¿De qué va?:
Han pasado cinco años desde que Harry Gordon Selfridge abrió sus almacenes londinenses. Las noticias del éxito comercial cosechado llegan a todas partes, pero la vida de los conocidos de Selfridge y la suya propia dan un vuelco cuando estalla la Primera Guerra Mundial.
¿Qué opino yo? (Sin destripes):
Se suele decir popularmente que “segundas partes nunca fueron buenas”, y de ello hay muestras en cine, televisión y literatura. Sin ir más lejos, un ejemplo excelente es la segunda temporada de The Paradise, una de las decepciones televisivas más grandes que me he llevado en los últimos años. Hago referencia a esta serie porque con tal precedente tenía miedo de vivir un desengaño similar con Mr. Selfridge. Por suerte, hay excepciones que demuestran que ese dicho no es del todo cierto, y eso es lo que ocurre con esta producción de la ITV.
La segunda temporada de Mr. Selfridge no sólo no pierde calidad con respecto a la primera, sino que incluso llega a ser ligeramente superior.
La segunda temporada de Mr. Selfridge no sólo no pierde calidad con respecto a la primera, sino que incluso llega a ser ligeramente superior.
La elegancia y el buen gusto definen todos los episodios: como ya vimos en capítulos anteriores, el diseño de vestuario y la caracterización de cada intérprete son impecables. Nuevamente los actores se olvidan de sí mismos para dar vida a sus respectivos roles y parecen sentir las ropas que portan como una segunda piel.
Es especialmente agradable para un espectador percibir que no está viendo a un actor disfrazado que recita frases como si estuviera leyendo el teleprompter. La sensación de autenticidad que logra prácticamente todo el reparto de Mr. Selfridge es verdaderamente loable. Ahora incluso puedo decir que me gusta Jeremy Piven como Selfridge y que su sonrisa ha dejado de parecerme exagerada y molesta. Después de esta temporada, difícilmente puedo imaginarme a otro en su papel.
Aunque este actor ya lo hizo muy bien en los episodios anteriores, es ahora cuando los conflictos internos (y externos) de Selfridge se tornan más complejos, y Piven ha de poner toda la carne en el asador, logrando con creces una actuación intachable.
No es el único que debe hacer frente a situaciones difíciles, ya que si bien el nivel técnico y estético de la serie se mantiene, las tramas se vuelven más complicadas, especialmente por el estallido en 1914 de la Primera Guerra Mundial, que de un modo u otro va a afectar a todos los personajes.
No vamos a tener escenas de trincheras o en el campo de batalla, como sucedía en Downton Abbey, ya que toda la acción continúa transcurriendo en Londres, pero la evolución de la guerra, lo que supone la lucha para el país, lo vamos a ir observando en pequeños pero efectistas detalles, como cuando por primera vez la tienda debe apagar las luces de sus escaparates, dejando totalmente a oscuras lo que antes fue un auténtico deleite para los ojos de cualquiera, o como cuando se hacen referencias explícitas a la manipulación de la prensa.
Este contexto histórico nos permite ver escenas muy interesantes aplicadas a la vida comercial. Así, por ejemplo, la marcha de buena parte de la plantilla masculina a la contienda bélica obliga a la incorporación de mujeres para ocupar sus puestos de trabajo, lo que provoca algún que otro conflicto.
Si nos centramos en un nivel individual, quedan patentes la evolución y el crecimiento personal de todos los personajes (de unos más que de otros). No en vano han pasado cinco años desde que los grandes almacenes abrieron sus puertas.
El propio Selfridge ya no resulta tan detestable como antes y por fin se muestra como una persona más sincera y preocupada por su familia. Su esposa, Rose, ha dejado de ser la mujer que lo seguía a ciegas. Las dificultades por las que pasa el matrimonio, con un Selfridge más cercano y una Rose dolida y más independiente, son uno de los muchos hilos de la trama.
El propio Selfridge ya no resulta tan detestable como antes y por fin se muestra como una persona más sincera y preocupada por su familia. Su esposa, Rose, ha dejado de ser la mujer que lo seguía a ciegas. Las dificultades por las que pasa el matrimonio, con un Selfridge más cercano y una Rose dolida y más independiente, son uno de los muchos hilos de la trama.
Algunas sorpresas vienen de la mano de Lady Mae, a quien habíamos conocido como una mujer fuerte, feminista y que manipulaba a los hombres a su antojo. La entrada en escena de Lord Loxley, su marido, supone un cambio radical que la obliga a tener una doble cara.
Otros de la misma importancia, como Agnes, Leclair, Victor, Mr. Grove, Miss Mardle, Mr. Crabb, Kitty, etcétera, continúan estando presentes. Ésta sigue siendo una serie coral donde todos se reparten el protagonismo, con más acierto si cabe que antes, pues a algunos de ellos los conoceremos con más profundidad.
Algunas caras conocidas se marchan y otras nuevas se incorporan para seguir haciendo el argumento aún más elaborado, atractivo e irresistible.
En esta temporada sí se desarrolla una historia de amor de las que me encantan: romántica pero nada empalagosa, difícil, por la que hay que esforzarse y que deja al espectador expectante por si los protagonistas podrán seguir o no adelante juntos. La vive alguien de quien no lo esperaba y que se ha convertido en uno de mis personajes favoritos.
Como veis, si ya os recomendaba encantada la primera temporada, aún más lo hago con la segunda.
Puntuación: 4'5 (sobre 5) |