¿De qué va?:
Tras la inesperada proposición que recibe Elizabeth, más que nunca se ve obligada a aclarar sus emociones. Las experiencias vividas en su hogar y en Hope Valley ponen en peligro su relación con Jack. Al mismo tiempo que ambos se sinceran, se reincorpora a su puesto en la escuela local y vuelve a colaborar con los distintos vecinos de la zona.
¿Qué opino yo? (Con destripes de las temporadas anteriores):
De las pocas series que sigo viendo en la actualidad, When calls the heart es la única que no me está decepcionando. Aunque la segunda temporada no alcanzó el nivel de la primera, la tercera ha vuelto a remontar, algo que ya auguraba el precioso especial de Navidad. Todas las tramas secundarias que giraban en torno a la familia de Elizabeth y la indecisión de esta en cuanto a su futuro han quedado atrás. Por fortuna, la acción vuelve a situarse por entero en Hope Valley, donde nuestros conocidos y otros personajes nuevos continúan con sus vidas.
De nuevo, la ternura de la serie, la bondad de los personajes y la belleza del paisaje me han hecho desear una casita en el pueblo e integrarme en la comunidad. Es imposible ver esta producción y no anhelar un desayuno en el café de Abigail, una maestra como Elizabeth para nuestros hijos, sentirse seguro con Jack en las calles o asistir con todos los demás a un sermón del pastor Hogan.
Igual que sucedía en la primera temporada, Elizabeth ejerce como maestra, pero también como amiga. Una de las cosas que más me gustan es su relación con los niños. Su preocupación por los pequeños y, por extensión, por sus familias, es sincera. Siempre encuentra las palabras adecuadas para ellos, y si alguna vez estas no funcionan, no ceja en su empeño por procurarles un mayor bienestar. Esta vez hay espacio también para que desarrolle sus aspiraciones como escritora. Aunque no es de los temas principales, he disfrutado con ese proceso en el que trata de buscar la inspiración en los sucesos locales y con el apoyo fundamental que encuentra en el chico que finalmente ha elegido.
Con él protagoniza las escenas románticas que contribuyen al encanto de la serie, pero ahora, además, hay un juego de diálogos algo picarones. Seguramente en la época era impensable que una señorita de alta posición dijese ciertas cosas a un hombre o que recibiera determinadas palabras de él, pero en pantalla, en este caso, no queda mal. Son momentos divertidos que muestran el afianzamiento de la relación entre estos dos protagonistas y dan más vida a los episodios.
Aparte de las vivencias de Elizabeth, la acción se centra en otros habitantes de Hope Valle y sus alrededores, logrando así algo que ya habíamos tenido en la segunda temporada: mucha más pluralidad que en la primera. En este aspecto creo que la serie continúa ganando calidad, ya que al final terminamos intrigados por los conflictos de todos. De este modo, he vivido con especial interés el secreto que rodea al pastor Hogan. Me ha gustado mucho que los guionistas apuesten por el dilema en torno a la redención, el merecimiento del perdón y las segundas oportunidades.
Frank Hogan es un personaje complejo que aporta mucho a estos nuevos episodios. Su presencia también logra aumentar el interés por la vida amorosa de Abigail, otro personaje principal al que cualquier seguidor de la serie querría ver feliz.
El otro componente de este triángulo amoroso es Bill Avery, con el que por fin me he reconciliado. Nunca me gustó, pero ahora puedo entenderlo mejor. Observamos sus métodos y descubrimos a un hombre para el que el fin justifica los medios. Es completamente diferente de Jack, ya que tiene su propia ley, pero mientras que antes me resultaba alguien prescindible, ahora lo considero necesario.
Otra nueva incorporación es la de la enfermera Faith. Es de los personajes más hueros y de escasa relevancia, pero gracias a ella se aborda un importante tema desde dos perspectivas, el de la libertad de elección femenina. Por un lado se nos presenta la mujer que antepone su trabajo y, por otro, la que opta por el amor. Ambas decisiones son igual de respetables y lógicas.
Quien sigue ganando puntos es Rosemary. De ser alguien que caía mal en la primera temporada ha pasado a convertirse en una de las imprescindibles. Es una mujer agotadora, con una visión muy particular de las cosas y que siempre lo pone todo patas arriba, pero esa actitud, unida a su tenacidad y a la ilusión que pone en todo lo que hace, consigue sacarnos algunas sonrisas y situarla en el pódium de los personajes más inolvidables. Ha ayudado mucho su relación con Lee, ya que, debido a algunos acontecimientos, saca su lado más sensible. Sabiendo que es una persona muy pagada de sí misma, algunas de las decisiones que toma al final la honran.
Estos capítulos recuperan algo que se había diluido en la temporada anterior: la unión del pueblo ante las adversidades. El sentimiento de comunidad y la empatía con el otro son aspectos que me atraparon desde el primer episodio y me alegra ver que no se han perdido. Por supuesto, las rivalidades también están presentes. En este sentido, Lee y Gowen tienen mucho que decir.
Pese a que hasta ahora todo lo que he comentado es positivo, hay que atender el otro lado, no tan bueno. El estilismo sigue la estética de la segunda temporada, con todos esos rasgos modernos en peinados y vestuario que ya conocemos. Asimismo, es costumbre que los niños aparezcan y desaparezcan como el Guadiana. Si no fuera por estos dos motivos, la serie sería perfecta. Con todo, es una de las más bonitas que se han rodado en muchos años y, por supuesto, como he comentado otras veces, un descanso para el espíritu entre tanta violencia y sexo desmedido que tan de moda están en televisión.
Puntuación: 4'5 (sobre 5) |