Ésta es la primera novela de Eduardo Mendoza. Publicada en 1975, lleva ya varias ediciones a sus espaldas. Ha sido elogiada por público y crítica, y a día de hoy podemos encontrarla en librerías a precios muy asequibles. La editorial Seix Barral tiene una edición de bolsillo con 448 páginas por 8'95 euros. Por su parte, Crítica ofrece una de 548 páginas, y su precio actualmente es de 13'95 euros.
¿Qué opino yo? (Sin destripes):
Este libro lo leí por obligación hace unos
años y ahora he vuelto a él para hacer una relectura de forma voluntaria.
Aunque me sigue gustando, me ha cautivado algo menos que la vez anterior. No
obstante, es una buena novela, pero no es fácil de leer. Personalmente no la
recomendaría a alguien poco acostumbrado a la lectura, y si de todas formas una
persona con poca experiencia en esta actividad se quiere aventurar, ha
de saber que es un texto al hay que prestar mucha atención.
Digo esto porque la estructura es un puzle en el que las piezas van encajando poco a poco, fundamentalmente
gracias al buen hacer del autor, pero también gracias a la capacidad de
relación y memorística del lector.
El desorden cronológico y narrativo y los
cambios de género que se dan desde las primeras páginas hasta bien avanzada la
obra pueden causar cierta perplejidad e incluso confusión si la concentración
no es suficiente, pero poco a poco el rompecabezas va tomando forma,
atrayéndonos cada vez más y provocándonos un mayor deseo de conocer la
composición final.
Se despliega todo un abanico de personajes que,
con sus acciones, van a desencadenar los acontecimientos.
Incluso el más insignificante de ellos tiene su importancia dentro del relato.
Javier Miranda es el protagonista principal y,
sin embargo, no es quien mueve los hilos de nada. Como se deduce de sus
acciones, es un hombre de carácter débil, de escaso valor para hacer frente a
distintos aspectos que afectan a su vida personal y profesional. Y, a pesar de
todo, algunas de sus decisiones resultan claves para el desarrollo de ciertos
sucesos.
Por otro lado está Lepprince, un joven
triunfador, enigmático y con aparente seguridad en sí mismo. Tiene mucho que
esconder, pero sus secretos irán quedando patentes a lo largo de la novela. Con
todo, hay ciertas cuestiones relacionadas con él que nunca llegamos a conocer por completo.
Junto a ellos aparecen otros hombres importantes, unos, responsables de diversas actuaciones y otros, receptores de las consecuencias derivadas de algunos actos, propios o
ajenos: Savolta, Claudedeu, Pere Parells, Pajarito de Soto, el comisario
Vázquez, Max, Nemesio Cabra Gómez y Cortabanyes. Este último es, para mí, quien
encierra más misterios. El origen y el porqué de su relación con Lepprince no
quedan suficientemente claros, sólo se insinúa una posibilidad. Además de esto, hay otros aspectos que no tienen respuesta, aunque afortunadamente son pocos.
«No le conozco a él, sino a su careta. La
naturaleza crea infinitos tipos humanos, pero el hombre, desde su origen, sólo
ha inventado media docena de caretas».
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También hace acto de presencia una mujer que contribuye a
arrastrar a algunos hombres a su destino: María Coral. Es una atractiva gitana
que se nos presenta de forma ambigua, ya que no deja de ser una víctima de las
circunstancias, pero también actúa como verdugo.
La propia Barcelona de principios del siglo
XX es una protagonista más. Mendoza nos lleva por sus calles, sus barrios de
lujo y los marginales, y utiliza un contexto histórico determinado para recrear
una ficción. Los conflictos nacionalistas, la explotación obrera y las huelgas
forman parte del libro.
No pretendo hacer publicidad, pero la
edición que he leído, la de Crítica, es casi excelente. Digo casi porque tiene
algunas faltas ortográficas, pero por lo demás es bastante buena: su prólogo es
extenso y muy interesante, aunque lo mejor son las notas aclaratorias a pie de
página a lo largo de toda la obra. Se nos ofrece información sobre los sucesos
históricos que van sucediendo en el texto y datos biográficos de las
personas reales que se mencionan en él, y no sólo eso: a Eduardo
Mendoza le encanta usar palabras poco habituales, y esta edición pretende hacer
las veces de diccionario explicando el significado de distintos términos,
además de otras cuestiones lingüísticas. En este sentido creo que los
responsables han exagerado un poco, ya que llegan a aclarar
palabras que a mí no me parecen tan inusuales, como “quinqué”, “brocado”,
“gorjeo”, “gallinero” (del teatro), “averno”, “esquirol”, recauchutado”…
La trama, pese a lo intrincado de la misma,
está muy bien construida. Debe de ser muy difícil para un escritor urdir una
obra tan fragmentada y que al final todo adquiera un sentido completo. La labor
de Mendoza es magnífica.
Ésta es una de las novelas serias del
autor, y de las que he leído de él, la mejor. Amena, interesante e intrigante,
es además un ejercicio mental para los lectores.
Puntuación: 4 (sobre 5) |