Nieve en abril

 22/12/2025


Esta novela apareció en el mercado editorial anglosajón por primera vez en 1972, siendo así una de las primeras obras publicadas de Rosamunde Pilcher. En España ha conocido varias ediciones y reimpresiones. Ya en 1994 se hizo cargo de ella Penguin Random House Grupo Editorial. En el día de la fecha de esta entrada, la edición que está a la venta en este país es de bolsillo y cuesta 12,95 €. Consta de 211 páginas.

¿De qué trata?:

A pocos días de su boda con un hombre del que no está enamorada, Caroline Cliburn decide emprender un viaje a Escocia con su hermano pequeño, Jody, con el fin de ver a Angus, el hermano mayor, quien lleva años sin aparecer. Ambos creen que es su última oportunidad para encontrar un hogar en el que pueda vivir Jody tras la boda de Caroline y la mudanza a Canadá de la madrastra de ambos.

Sin embargo, una tormenta de nieve interrumpe bruscamente sus planes y acaba llevándolos a la puerta de un solitario joven escocés.


¿Qué opino yo? (Sin destripes):

Mi relación con los libros de Rosamunde Pilcher oscila entre dos extremos que van desde el más amplio disfrute al odio más profundo. La conocí con un compilación de relatos que venía como regalo con una revista. En esas historias cortas, la autora hacía gala de un estilo sencillo pero envolvente, cercano y preciosista al mismo tiempo. Rápidamente sumergía mi imaginación en un ambiente acogedor y cálido, a pesar de la climatología adversa en algunos de esos relatos.

Después cayó en mis manos Solsticio de invierno, que venía avalado por multitud de  críticas positivas, las cuales no pude comprender tras concluir la lectura (y sigo sin poder hacerlo). Es un libro que me hizo sentir muy mal por su apología del adulterio y la cantidad de adultos disfuncionales que lo protagonizan. 

Me sucedió lo mismo con Carrusel, donde la autora vuelve a enfocar la infidelidad, la falta de compromiso y el egoísmo como una situación deseable. La decadencia moral como vía a la felicidad, como se muestra en estos dos últimos títulos, me parece una aberración y es algo que no deseo encontrar en mis lecturas, y menos si me vienen recomendadas como obras agradables y reconfortantes.

Llegados a este punto, se me pasaron las ganas de leer nada más de esta escritora, pero a causa de la impresión de aquellos primeros y bonitos relatos, ya me había agenciado buena parte de su producción, así que volví a intentarlo, esta vez con Bajo el signo de géminis, que sí me provocó las sensaciones que yo deseaba y me llevó a recobrar la esperanza, por lo que me atreví con una de sus obras más famosas, El regreso. Fue otro fracaso, pero por otros motivos, como una protagonista de cartón y una historia de amor en la que no hay amor (ni historia).
 
Durante un tiempo he dejado a Rosamunde Pilcher en el olvido, pero ahora que tengo entre manos una lectura muy densa de Dickens y que el frío empieza a hacer su efecto en el cuerpo y el ánimo, me apetecía alternar ese libro con otro de lectura fácil y atmósfera cálida en lo que respecta a ambientes y emociones.

Sin duda, Nieve en abril ha sido la lectura que buscaba, lo que siempre he esperado de esta autora desde que la conocí. Esto no quiere decir que sea un libro perfecto, ya que tiene defectos flagrantes, pero me he sentido abrigada entre sus páginas, como si, al igual que Caroline y su hermano Jody, acabase de salir de una tormenta de nieve para refugiarme al calor del hogar con una deliciosa comida casera y contemplar los campos helados a través de una ventana.
 
La trama que plantea aquí Rosamunde Pilcher es muy simple y no nos vamos a llevar ninguna sorpresa, pero, precisamente, leer sobre gente común encontrando su espacio y calmando su mente en un paisaje de belleza embaucadora es lo que me ha atrapado, además del habitual estilo de la autora, quien escribe para gente también común, lectora o  no, que desee relajarse con una escritura capaz de provocar sensaciones pictóricas. Pilcher sabe colocar cada objeto, ornamento o elemento natural en su trama para que nos sintamos parte de ese cuadro placentero.


«La vida es demasiado corta como para mirar atrás. Eso sólo sirve para salirse del camino, tropezar y, probablemente, caer de bruces. Yo prefiero mirar hacia delante».


Cuando los personajes llegan a ese ambiente y acaban amoldándose a él, se produce una sensación de equilibrio, del cual es partícipe el lector para acaparar algo del bienestar que hallan esos personajes. Esa es la mayor virtud de la novela, la cual he sentido como una versión extendida de alguno de aquellos relatos con los que conocí a la autora. Así, como sucede habitualmente con los relatos, no hay tiempo para otorgar una gran complejidad a los personajes ni una conclusión más sólida y desarrollada. Por ello, la historia de amor resulta precipitada, pero, aun así, se puede palpar entre líneas cómo se inician esos sentimientos entre los protagonistas. Sencillamente se trata de dos personas adecuadas, con un importante grado de insatisfacción en sus vidas, que se encuentran en un entorno adecuado en el momento correcto. Puede interpretarse como el destino torciendo los planes de la gente, algo que nos es poco habitual ni extraño.

Caroline, por su parte, es una joven que lleva mucho tiempo sin tomar las riendas de su vida. Puede parecer caprichosa, pero en realidad es alguien que se dejó marcar por un contratiempo del que no se rehízo.

Por otro lado, Oliver es un hombre autoritario, de los que ya he conocido en otros libros de esta escritora, pero que necesita a alguien que le aporte un poco de luz y dulzura.

Para que exista algo más de tensión dramática, Rosamunde Pilcher se sirve de otra mujer en la ficción, Liz, quien lleva toda su vida enamorada de Oliver y que, tal como se recalca como si fuera algo trascendente, es mucho más atractiva que Caroline.

Estos son los ingredientes básicos. No puedo decir más por riesgo de
 incurrir en algún destripe, pues aunque la historia es previsible, lo ideal es ir descubriendo por uno mismo cómo se desarrolla y cómo va afectando a los personajes.

No se trata de una novela para gente exigente con la literatura, sino para aquellos que ven cada nuevo día como un regalo y disfrutarían mirando un amanecer nevado a través de una ventana, tumbados sobre la hierba a la orilla de un lago sin hacer nada más o contemplando un rayo de sol que se filtre por una rendija de un desván para iluminar el polvo en suspensión.
 
Puntuación: 2,75 (sobre 5)