¿De qué va?: Clay Hammond es un escritor de éxito que lee ante un auditorio
su novela. En ella narra la historia de un joven, Rory Jansen (Bradley Cooper),
que sueña con publicar un libro pero que ve cómo su deseo se trunca por el rechazo reiterado de distintos editores.
El
destino le lleva al hallazgo de un manuscrito inédito que hace pasar por suyo y
que le encumbra como uno de los mejores novelistas del momento. Este éxito
llega a oídos del verdadero autor, un anciano que lo escribió durante su
juventud y que tuvo la desdicha de perderlo.
¿Qué opino yo? (Sin destripes): Ésta es una película extraña, con un final
todavía más extraño. Gustará sobre todo a aquellas personas que tienen alma de
escritor, y no me refiero a los que se dedican a “producir” libros para ganar
dinero o fama. De hecho, creo que en la cinta se presentan distintos tipos de
escritores, el que lleva dentro la pasión por las letras y el que necesita
reconocimiento. Es estupenda la escena donde Jeremy Irons se niega a aceptar
dinero por lo que él considera un fragmento de su vida.
A El ladrón de palabras le perjudica su estructura narrativa en forma de caja china, ya que hace el metraje bastante desigual. Lo que se nos plantea es una historia de historias, pero no todas con el mismo interés. La trama en torno a Clay Hammond (Dennis Quaid) me sobra por completo. Cada vez que la película volvía a él, me aburría soberanamente, y su relación con Daniella (Olivia Wilde) está bastante cogida por los pelos. El papel de ella está diseñado para hacer responder ciertas preguntas a Clay, pero lo que realmente nos interesa saber no queda completamente claro.
Lo que más me ha gustado no ha sido la parte centrada en
Bradley Cooper, ni siquiera la más sentimental de París tras la Segunda Guerra
Mundial, sino la relación entre Cooper y Irons, dos escritores: uno que se apropia
de la novela y otro, dueño de esas palabras y de la vida que encierran.
«Mi tragedia fue amar las palabras más que a la mujer que
las había inspirado».
|
He leído algunas críticas negativas sobre el trabajo interpretativo. Hay quien opina que Bradley Cooper permanece completamente inexpresivo a lo largo de todo el film. A mí me parece que está bastante correcto, aunque quizás se maneje mejor en otro tipo de género. Con todo, me gustó más Ben Barnes, aunque éste tiene que esforzarse mucho para que llegue a quitarme de la mente su horrible Dorian Gray.
Curiosamente, quien menos me ha convencido ha sido Dennis Quaid. No me creo su interpretación y tampoco me agrada su personaje, del que pienso que no tiene carisma alguno. Por lo que vemos, suponemos que ha escrito una obra fabulosa, pero sus frases fuera de la literatura dejan mucho que desear, son en su mayoría banales, salvo una o dos, como ésta:
«En algún momento tienes que elegir entre la vida y la
ficción. Ambas van muy unidas, pero nunca llegan a tocarse».
|
Claro que luego aparece Jeremy Irons y la cosa cambia. Sale
poco, pero es suficiente para dar una lección a todos.
Cada protagonista masculino tiene su acompañante femenina. Es curioso lo que ocurre con respecto a esto: son las mujeres quienes hacen actuar a los hombres de una manera o de otra, las que conducen a que todo se desencadene del modo en que lo hace, pero cuando acaba la película, pasan sin pena ni gloria; en la mente sólo nos quedan ellos.
El final me ha parecido muy precipitado. Me da la sensación de
que faltan algunos minutos que expliquen algo más. Esas dos últimas frases, la
última palabra, la última imagen, resultan demasiado subjetivas, demasiado
dejadas a la libre interpretación.
En definitiva, no puedo decir que la película me haya gustado.
Creo que tenía un potencial que no ha sabido aprovechar, pero algunas de sus
escenas sí que me han conmovido. Me quedo con el tratamiento de la escritura y
de la lectura como parte de la vida y la vida como parte de ellas.
Puntuación: 2 (sobre 5) |