Ana, la de Avonlea

05/04/2014

     Ana, la de Avonlea fue editado por primera vez en Canadá en 1909. La editorial Salamandra trajo esta continuación de Ana, la de Tejas Verdes a España en los años 90. Un tiempo después, la obra fue descatalogada en nuestro país. Ahora Toromítico ha dedicido publicarla con una nueva traducción. Este volumen está a la venta por 15 euros y consta de 293 páginas.

¿De qué va?:

     Anne Shirley se enfrenta a nuevos retos como maestra de la escuela y fundadora de la Sociedad de Fomento de Avonlea, sociedad juvenil pensada para la mejora del lugar. Su imaginación y su vitalidad seguirán haciendo que se vea envuelta en divertidos malentendidos y nuevos problemas que tendrá que resolver. Mientras ella se convierte en mujer, sus aventuras y ocurrencias nos divertirán y tocarán nuestro corazón.


¿Qué opino yo? (Sin destripes):

     Creo que todos los lectores compartimos el miedo a que las sagas que leemos vayan perdiendo calidad conforme la historia va avanzando. Esto, sumado a las altas expectativas que tenía con esta novela y a la cantidad de años que llevaba queriendo leerla, ha hecho que ese temor aumentara, pero en cuanto me he sumergido en la magnífica narración de Maud, todo eso ha desaparecido.

    Llevo varios días pensando en cómo podría hacer esta reseña para explicar cómo me he sentido, pero he llegado a la conclusión de que no sería capaz de transmitiros ni una décima parte de lo satisfecha que estoy y de la sensación tan agradable que me ha dejado.

    Seguramente todos los libros aporten algo a sus lectores, pero hay algunos, especiales, que tienen la facultad de curar. Éste es uno de esos. Ana, la de Avonlea es una novela con alma. Cuando un lector llega a la última página sonriendo, cuando se ha emocionado con los personajes y siente que ha vivido con ellos sus vidas, es que hay algo mágico en esa obra. 



«Los hombres que vivieron antes que yo han hecho tanto por mí que quiero mostrar mi agradecimiento haciendo algo por los que vendrán después».


    Hacía mucho que no me sentía tan bien con un libro. No se trata sólo de que la trama, el estilo o los personajes gusten, sino de que al terminar la lectura, todo parece mejor y el mundo un poquito más feliz.

    Creo que así podría resumir lo que ha sido Ana, la de Avonlea para mí, aunque esto es algo muy personal y cada lector lo vivirá a su manera.

    Lo que la autora nos plantea aquí son retazos de vida. No hay un hilo argumental continuo, sino distintos episodios con vivencias cotidianas de Anne y sus conocidos, pero escritos con la maestría con la que Maud sabía hacerlo y, una vez más, con preciosas descripciones que nos transportan de lleno a Avonlea y sus alrededores.

    Hay capítulos divertidos, ya que Anne no pierde su esencia y sigue metiendo la pata en más de una ocasión; los hay también tristes, románticos, soñadores, etcétera.

  Nuestra encantadora pelirroja aparece completamente integrada en Avonlea y preocupada por su mejora. Además, también es interesante ver cómo se las apaña como maestra con su inexperiencia y juventud. No olvidemos que esta parte empieza con una Anne de dieciséis años. 


    Aunque sobre esto hay opiniones muy diversas, a mí personalmente me ha gustado más Ana, la de Avonlea que Ana, la de Tejas Verdes por distintos motivos. El primero de ellos es que hay más personajes y todos tienen su propia historia y unos sentimientos y pensamientos bien desarrollados. Esta pluralidad me encanta, porque no sólo hace más rica la vida de la protagonista, sino también el propio relato; le aporta dinamismo.

Algunos de estos personajes son los mellizos Dora y Davy (quien le da más de un disgusto a la pobre Marilla), el señor Harrison y la señorita Lavendar. La primera vez que vemos el hogar de ésta, la Morada del Eco (un nombre muy poético, ¿no os parece?), es inevitable sentirse como Anne: dentro de un cuento en el que el tiempo dejó de transcurrir. En seguida intuimos que ahí debe de haber una romántica y melancólica historia.


    Otra cosa que me gusta es que Anne, aunque mantiene intactos sus sueños y su capacidad de abstracción, ya no tiene esos largos
monólogos que ralentizaban la acción. Por supuesto, sigue teniendo las mismas maravillosas ideas, pero sabe sintetizarlas y comunicarlas mejor.

    Lucy Maud Montgomery nos muestra también cómo Avonlea va cambiando al ritmo que lo van haciendo sus habitantes. Quizás es Anne la que evoluciona menos drásticamente, pero en sus amigos, Diana y Gilbert (aunque éste no tiene mucho protagonismo), se puede apreciar mejor cómo van abandonando la niñez para pasar a la edad adulta. El final es en este sentido muy prometedor y da pie a un tercer libro que parece que será aún mejor, si es que eso es posible.



Puntuación: 5 (sobre 5)
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