Mr. Selfridge (temporada 4)

18/12/2016


              Estreno: 2016                                                                   Género: Drama de época
              Cadena: ITV                                                                      Episodios: 10
              Duración por episodio: 45' aprox.                                  País: Reino Unido



¿De qué va?:


     Las cuentas de Selfridges no son las que solían ser debido a algunos errores en la gestión de los almacenes por parte del propietario. Cuando él y su equipo buscan soluciones, se cruzan en la vida de Harry Selfridge las Dolly Sisters, quienes despiertan en el magnate un magnético y peligroso interés.
 

¿Qué opino yo? (Con destripes de temporadas anteriores):

    Empecé a ver esta temporada cuando se estrenó, a principios de 2016, pero después de seis episodios quise hacer un breve descanso para recuperar las ganas de ver el resto, ya que me estaba resultando soporífera.

    Ese "breve" descanso se ha prolongado durante meses, y bien podríamos haber entrado en 2017 sin que yo terminase la serie, pero he querido hacer un esfuerzo y finiquitar los cuatro capítulos que me quedaban.

    No sé cómo esta producción ha podido degenerar de la manera en que lo ha hecho. Las dos primeras temporadas tenían un nivel altísimo en todos los aspectos. La tercera decayó mucho y la última me ha parecido infumable.

    Los guionistas tenían un final establecido, puesto que la historia de Harry Selfridge es la que es, pero da la impresión de que no sabían muy bien cómo llegar hasta él. El guion hace aguas por todas partes y sus responsables parecen tan perdidos como el propio Harry. La trayectoria amorosa de este a lo largo de las distintas temporadas no justifica plenamente sus acciones en esta, puesto que si bien es cierto que Harry siempre había sido un mujeriego, también lo es que era, ante todo, un hombre de negocios. Había demostrado ser un emprendedor y empresario más que capaz, inteligente y con visión de futuro. Todo eso se esfuma de repente y queda un hombre manipulable por dos escandalosas, ordinarias e insoportables féminas, las Dolly Sisters.

    Es cierto que el verdadero Mr. Selfridge derrochó su dinero con ellas, pero el modo en que se llega a ese punto en la ficción no me parece creíble, sobre todo porque se observa en alguna ocasión que incluso para el protagonista las hermanas son un incordio.

    Pasaré por alto el rubio platino con el que se representa a las Dolly Sisters, que siempre fueron morenas. No sé si los encargados de la caracterización decidieron basarse en la película que se hizo sobre ellas en 1945, donde también aparecían con el cabello de ese color, en lugar de en la vida real. Del mismo modo, no me pondré tiquismiquis con la edad de Harry, que tenía unos sesenta y siete años cuando las conoció, y la caracterización inexacta de Jeremy Piven.



              Las auténticas Dolly Sisters                                                                                            Las Dolly Sisters de la ficción

    Pensé que, a lo mejor, cuando las Dolly Sisters se quitasen de en medio, la calidad anterior volvería de nuevo, pero eso no llega a ser así; sólo se hace más llevadero.

    El problema no es únicamente que las tramas del protagonista me hayan resultado pesadísimas, sino que las del elenco de secundarios, también. Hay personajes muy deslavazados de otros, cada uno va por su lado, y algunos son demasiado insulsos y de
relleno como para desperar interés, como Meryl, la hija mayor de Mr. Grove, y el chico que se encarga de los escaparates, del que no recuerdo ni el nombre.

    Mis personajes favoritos en temporadas anteriores, como Miss Mardle y Kitty, toman ahora decisiones que, para mí, son incomprensibles e indignantes. Esto es especialmente flagrante en el caso de la primera, teniendo en cuenta todo lo que ha vivido desde los inicios y el trato que ha recibido de otros. Sin embargo, en el caso de las dos, me lo veía venir; es muy previsible. Últimamente salen demasiadas series y películas en las que las mujeres parecen obligadas a aguantar y perdonar.

   De la mano de las hermanas antes mencionadas viene un tal Jimmy Dillon, que está tan perdido como Harry y los guionistas. El hombre está ahí sólo para poner zancadillas allá por donde pasa y para darle un poco de vidilla a las aventuras y desventuras amorosas de lady Mae, quien, dicho sea de  paso, habría sido mejor que no volviera, porque su personaje ha perdido toda la chispa que tenía. No es más que una sombra de lo que fue, siempre necesitada de un hombre alrededor, y su nuevo rol chirría. Está completamente desubicada y desdibujada. Creo, incluso, que Katherine Kelly es la actriz a la que le sientan peor los nuevos peinados, moda y maquillaje (esto es una percepción muy particular mía).

    A colación de esto último, tengo que decir que todo parece deslucido. No sé si ha sido a propósito el intento de remarcar esta decadencia para hacer aún más visible el ocaso de Mr. Selfridge. En todo caso, no lo veo como un acierto. Es como si la producción tuviese menos presupuesto. El vestuario, la estética, los ambientes y todo en general estaban antes cuidados hasta el más mínimo detalle. Las dos primeras temporadas eran un placer visual. Eso se ha perdido en parte. Los escaparates, que tanto aumentaban el esplendor y la belleza característicos de los primeros episodios, no tienen apenas importancia ya.

    Da la impresión que los propios guionistas se han dado cuenta de esto, ya que en el último episodio nos incluyen unas emotivas escenas de antaño y dos de los personajes que mejor se ven son Henri Leclair y Agnes Towler, responsables antiguamente de las hermosas decoraciones de la tienda.

    Se echa de mucho a ambos, pero fue un acierto que se fueran a tiempo, porque ni ellos podrían salvar esta temporada.


    Por supuesto, la responsabilidad de este empeoramiento no recae en los actores, que siguen metiéndose en la piel de sus personajes tan entregadamente como siempre. Pese a que no me gusta el camino que toma Harry, Jeremy Piven imprime a su personaje la ambigüedad que necesita para reflejar el final de su trayectoria, un hombre que se divide entre sucumbir al placer y respetar su negocio. A su lado, los que más destacan en esta ocasión son, para mí, Ron Cook como el siempre fiel Mr. Crabb; Callum Callagham como George Towler, por la integridad y responsabilidad de este; Amanda Abbington como  Miss Mardle, porque aunque no me gusten las decisiones de su personaje, la actriz la interpreta fantásticamente; y Greg Austin como un Gordon Selfridge que no lo tiene nada fácil.


Puntuación: 1'5 (sobre 5)
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