¿De qué va?:
Durante una travesía en barco, el afamado seductor Michel Marnet (Charles Boyer) conoce por azar a una cantante, Terry McKay (Irene Dunne). Desde el primer momento ambos congenian bien, por lo que pasan algunos momentos juntos. Poco a poco van descubriendo cualidades en el otro e, irremediablemente, acaban enamorándose. Sin embargo, tanto Michel como Terry, acostumbrados a una vida de champán rosado, están prometidos con personas adineradas. Siendo incapaces de rechazar lo que sienten, acuerdan separarse para poner en orden sus asuntos, buscar un medio de ganarse la vida y, finalmente, encontrarse en la cima del Empire State una vez pasados seis meses. En esa fecha quedará aclarado si siguen amándose o si alguno de los dos ha olvidado al otro.
¿Qué opino yo? (Sin destripes):
Románticos del mundo, no os podéis perder esta película. Si sois aficionados al cine clásico o si buscáis información, sabréis que hay una versión posterior, de 1957, más conocida y que tuvo al mismo director al frente. Ambas son cintas excelentes y los diálogos son casi calcados, así que cualquiera de las dos opciones es buena para disfrutar de buen cine.
La del 57 tuvo la fortuna de alcanzar una fama mayor que continúa aún hoy, en parte gracias al homenaje que Nora Ephron le hizo en Algo para recordar. Con todo, a pesar de que la más reciente incorpora el color y el cinemascope, yo prefiero la del 39, aunque soy incapaz de decir cuál es mejor.
Le tengo un cariño especial a esta versión, porque fue el film que derribó todas mis reticencias contra el cine en blanco y negro. Aunque de chica me encontré con maravillas como Vacaciones en Roma, al ir creciendo no profundicé en el cine en blanco y negro y acabé cayendo en los prejuicios que hoy por hoy muchas personas tienen. A veces veía alguna que otra película antigua de las que emitían en TVE, pero todas en color, como Gigante, El último atardecer, Quo Vadis, La esclava libre, las de Rock Hudson y Doris Day… Sin embargo, era reacia a darle cualquier oportunidad al blanco y negro, hasta que un día, por pura casualidad, me topé con esta película ya empezada en una cadena local. No sé por qué me quedé viéndola. La cuestión es que me atrapó y me hizo darme cuenta de lo que me estaba perdiendo.
Ya más tarde vi la del 57, que, aunque me gustó, no me hizo sentir lo mismo. La pareja formada por Charles Boyer e Irene Dunne me transmitía más que la de Cary Grant y Deborah Kerr, pese a que Deborah es una de mis actrices favoritas.
«Los deseos son sueños que tenemos despiertos». |
La Tú y yo de 1939 es más corta y no tiene relleno innecesario, lo que hace, en mi opinión, que muchas de sus escenas tengan mayor intensidad por concentrar toda la carga dramática en menos tiempo. Los actores también contribuyen a ello. En sus ojos, especialmente en el caso de Charles Boyer, se reflejan paso a paso los estadios por los que pasa la relación: una chispa pícara cuando se conocen, una mirada divertida cada vez que se cruzan, y algo más profundo durante la estancia en Madeira, el convencimiento de que ahí se está gestando algo que nunca antes habían sentido y el miedo a las posibles consecuencias.
Y todo eso los espectadores lo vemos perfectamente, así que el trabajo de la pareja de actores es perfecto. Me gustaría destacar el primer plano larguísimo que Charles Boyer aguanta en cierta escena del final, donde se transluce todo lo que le está pasando por la cabeza.
Se pueden distinguir dos partes. La primera es la travesía en barco, cuando ellos se conocen, y el rato que pasan en Madeira. La segunda es la vuelta al navío, el resto del viaje, conscientes ya de sus sentimientos, y todo lo que viene después.
Michel es, probablemente, uno de los primeros playboys del cine. Es de esos hombres seductores que enamoran a todas las mujeres pero que no se enamora de ninguna, hasta que Terry llega a su vida. Su voluntad de cambiar y de ser capaz de ganarse la vida dignamente está ahí, pero ¿será capaz de ser constante en sus propósitos y afectos?
Como veis, es un tipo de personaje que ya hemos encontrado muchas veces en cine y literatura, pero la belleza de la historia, el buen desarrollo del guion y la digna interpretación del actor hacen que nos interesemos por él y por cómo acabará.
Por su parte, Terry se muestra como el complemento perfecto de Michel desde el primer minuto en que sale en pantalla. Ambos congenian a la perfección, y tras su primera conversación y la mirada que le dirige él, ya sabemos que es diferente de todas las mujeres que ha conocido. Es ingeniosa, cariñosa y busca siempre una respuesta optimista ante cualquier adversidad.
Desde el principio se sabe que se van a enamorar, pero lo que no se puede prever es si cumplirán su promesa o en esos seis meses sin verse alguno de los dos cambiará de idea.
Puntuación: 5 (sobre 5) |