¿De qué va?:
Cuando todavía es un niño, John Ridd presencia la muerte de su padre a manos de los Doone, una familia de poderosos que siembra el caos en la región en tiempos de Carlos II de Inglaterra sin que nadie pueda actuar contra ellos. Sin embargo, el encuentro casual de John con una niña llamada Lorna es el punto crucial para cambiar la partida, especialmente cuando ambos crecen y viven un romance prohibido.
¿Qué opino yo? (Sin destripes):
Esta no es la mejor producción de la BBC, la más original o la que más presupuesto ha tenido, pero a veces el encanto radica en la sencillez, y eso es lo que sucede con esta miniserie. La leyenda de Lorna Doone no es para cualquiera; no está hecha para aquellos escépticos que creen que el amor tiene fecha de caducidad ni para las personas que tienen un concepto mundano y desangelado del mismo. Los tres capítulos giran en torno a un romance casi de ensueño; de esos que todo lo pueden, por más obstáculos que tenga que vencer. Ni siquiera hacen falta personajes profundos para que el amor sí lo sea. En ese aspecto me recuerda un poco a La princesa prometida. No se requieren largas conversaciones ni múltiples encuentros para que los personajes caigan víctimas de Cupido. Los dos protagonistas se ven una vez de niños y, al reencontrarse de adultos, se reconocen, se recuerdan y se enamoran.
Por supuesto, no hay cuento sin villano, y el de aquí no lo va a poner nada fácil, porque su relación con la protagonista es demasiado estrecha.
Por más que nos gustase, nada es nunca idílico, y el trasfondo histórico muestra una rudeza y una crueldad que se entremezclan con el romance. Las injusticias sociales, la corrupción de los poderosos, el abuso de fuerza y el desamparo de los más débiles quedan expuestos.
La rebelión del duque de Monmouth y el enfrentamiento entre católicos y protestantes forman, igualmente, parte de la historia.
Da rabia observar el comportamiento de los Doone y de aquellos que los protegen, sobre todo porque, por más tiempo que pase y más nos parezca que han cambiado las cosas, siempre habrá gente así. Empezamos el primer episodio compartiendo el dolor y la impotencia de John y su familia y, por mi parte, no he dejado de sentir admiración por la resolución que toman ante lo que los Doone les han hecho. Siempre he pensado que lo peor que pueden hacer los malos es lograr que nos volvamos como ellos, y por eso me ha gustado mucho cómo empieza y termina esta miniserie.
Asimismo, me ha encantado el personaje de John, mucho más complejo, a mi parecer, que el de Lorna, que resulta bastante plano. John posee una integridad, una honradez y una bondad que se oponen a todas las características de los Doone, y aunque podamos caer en el pensamiento de que los buenos son muy buenos y los malos, muy malos, hay matices que demuestran que no es exactamente así, al menos no con todos los personajes. Como ejemplo, tenemos las dudas de John en más de una ocasión, vemos que su impulso primario es la venganza, que en algún momento pierde la confianza, etcétera. En el bando de los Doone comprobamos que en medio de toda la maldad de Ensor hay espacio para el cariño.
Además de las dificultades de John y Lorna y del trasfondo del que ya he hablado, también hay espacio para las tramas protagonizadas por los secundarios, aunque carecen de la relevancia de lo anterior.
Richard Coyle compone un perfecto John Ridd; no podría imaginarme a otro en el papel. Transmite perfectamente la dulzura de su personaje, y su sonrisa ayuda mucho. Hay personas que, simplemente, tienen una sonrisa atractiva y transmiten mucho con ella. Ya lo comenté en el caso de Daniel Lissing (When calls the heart) y he vuelto a pensar lo mismo en esta ocasión con Richard.
Sin embargo, no puedo decir cosas buenas de su pareja en la ficción, Amelia Warner, pues tanto su interpretación como el personaje en sí de Lorna me ha resultado algo insípidos. No sé cómo esa chica levanta tantas pasiones, pero al menos no tiene mal corazón. Si acepto a personajes femeninos como Buttercup y Arwen, puedo aceptar a esta.
Hay algunos secundarios que hoy por hoy son muy conocidos, como Barbara Flynn (Cranford, Esposas e hijas), Peter Vaughan (Juego de Tronos, Lark rise to Candleford) y Joanne Frogatt (Downton Abbey). También sorprende un imberbe y casi adolescente James McAvoy, aunque su aparición es anecdótica.
Algunas escenas, como las de las batallas, no están a la altura de lo que la BBC nos tiene acostumbrados, pero son pasables. No obstante, compensan un vestuario más que aceptable y los bonitos paisajes. Exmoor es el lugar en el que se desarrolla la acción y la miniserie nos deleita con algunas escenas de montes, ríos y cascadas. La banda sonora resulta agradable y acompaña bien los distintos momentos.
Yo vi los tres episodios seguidos y no se me hicieron pesados, aunque no todas las partes transcurren con la misma fluidez. Quizá el más flojo es el primero, ya que se centra más en cómo se forja el romance, mientras que los otros dos tienen más acción y mayor tensión dramática.
No hay que esperar una producción espectacular. Si buscáis eso, os decepcionaréis. Es, sencillamente, una historia entretenida, de justos e injustos, y para seguir creyendo que existe el amor incondicional e imperecedero.
Puntuación: 3 (sobre 5) |