¿De qué va?: Durante el gobierno
de Margaret Thatcher, la mina de carbón de un pueblo del norte de Inglaterra
está a punto de ser cerrada. La banda de música de los mineros, toda una
institución con más de un siglo de historia, también corre el peligro de
desaparecer. A pesar de ello, Danny, el líder de la banda, exhorta a sus
compañeros para animarlos a seguir compitiendo en el concurso nacional.
(FILMAFFINITY).
Una vez más se muestra cómo los que ostentan el poder prefieren estar ciegos ante las desgracias del pueblo obrero. El dinero y la ambición se colocan por encima de las necesidades más básicas de aquellos que sólo piden un trabajo para poder vivir. La tragedia se desata, de este modo, cuando el medio de vida de estas gentes es clausurado sin que a los responsables les importen lo más mínimo los estragos personales y familiares que su decisión cause.
Pero no sólo la trama es buena, sino que los personajes, todos y cada uno de ellos, son redondos. Además de sus problemas colectivos, tienen también su propio drama personal y su modo de enfrentarse a él. Gloria es la chica nueva que, después de pasar años fuera del pueblo, vuelve para unirse a la banda. Es aceptada cuando ven su manejo del fiscorno, pero ése no es el único motivo que la lleva de vuelta. Guarda un secreto relacionado con la mina que difícilmente le será perdonado. Está interpretada por Tara Fitzgerald, que es una cara conocida para los amantes de las producciones de época (la podemos ver en La inquilina de Wildfell Hall, en la versión de 2006 de Jane Eyre o en La dama de blanco).
Danny, a quien pone cara Pete Postlethwaite, es el padre de Phil, y, para mí, la estrella de la película en lo que a actores se refiere. Es un hombre que vive para la música. Insufla a la banda fuerza para continuar al mismo tiempo que ella es el motor que él necesita. Respira para poder oírla tocar e imprime en cada uno de sus gestos esa pasión que siente. Espectador en primera fila del drama que desola a su grupo, su evolución es evidente: el estupendo discurso en el que se ensalza la vida y la dignidad humana por encima de todo es suyo.
¿Qué opino yo? (Sin destripes): Esta película es
profundamente emotiva; puede llegar a arrancar alguna lágrima con mucha
facilidad, y es que es difícil no conmoverse ante la realidad que plantea. Por
la situación dramática que vivimos hoy en día en lo referente a la elevadísima
tasa de desempleo (entre otros asuntos), la cinta resulta de enorme actualidad
pese a estar ubicada en otro tiempo, concretamente durante el gobierno de
Margaret Thacher.
Una vez más se muestra cómo los que ostentan el poder prefieren estar ciegos ante las desgracias del pueblo obrero. El dinero y la ambición se colocan por encima de las necesidades más básicas de aquellos que sólo piden un trabajo para poder vivir. La tragedia se desata, de este modo, cuando el medio de vida de estas gentes es clausurado sin que a los responsables les importen lo más mínimo los estragos personales y familiares que su decisión cause.
En medio de esta
desolación, los mineros encuentran espacio para la música, una música que cada
vez los consuela menos y que parece destinada a desaparecer junto con su medio
de sustento. Mientras permanecen en la incertidumbre, mientras mantienen la
esperanza de que la mina pueda continuar abierta, la banda sigue tocando, pero
la ilusión es cada vez menor, y eso se refleja en todos los aspectos de su vida.
«Cuando
la ayuda sirve de algo, eres un héroe, pero si no sirve, eres un entrometido».
|
La cinta tiene
escenas impagables. Me quedo con varias de ellas: la actuación de la banda en
un concurso mientras vemos imágenes de la decisión del cierre de la mina y de
los habitantes del pueblo cabizbajos y derrotados, la interpretación de Danny Boy (melodía irlandesa) ante el hospital en homenaje a alguien que
está muriendo y, cómo no, la del Concierto
de Aranjuez del compositor español Joaquín Rodrigo. Hasta ahora sólo la
había escuchado con guitarra, pero suena magníficamente con los instrumentos de
viento. Llega a poner los vellos de punta. Si alguien no se anima a ver la
película, al menos debería ver esa breve parte. Podéis hacerlo pinchando AQUÍ.
Pero no sólo la trama es buena, sino que los personajes, todos y cada uno de ellos, son redondos. Además de sus problemas colectivos, tienen también su propio drama personal y su modo de enfrentarse a él. Gloria es la chica nueva que, después de pasar años fuera del pueblo, vuelve para unirse a la banda. Es aceptada cuando ven su manejo del fiscorno, pero ése no es el único motivo que la lleva de vuelta. Guarda un secreto relacionado con la mina que difícilmente le será perdonado. Está interpretada por Tara Fitzgerald, que es una cara conocida para los amantes de las producciones de época (la podemos ver en La inquilina de Wildfell Hall, en la versión de 2006 de Jane Eyre o en La dama de blanco).
Ewan Mcgregor es
Andy, a quien corresponde como instrumento musical la trompa. Él muestra su
preocupación de un modo distinto a otros, más allá de la furia o el rencor. Su
refugio es el juego y su problema personal es Gloria, de quien ha estado
enamorado toda su vida aunque no lo reconociera y de quien le cuesta aceptar la
verdad que ahora sabe. Con todo, este film no se centra en la historia de amor
entre un hombre y una mujer, pero el tema está presente porque, después de
todo, amar es algo intrínseco al ser humano, y si tenemos que definir esta
cinta con una palabra, la más correcta sería “humana”. Hay otros tipos de amor
a lo largo del metraje que hacen aún más acertada esta acepción: entre padres e
hijos, el amor a la vida, a la música, al hogar, entre amigos…
Gloria: −¿Quieres subir a tomar un café?
Andy: −No bebo café.
Gloria: −Y yo no tengo café.
|
Por otro lado está
Phil, interpretado por Stephen Tompkinson. Su historia es muy dura. Protagoniza
algunas de las escenas más difíciles de ver. Una de sus acciones no me gustó,
pero la forma en la que se produce es una clara muestra de que lo que
aparentamos ser no es siempre lo que realmente somos. No quiero decir de qué
escena se trata, porque es un hecho importante que no debo desvelar, pero puede
interpretarse como una metáfora referente a que la vida puede ser una broma
cruel.
Danny, a quien pone cara Pete Postlethwaite, es el padre de Phil, y, para mí, la estrella de la película en lo que a actores se refiere. Es un hombre que vive para la música. Insufla a la banda fuerza para continuar al mismo tiempo que ella es el motor que él necesita. Respira para poder oírla tocar e imprime en cada uno de sus gestos esa pasión que siente. Espectador en primera fila del drama que desola a su grupo, su evolución es evidente: el estupendo discurso en el que se ensalza la vida y la dignidad humana por encima de todo es suyo.
Me resultó muy
conmovedor el hecho de que Phil, a punto de ser desahuciado y de perder a su
familia por ello, buscara los medios para comprar el trombón que haría feliz a
su padre en un momento muy necesario para éste.
−¿Le está molestando este hombre?
−¡Pues claro, es mi padre!
|
Pese a que hay más
protagonistas y todos merecen su reconocimiento, no puedo nombrarlos a todos,
así que, por último, haré referencia a Jim Carter (Mr. Carson en Downton Abbey), que da vida a Harry. Su tragedia es su
matrimonio. Su mujer es un piquete y le reprocha a él que no hace todo lo que
debería. Su falta de comunicación se refleja durante todo el metraje cuando se
cruzan cada día al entrar o salir de casa y se saludan casi como extraños.
Pero no todo son
lágrimas y tristeza; también hay espacio para las sonrisas, tanto por parte de
los protagonistas como por la del espectador. En este aspecto cumplen bien su
función las “fans” de la orquesta, que ponen la nota desenfadada.
Tocando el viento ganó el premio César a la mejor película extranjera en 1998. Está rodada con naturalidad dentro de un ambiente costumbrista. Los personajes se mueven en espacios cotidianos. Incluso en los planos más oscuros existen luces y sombras, como ocurre en las escenas dentro de la mina. A pesar de la importancia de la música, escogida acorde a lo que se va mostrando en la pantalla, no es un film musical.
Tocando el viento ganó el premio César a la mejor película extranjera en 1998. Está rodada con naturalidad dentro de un ambiente costumbrista. Los personajes se mueven en espacios cotidianos. Incluso en los planos más oscuros existen luces y sombras, como ocurre en las escenas dentro de la mina. A pesar de la importancia de la música, escogida acorde a lo que se va mostrando en la pantalla, no es un film musical.
Se trata de una
producción sencilla pero profunda que hace disfrutar, sufrir y reflexionar.
Puntuación: 4 (sobre 5) |