvidar.



 «No eres en realidad muy bonita, lo sabes, Estrella, pero tu rostro hace que las personas piensen en cosas hermosas, y ése es un don mucho más preciado que la mera belleza».

     
     En el primer libro, Emily era una niña, pero en éste se convierte en una adolescente. La historia transcurre entre sus trece y sus diecisiete años. Como es lógico, se incorporan leves toques de romance y la muchacha empieza a sentirse atraída por alguien, al mismo tiempo que defiende su libertad y su independencia para llegar a la cima como escritora.

     Admito que en esta segunda parte de la saga me he enfadado mucho con Emily, aunque casi la he perdonado. Sus virtudes siguen ahí, creciendo con ella, pero también se potencian sus defectos. El orgullo Murray se le ha subido a la cabeza y en ocasiones actúa con suficiencia y engreimiento. De hecho, la misma autora, en los fragmentos en los que el narrador está en tercera persona, nos dice que ella sólo es la biógrafa de Emily, no su apologista. Por fortuna, nuestra protagonista tiene a su alrededor personas que la quieren y le ponen los puntos sobre las íes cuando es necesario. Ella misma se muestra muy sensata cuando reconoce que eso le viene bien. 

     Todo esto hace que Emily tenga muchos matices y no sea una chica perfecta, pero, la verdad, los personajes perfectos suelen ser planos y aburridos, y ella no es ni lo uno ni lo otro.



«Pero voy a consignar aquí un juramento, en mi diario, con toda solemnidad. Mi pluma curará, no lastimará».

     
     En cuanto al estilo narrativo, en esta novela se utiliza más el narrador en primera persona que en la anterior, ya que Emily vuelca más a menudo en sus diarios sus vivencias, pensamientos y sensaciones. Es algo parecido a lo que hacía en las cartas a su padre, sólo que aquí observamos que ya va madurando y que tiene que enfrentarse a otro tipo de problemas.

     Sus extraños poderes psíquicos vuelven a hacer acto de presencia, de una manera que consigue que hasta la propia Emily se asuste de sí misma. Sin embargo, la forma en la que actúan y el misterio que los rodea me han parecido más interesantes que en Emily, la de Luna Nueva.

     Hay momentos de tensión, de ternura, de auténtica amistad, de contemplación, de superación, de intriga y hasta de humor. En lo que se refiere a este último aspecto, la escena del perro casi al final es genial. No esperaba algo así y me hizo reír mucho.

     Por lo demás, el ritmo sigue siendo pausado; las escenas, cotidianas; la acción, escasa y las descripciones, breves pero intensas. 

       «Se pierde tanto si te vuelves incrédulo».          

    
    Emily consigue sus primeros éxitos como escritora, pero también dolorosos fracasos. A su lado continúan sus amigos, Ilse, Teddy y Perry, y también Dean Priest, que ahora parece ver a la joven como un ideal casi inalcanzable.

     Sus compañeros de la infancia van creciendo junto a ella y, del mismo modo, tratan de alcanzar sus sueños. Se ponen de manifiesto sus virtudes y sus defectos. Si hay algo negativo, es que uno de los protagonistas principales no está tan bien desarrollado como los demás. De hecho, aún no he visto su lado negativo, y me resulta curioso que sea precisamente ese personaje.

     El final contiene cierta emoción y deja la puerta abierta a un futuro en el que puede pasar cualquier cosa. Dan ganas de buscar rápidamente el último libro y conocer de primera mano lo que el destino les ha reservado a  Emily y a sus tres amigos.

Puntuación: 3 (sobre 5)

El testigo invisible

13/05/2013

     Carmen Posadas es ya una veterana escritora con muchos títulos en su haber. En 2013 la editorial Planeta ha publicado su última novela, El testigo invisible, que consta de 460 páginas y está a la venta por 21 euros.

¿De qué va?: Leonid Sednev, deshollinador imperial y más tarde pinche de cocina, tenía quince años la noche del 17 de julio de 1918, cuando un grupo de militares de la Revolución bolchevique asesinó brutalmente a la familia imperial rusa. Leonid fue el único superviviente y testigo invisible de la tragedia. 
     Mucho tiempo después, un Leonid ya anciano decide recomponer sus recuerdos y comienza este relato, desde los ojos del sirviente de la familia imperial, con el que recrea los últimos años del Imperio ruso y el cambio de régimen.


¿Qué opino yo?:


     Cuando hago una crítica en el blog, ya sea literaria, cinematográfica o televisiva, siempre advierto si contiene o no destripes. En este caso he decidido no poner nada, ya que el simple hecho de saber un poco de historia rusa, de su revolución y el fin de los Romanov es un destripe enorme a la hora de leer El testigo invisible. No obstante, siempre se puede aprender algo nuevo, y Carmen Posadas aporta numerosos datos de gran interés.

     Nada más empezar a leer ya se nos dice cómo terminó la familia imperial rusa, así que en este sentido el final no supone ninguna sorpresa, ni para los que ya conocían la historia ni para los que no. Lo  importante es, por lo tanto, ver cómo se fue gestando cada uno de los pasos que desembocaron en la ya sabida conclusión. Muchas personas con actos muy distintos fueron responsables de los acontecimientos que sucedieron, y también lo fue el azar.



«Es la gran ventaja que tiene hacerse viejo, ¿sabe? Uno consigue ver el desenlace de las cosas que vivió. Sí, esa es la mejor manera de juzgar las cosas, tener un poquito de perspectiva; y eso sólo lo da el tiempo».

     
     Leonid es el narrador, y a través de sus experiencias, de testimonios que le llegan de otros y de documentos a los que tiene acceso, vamos conociendo todos los hechos. Cuando es un anciano cuenta lo que vivió en su juventud; así se van alternando dos tiempos, uno más reciente (1994) y el de la Rusia imperial de Nicolás II.

     La labor de documentación de la autora ha debido de ser exhaustiva. El problema viene cuando vuelca en las páginas demasiado de lo que sabe, de manera que algunos fragmentos parecen salidos de una enciclopedia o de un documental. Eso hace que esta obra sea más una crónica novelada que una novela al uso. Por eso creo que hay que estar interesado en esa parte de la historia del mundo para disfrutar con este libro. Si alguien va buscando únicamente puro entretenimiento, es mejor que elija otra opción, pero a los apasionados de la familia Romanov les gustará.


     La ficción, como corresponde, también está presente, centrada fundamentalmente en Leonid y su vida personal. Lo que no me ha convencido del todo es que, alguna que otra vez, en medio de los datos verídicos acerca de los Romanov, la escritora añade algo de su invención. Es absolutamente normal que se escoja personajes reales y se les incluya en un relato mitad inventado, mitad cierto, pero si se opta por ofrecer una visión real de lo que ocurrió y para ello se exponen los sucesos como fueron pasando, puede crear confusión intercalar algo imaginado.


     La autora trata de mantener una cierta objetividad y de presentar a los personajes con sus errores y sus aciertos. Quien es verdugo también puede ser víctima, y viceversa. Las equivocaciones del zar quedan patentes en el texto, y también su paciencia y su estoicismo durante su cautiverio. Ocurre lo mismo con la timidez de la zarina, lo poco que le gustaban las fiestas y las relaciones sociales; eso hizo que se malinterpretara su actitud y se entendiese como un desprecio a la sociedad rusa. Esto se creía especialmente porque Alejandra era alemana. Todo ello unido a su relación con Rasputín aumentó el odio que se le tenía en algunos sectores.

     De este último Carmen Posadas descubre aspectos interesantísimos, sobre todo los que tienen que ver con su muerte, desmontando muchos mitos. Esto sí que ha supuesto una auténtica novedad para mí y ahora me explico algunas cosas. Parece ser que hace unos años se desclasificaron unos archivos secretos del servicio de inteligencia británico donde se cuenta la verdad, y es quizás lo más sorprendente de la novela.

     En cuanto a las grandes duquesas y al zarévich, es imposible no compadecerse de ellos. Durante su confinamiento, en la obra las muchachas muestran una actitud amable y conciliadora a pesar del trato humillante que reciben. En la vida real, el comportamiento de los guardianes con ellas fue incluso más vejatorio de lo que vemos en este libro, lo que hizo que las dos mayores, Olga y Tatiana, se volviesen más retraídas de lo que parecen en El testigo invisible.

     Las jóvenes tuvieron también sus historias de amor. Algunas se recogen en la novela, pero no la de María en la casa Ipatiev, lugar donde la familia vivió sus horas más difíciles. No sé hasta qué punto esto es cierto, pero se dice que dos guardias se enamoraron de ella. Un joven llamado Ivan Kleschev declaró que se casaría con una de las grandes duquesas y que si sus padres se negaban, la rescataría de allí él mismo. Sin embargo, parece que la muchacha creó un vínculo afectivo con otro Ivan, en este caso de apellido Skorokhodov. Éste le regaló una tarta a escondidas para celebrar su decimonoveno cumpleaños, y ambos lograron escabullirse para pasar un momento a solas, pero fueron sorprendidos. A él se lo llevaron de allí y las condiciones para los prisioneros se endurecieron más aún.

      Esto no aparece en la obra de Carmen Posadas, pero adoro las anécdotas y no he podido evitar contarla. Lo que sí describe Carmen es otro romance, ficticio, pero muy emotivo, aunque le dedica sólo las páginas finales, o al menos es ahí donde se ve con mayor claridad.

     Los capítulos son cortos y están escritos con soltura y claridad a pesar de los saltos temporales. Recomiendo este libro fundamentalmente a los amantes de la historia.

Puntuación: 3 (sobre 5)