¿De qué va?:
Diana,
condesa de Belflor, es una joven perspicaz, impulsiva e inteligente. Está
enamorada de Teodoro, su secretario, pero comprueba que éste ya está
comprometido con Marcela, una de sus sirvientas. Movida por los celos y la
envidia, hace todo lo posible para separar a los dos enamorados, a pesar de no
estar dispuesta a mancillar su honor relacionándose con un hombre de condición
más baja.
¿Qué opino yo? (Sin destripes):
A
decir verdad, no soy aficionada al cine español, por no decir que no me gusta
nada, pero considero esta película una joya dentro de la cinematografía
nacional. Pilar Miró, la directora, fue muy valiente a la hora de sacar
adelante este proyecto a pesar de las opiniones agoreras que suscitaba.
La
cinta se basa en una comedia homónima de Lope de Vega, pero no se contenta con
adaptarla, sino que prefiere trasladarla a la gran pantalla
respetando casi en su totalidad el texto del autor (con cambios muy nimios para facilitar la comprensión).
Esto conlleva que el resultado final sea un film íntegramente en verso, pero
además no con unos versos cualesquiera, sino compuestos en castellano del siglo
XVII.
Y
esto es lo que provoca pavor y echa para atrás a los espectadores incluso antes
de haber empezado a ver la película. Es realmente una pena que muchas personas
consideren los Siglos de Oro como sinónimo de tostón, cuando aquélla fue una
época importantísima para las letras hispánicas y dio autores y obras que son un
auténtico tesoro.
"De los
celos mi amor ha procedido
por pesarme
que, siendo más hermosa,
no fuese en ser
amada tan dichosa
que hubiese lo
que envidio merecido.
Estoy sin
ocasión desconfiada,
celosa sin
amor, aunque sintiendo;
debo de amar,
pues quiero ser amada.
Ni me dejo
forzar ni me defiendo;
darme quiero a
entender sin decir nada;
entiéndame
quien puede; yo me entiendo".
|
Este film es buena muestra de ello. El lenguaje no suena en absoluto artificial, y eso se debe al buen hacer de los actores, que saben perfectamente actuar en consecuencia a aquello que están diciendo, sin que parezca que estén declamando o recitando algún poema. Eso da una atmósfera de naturalidad que nos ayuda a adentrarnos en la historia. Quizá algún fragmento sea un poquito más difícil de entender; no en vano han pasado cuatro siglos desde que la comedia se escribió, pero por lo general se capta bastante bien, y tiene algunos versos hermosísimos.
La habilidad de Lope de Vega para elaborar comedias era única; no
me extraña que con versos así tuviera tanto éxito con las mujeres de su época.
A día de hoy sigue estando entre los autores más prolíficos del mundo. Siempre
me ha sorprendido que con la vida tan agitada que llevó, entre conquista y
conquista tuviera tiempo para escribir tanto y tan bien.
Si
la historia que se plantea aquí se trasladara a la actualidad, el resultado sería
una comedia romántica más, pero su encanto está en el siglo en el que se sitúa
y, por tanto, en el conflicto que se plantea en medio de unas costumbres que
son completamente distintas de las nuestras.
Los
dos protagonistas, Diana y Teodoro, mantienen un tira y afloja constante que da
lugar a diversas batallas de ingenio. La condesa es exactamente como el perro
del hortelano, que ni come ni deja comer. La lucha entre el amor y el honor
está planteada de forma muy clara en ella. Siempre ha tenido a su secretario en
alta estima, pero al verlo en brazos de otra, arde de celos, por lo que emplea
mil ardides para separarlos.
“¿Para qué puede ser
bueno
haberme dado esperanzas
que en tal estado me han
puesto,
pues del peso de
mis dichas
caí, como sabe, enfermo
casi un mes en una
cama
luego que tratamos
desto,
si cuando ve que
me enfrío
se abrasa de vivo
fuego,
y cuando ve que me
abraso,
se
hiela de puro hielo?”. |
Se acerca a Teodoro con el típico recurso de “tengo una amiga que se ha enamorado de un hombre inferior y no sabe qué hacer…”, dejando entrever sus sentimientos pero sin exponerse por completo. El joven, que vislumbra la posibilidad de convertirse en conde, no duda en romper con su antiguo amor para entregarse a Diana, pero ésta, viéndolo ya libre y sin mujeres en sus brazos, vuelve a anteponer su orgullo y su rango, dejándolo completamente confundido.
El
comportamiento de él es bastante canallesco, ya que no duda en oscilar
entre las dos mujeres según lo que le convenga en cada momento. Sólo al final
de la obra vemos que se ha enamorado realmente de una de ellas, y lo demuestra
contándole la verdad sobre un espinoso asunto y siendo capaz de renunciar a
numerosos beneficios por no mentirle.
Los
escenarios son impecables, tanto los exteriores como los interiores. El rodaje
se realizó en Portugal, aunque la acción se sitúa en Italia.
De
la moda del XVII poco sé, así que mi criterio en este aspecto no es muy fiable;
no obstante, el diseño de vestuario me parece bueno, de hecho, ganó el Goya, aunque
quizás algunos escotes resulten un tanto excesivos.
Además
del Goya por el vestuario, El perro del
hortelano ganó otros seis en 1996 (actriz, director, guion adaptado,
fotografía, dirección artística y maquillaje y peluquería) y el galardón a la
mejor película en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
Siempre
he admirado (y envidiado un poco) la pasión y el respeto con que los ingleses
tratan sus clásicos, mientras que en España parecemos tenerles miedo a los
nuestros. Ojalá eso pudiese cambiar. De momento, tenemos una digna cinta que
merece la pena ser vista.
Puntuación: 4'5 (sobre 5) |