Robada de Trasmoz la escultura de Gustavo Adolfo Bécquer


23/04/2014    

   Anoche, antes de acostarme, entré en Facebook y vi una noticia muy triste. Pocos medios la han recogido, porque el arte, la sutil melancolía de la poesía, la belleza de tierras mágicas pero poco pobladas no encuentran su espacio en la caótica espiral de los sucesos mundanos que nos enseñan cada día en las televisiones.

    El Moncayo, refugio de brujas y misterios, fue un lugar trascendental en la vida de Gustavo. En el Monasterio de Veruela compuso sus Cartas desde mi celda, una parte de su obra que, por desgracia, no es tan conocida como las Rimas o las Leyendas. En ellas, Bécquer nos hace partícipes de su estancia en la zona, de cómo vivía el transcurrir de los días, de muchos de sus pensamientos íntimos. De su mano conocemos Trasmoz, un pequeño pueblecito, cargado de leyendas, que hace unos años no llegaba a los ochenta habitantes. 


     Allí, a los pies del castillo, se hallaba desde 2008 una escultura del poeta hecha por otro artista, Luigi Maráez. El suceso lamentable al que quiero referirme es que ha sido robada.

    La obra, de bronce y valorada en 20.000 euros, fue erigida gracias a las aportaciones de muchas personas y, por supuesto, del propio Maráez. De dos metros y con 300 kilos de peso, es difícil explicarse cómo se ha producido el robo. Al parecer, la arrancaron de su pedestal y usaron algún tipo de vehículo de gran tamaño para transportarla.

    Los ladrones, no satisfechos con ello, se han llevado la placa, también de bronce, que estaba en el cementerio y que mostraba un breve fragmento de la Carta III. 



     Creo que nunca lo he dicho por aquí, pero uno de mis sueños era poder visitar algún día el Moncayo, hacer el recorrido que Gustavo hizo en su momento y poder ver esta preciosa escultura que tan fielmente le refleja. 

     Podríamos poetizar y pensar para consolarnos que alguien con el corazón destrozado y la mente atrapada en sus propios deseos anhelaba tener la imagen del poeta exclusivamente para sí y susurrarle a solas palabras de amor. O también podríamos creer que las brujas de Trasmoz han hecho de las suyas y, con una travesura que dé que hablar para que no las olvidemos, han escondido la escultura del hombre que ayudó a inmortalizarlas. 



    Sin embargo, el mundo en que vivimos no funciona así. Hablamos de bronce, y es probable que la intención de quienes nos han privado de esta obra de arte sea obtener dinero con ella. Hoy Gustavo ha vuelto a perder.

"De lo que vale, de lo que es algo, no ha de quedar ni un átomo aquí".
                                                         Carta III. 
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