Esta novela de Alexandre Dumas se publicó inicialmente en forma de folletín entre marzo y julio de 1844. Ese mismo año fue recopilada en un único volumen por la editorial Baudry. Tiene dos continuaciones, Veinte años después y El vizconde de Bragelonne.
Hoy en día, en España existen muchas ediciones a distintos precios. En 2013, Debolsillo publicó una con 776 páginas por 8'95 euros. También en 2013 Alianza lanzó la suya, con 880 páginas, por 13'50 euros. Otras ediciones son las de Cátedra, que contiene los dos primeros títulos por 30'60 euros, y la de Edhasa, que también incluye esos dos títulos y cuesta 14 euros.
Se han hecho muchas adaptaciones cinematográficas y televisivas, pero ninguna puede compararse con el original de Dumas.
Hoy en día, en España existen muchas ediciones a distintos precios. En 2013, Debolsillo publicó una con 776 páginas por 8'95 euros. También en 2013 Alianza lanzó la suya, con 880 páginas, por 13'50 euros. Otras ediciones son las de Cátedra, que contiene los dos primeros títulos por 30'60 euros, y la de Edhasa, que también incluye esos dos títulos y cuesta 14 euros.
Se han hecho muchas adaptaciones cinematográficas y televisivas, pero ninguna puede compararse con el original de Dumas.
¿Qué opino yo? (Sin destripes):
Ésta no es una lectura reciente, hace ya varios años que disfruté de ella, pero me gustaría leer pronto la continuación, Veinte años después, y he creído adecuado compartir con vosotros lo que me pareció este primer libro antes de leer y reseñar el otro.
Siempre he sido una fan declarada de los mosqueteros, incluso antes de leer la novela. Por supuesto, después de hacerlo lo soy mucho más, aunque no tanto de Dumas, y es que me marcó enterarme de que había llegado a tener un taller entero de negros, gracias a lo cual pudo llegar a publicar varios libros al año y ganar anualmente unos doscientos mil francos. Tampoco quiero ser injusta, sus “colaboradores” (hasta setenta y tres) hacían lo que puede considerarse el esqueleto de la obra y Dumas lo revestía dándole su toque personal gracias a su talento. Si alguien se da una vuelta por París y siente curiosidad, el centro de trabajo de Dumas y sus ayudantes se encontraba en la Rue de Richelieu.
La fama de esta novela está bien ganada, porque todo en ella funciona a la perfección. El argumento ya de por sí es bastante bueno, como el contexto en que se desarrolla, pero lo que más destacaría yo es el carisma de los personajes. Tanto es así que todo el mundo, incluso quien no ha leído el libro, conoce a los mosqueteros. Todos hemos visto u oído algo de ellos que trasciende el escrito de Dumas (y de Auguste Maquet, principal colaborador).
No sé si a otros lectores les pasa como a mí, que soy incapaz de elegir un favorito entre D’Artagnan, Athos, Aramis y Porthos. Para mí, funcionan como un todo, como un conjunto unitario, y si faltara alguno de ellos, la historia cojearía. Con todo, cada uno tiene una personalidad propia y bien diferenciada, además de algo que aportar a la narración.
Juntos protagonizan algunos momentos muy divertidos, incluso cargados de humor, y otros con gran intriga. Pendencieros, bravucones, algo pícaros y, sobre todo, con un gran sentido de la lealtad, es inevitable encariñarse con ellos. Con el que más me disgusté fue con D’Artagnan por cierto asuntillo de faldas, pero dejémoslo ahí.
«¿Dónde
encontráis un amor semejante al mío, un amor que ni el tiempo, ni la ausencia,
ni la desesperación pueden apagar, un amor que se contenta con una cinta
extraviada, con una mirada perdida, con una palabra escapada?».
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Los antagonistas están a la altura de los cuatro compañeros, y éste es uno de esos libros en los que son tan principales como ellos. Milady de Winter es, con toda seguridad, una de las villanas más conocidas de la literatura. Es el prototipo por excelencia de femme fatale: inteligente, atractiva, misteriosa y, por supuesto, malvada, una trampa irresistible para muchos hombres, como podemos comprobar en la novela. Recuerdo que incluso un profesor de mi Facultad reconoció ante toda la clase que se había pasado años enamorado de ella.
Tan famoso como ella, o casi, es el cardenal Richelieu, ambicioso y conspirador, y que, además, fue una figura histórica real.
La primera mitad, con el viaje de D’Artagnan a París, su encuentro con los mosqueteros, las escaramuzas iniciales y la aventura que deben emprender por la reina, es en mi opinión la parte más amena.
La segunda mitad pierde un poco de ritmo, pero sigue cumpliendo su función como excelente historia de aventuras. Dumas sabía bien cómo tenía que enfocar sus escritos para captar el interés de los lectores. En este caso, el autor nos ofrece buena dosis de acción, venganzas personales, odios, traiciones, lances amorosos, amistades sólidas…
Los tres mosqueteros es puro folletín: con un estilo fluido y sencillo, no tiene otra pretensión que divertir al que lo lea, y lo consigue con creces. Logra que nos evadamos de la realidad que nos rodea para meternos de lleno en una historia muy dinámica en la que los duelos y peligros están a la orden del día.
Con los protagonistas vamos conociendo el París del siglo XVII, muy diferente del actual, no sólo en organización social y política, sino también desde el punto de vista arquitectónico, aunque aún hoy algunos rincones pueden conocerse. Por ejemplo, en la obra D’Artagnan vivía en la Rue des Fossoyeurs, actual Rue Servandoni; Athos, en la Rue Férou; Aramis, en la Rue de Vaugirard; Porthos, en la Rue du Vieux Colombier (hoy, Rue Saint-Sulpice); y el capitán Treville, en la Rue Tournon.
No es mi libro preferido de Dumas (ese lugar lo ocupa El conde de Montecristo), pero me encanta, y creo que es un título que todo el mundo debería leer al menos una vez en la vida.
No es mi libro preferido de Dumas (ese lugar lo ocupa El conde de Montecristo), pero me encanta, y creo que es un título que todo el mundo debería leer al menos una vez en la vida.
Puntuación: 4'5 (sobre 5) |