El fantasma y doña Juanita

 12/08/2025

 

Esta novela corta fue publicada por primera vez en el año 1927. Conoció una edición posterior en una colección de tirada semanal bautizada como la Novela del Sábado, donde se recogían obras breves de autores de mayor o menos prestigio, tanto españoles como extranjeros. Esta colección vivió tres épocas: 1939, 1940 y la última entre 1953 y 1955. En 1940, la editorial Escelicer publicó su propia edición. 

Existe poca información sobre la obra en internet. Incluso la he visto catalogada como teatro, pero se trata, como he mencionado más arriba, de una novela en prosa. 

En 1955, Rafael Gil la llevó al cine con un elenco de actores muy acertados, sobre todo Antonio Casal en el papel protagonista, aunque con algunos cambios en el tono general de la obra.

 

¿De qué trata?: 

Ramón Expósito, conocido sencillamente como Tonny, llega al pueblo de Villaclara con el circo en el que trabaja como payaso junto a su perro Baby. Allí recuerda los días perdidos de una niñez vacía en orfanatos y se lamenta por su situación actual, menospreciado por sus compañeros, con un trabajo que le hace profundamente infeliz y vanas esperanzas de conseguir algo mejor. Durante uno de sus paseos conoce a don Laureano y a su hija Juanita, pero, avergonzado por su posición, les miente sobre su nombre y su empleo. Sin embargo, él y la muchacha comienzan a enamorarse en sus siguientes encuentros, pero el miedo atenaza a Tonny porque sabe que en esa sociedad es menos que nada y esa verdad que no sabe cómo afrontar lo va atrapando en una trágica red.

 

¿Qué opino yo? (Sin destripes):

He aquí una historia tristísima que me ha dejado una profunda impresión, una historia tan breve como intensa. De hecho, es tanto de las dos cosas que resulta difícil escribir una reseña completa sin desvelar nada relevante, pero vamos a intentarlo.

Yo no conocía a José María Pemán como escritor ni sabía que este texto existía. En mi afán de ver cine clásico español me topé con una película que lleva este mismo título y el argumento me atrajo bastante.

Sólo después de apuntármela para verla más adelante y tras buscar algo de información sobre ella, averigüé que se basa en un libro y, como siempre, me gusta leer el original antes de ver la adaptación.

Esta novela no la vamos a encontrar en el fondo de ninguna librería. Si acaso, tal vez, tengan algún ejemplar en estado cuestionable en alguna librería de viejo, y es que me sorprendería mucho que alguna editorial se atreviese hoy en día a recuperar títulos de un autor que tuvo en su vida política vinculación con el régimen franquista, aunque se trate de obras que, como esta, merecen ser valoradas por su calidad literaria y que no hacen apología del ideario político del escritor. Sólo hay una frase breve referida a un personaje que puede considerarse un comentario despectivo al republicanismo, pero no afecta a la trama ni al resto de personajes en ningún sentido, pues el libro va por otro lado totalmente distinto.

Por supuesto, todos somos libres de elegir lo que queremos en nuestra vida y sé que muchas personas no pueden o no quieren separar al autor de su obra, y lo comprendo, pero, en mi caso, creo que muchos artistas y literatos de la historia no soportarían un filtro político, ideológico, moral, ético o psicológico, lo que, si lo tomamos de forma estricta, limitaría en mucho nuestro conocimiento y nos perderíamos auténticas obras de arte.


«No deben verse nunca los teatros entre bastidores ni los circos en sus dependencias internas. Hago esta recomendación a los que quieran conservar algún resto de ilusión en la vida. Olisquear las interioridades es, en todo, peligroso».

Volviendo al librito que nos ocupa, es la historia de un fracaso vital total y absoluto, de cómo la vida a veces podría envolvernos en una espesa telaraña en la que nos limitamos a soñar con algo mejor sin ser conscientes de que la araña se está acercando.

De hecho, esto conecta con el sentido real del título, ya que este es engañoso. Al principio esperaba una especie de El fantasma y la señora Muir patrio, pero no tienen nada que ver. Nuestro fantasma es puramente metafórico. 

En las primeras páginas, el autor ya logra condensar y que sintamos hasta en el último poro de nuestra piel la angustia de la trayectoria existencial de Tonny desde su infancia en los hospicios hasta el lugar que ocupa en su edad adulta, no sólo entre los marginados de la sociedad, sino también como el eslabón más insignificante del circo donde trabaja como payaso. 


«¡Y a esto llamamos una vida vulgar! ¡Como si pudiera nunca ser vulgar la vida de un hombre!».


Pemán nos narra como lo haría un buen orador frente a un público que lo escucha alrededor de un buen fuego y es que esta historia se siente como un romance trágico que deriva en leyenda. Curiosamente, lo logra gracia al uso mayoritario del presente de indicativo, un tiempo verbal que, salvo escasas excepciones, suele provocarme urticaria por la simpleza con la que nos ancla al aquí y al ahora, sin los matices de otros tiempos. Sin embargo, él ha intentado sacarle un partido como pocas veces he visto: el estar siempre en el ahora con Tonny nos ancla con él a esa red de la que es prisionero y no podemos ver una salida futura, porque todo se reduce a esa trampa del aquí y del ahora. Él se va asfixiando en esa angustia y el lector siente que parte de sí lo hace con él, porque cada rayito de esperanza que podría ayudarnos al personaje y a los lectores a coger aire se esfuma rápidamente.

Pemán no se recrea en descripciones crudas para ello, no lo necesita, sino que nos deja ver de un modo lírico e introspectivo cómo cada suceso aparentemente nimio impacta en Tonny. Por ello no encontramos sorprendentes giros argumentales, sino un ritmo cadencioso que nos sumerge en las emociones nada insignificantes de un hombre que sí lo es ante la sociedad y que sólo es alguien cuando se despoja de su piel de payaso y miente sobre su nombre y sobre sí mismo.

Pero todo esto no es lo único que nos trae esta narración lenta y pausada, sino que queda expuesta toda la vida de un pueblecito andaluz de esos años de regusto añejo, de forma que permanece en la mente del lector como una rica serie de fotografías de tono sepia: las beatas vestidas de negro acudiendo a su rezo diario, el párroco paseando por la plaza de la iglesia, las muchachas cosiendo en soledad acogidas sólo por un rayo de sol, el cortejo amoroso a través de una reja y la feliz algarabía de una feria.

Todo ello lo cuenta Pemán como si estuviera pasando ante nuestros ojos. Así, no sólo Tonny es el que destaca, sino que podemos ver la soledad de Juanita, la muchacha de la que se enamora, cuya vida transcurre, al igual que la de otras jóvenes como ella, como si fuera una larga siesta, siempre esperando el despertar, que para ellas se traduce en un carnaval, el Corpus, la feria o algún suceso similar que las saque, al menos temporalmente, de su monotonía. 


«Monsieur Brochard es un psicólogo, pero la incongruencia de la muchedumbre es superior a toda psicología».

Magistral me ha parecido el capítulo IV, que es donde Pemán, de quien esta es la primera obra que leo, me ha conquistado por completo. Lo dedica a la Alameda, una plaza de cemento con acacias y laureles, y en ella refleja los grupos de más alto abolengo y los tipos populares, tejiendo un rico tapiz de esa sociedad pueblerina. La Alameda se divide por unos escaloncitos en la parte Alta y la Baja. La Alameda Alta sirve de asueto para las familias antiguas, que pasean mohínas por ella, mientras que la Alameda Baja bulle en una algarabía con su noria, su música, los cotilleos y las risas.

Que sea una novela corta no quiere decir que se lea deprisa. Si lo hacemos así, no la disfrutaremos. Requiere que acompasemos nuestra lectura al ritmo tranquilo y a la vida relajada del pueblo para que seamos uno más en esta trama que nos va a exigir algún que otro pañuelo.

Si se os presenta la ocasión de leerla, dejad a un lado los prejuicios y disfrutadla por lo que es, porque es de las que estremecen el corazón

 

Puntuación: 3 (sobre 5)

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