La Regenta, considerada la obra cumbre de la novela española del siglo XIX, se publicó por primera vez en dos tomos en 1884 y 1885. Se trata de una obra tan polémica que su difusión se vio truncada a nivel nacional y, consecuentemente, internacional. Las primeras traducciones no se realizaron hasta pasada la mitad del siglo XX.
En España, algunas de las ediciones más destacables que pueden adquirirse hoy son las siguientes:
- Cátedra (dos volúmenes, 12'50 euros cada uno, 776 páginas el primero y 704 el segundo).
- Alianza Editorial (un tomo, 14'90 euros, 1024 páginas).
- Penguin Clásicos (un tomo, 13'95 euros, 1024 páginas).
La historia ha sido llevada al cine, concretamente en 1974, y a la televisión en una miniserie de 1995. También existe una novela gráfica realizada por Isaac del Rivero.
¿Qué opino yo? (Sin destripes):
En
esta sociedad consumista nos estamos acostumbrando con velocidad trepidante a
todo lo rápido y efímero. Los contratos de trabajo temporales, los móviles y
aparatos que despreciamos en cuanto se nos antojan otros, la comida basura, la
literatura rápida… No es de extrañar que los casos de estrés y ansiedad estén a
la orden del día. Nuestra adaptación a la cultura de lo desechable y lo fugaz
es tan pasmosa, estamos tan familiarizados con ella, que cuando algo nos
requiere detenimiento y reflexión, lo consideramos aburrido. Así encuentro, no
sin poder dejar de sorprenderme, que muchas personas rehúsan acercarse a un
clásico como La Regenta tildándolo de
soporífero. Alegan que el autor se pierde en descripciones eternas y
pormenorizadas, como si ese fuera un defecto imperdonable. No obstante, una
descripción bien hecha es como el mejor cuadro de un gran pintor. Después de
todo, un buen escritor es el que pinta con las palabras y un buen lector es el
que sabe reconocerlo.
«Ya había salido la luna, que parecía ir rodando sobre el tejado de enfrente. La calle estaba desierta, la noche fresca; se respiraba bien; los rayos pálidos de la luna y los soplos suaves del aire le parecieron caricias. "¡Qué cosas tan nuevas, o, mejor, tan antiguas, tan antiguas y tan olvidadas estaba sintiendo!"...».
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Es cierto que las descripciones son abundantes en la novela, como también lo son la narración y el monólogo interior, en detrimento del diálogo. Sin embargo, he visto críticas que exponen que Clarín dedica un número considerable de páginas a describir, por ejemplo, un ladrillo, y quiero matizar que no es así. Las descripciones son detalladas aunque precisas, no excesivamente extensas; no se pierden en detalles vacuos ni se alargan sin necesidad.
También
se habla de la lentitud de la obra, y, nuevamente, en este caso no puede
entenderse como algo negativo. Hay que tener en cuenta que no estamos ante un
libro de acción, sino de personajes y detalles, de costumbres y tradiciones. La Regenta es un intenso análisis
psicológico y social de los moradores de la Oviedo, y por tanto de España, de
finales del XIX, aunque de enorme vigencia aún hoy. El texto se construye a
través de las rutinas cotidianas y pensamientos de infinidad de personajes. No
los he contado, pero Wikipedia nos informa de que entre las páginas viven más
de cien personajes, y yo me lo creo. Clarín presta atención a todos ellos para
construir un mundo vivo, un espectáculo de pasiones humanas, hipocresía,
mezquindad… ante los cuales el lector no puede sentirse como un mero
observador, sino en medio de esa colmena que bulle, analizando las luchas
internas y externas de cada miembro de ella, arrastrado por una amalgama de
emociones poderosas.
«En los pueblos donde pocas veces se tienen espectáculos gratuitos, lo es y más interesante el de contemplarse mutuamente».
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Sin
necesidad de recurrir al lenguaje vulgar, a una exhibición impúdica de bajezas
morales ni al detalle explícito de las aventuras de alcoba, La Regenta resulta una obra cargada de
erotismo. La ciudad en sí es una casa de acogida de juegos carnales en la que
los participantes se entremezclan sin recato. No se censura que la piel llame a
la piel mientras no se convierta en asunto de trascendencia pública. En cambio,
sí hay un ataque a la virtud, porque en Vetusta no hay lugar para la
diferencia. Ese es uno de los problemas de Ana Ozores: las sonrisas de los
vetustenses se le brindan por su posición, pero la superioridad de su virtud
intacta no se le perdona, se le envidia, y la envidia va de la mano con la
maldad. Se desea y se procura la caída en desgracia de Ana.
Otro
aspecto sorprendente es que el autor haya escogido como posible elemento
tentador al personaje más simple de toda la novela, un galán de tres al cuarto,
un seductor sin escrúpulos, un crápula, Álvaro Mesía. Con cada una de sus
intervenciones va fijando ante nuestros ojos su carácter ruin y deleznable,
pero hay tres elementos que juegan a su favor: su paciencia, la ingenuidad de
Ana y la voluntad persistente de sus compinches.
Diametralmente
opuesto es Fermín de Pas, un personaje complejo y sumamente interesante. Fermín
es canónigo y, por tanto, está prohibido para cualquier mujer. Además, es un
hombre atractivo, fuerte y poderoso, combinación peligrosa. Algunos de los
fragmentos que el autor le dedica manifiestan su voluptuosidad. No obstante,
también es ambicioso, manipulador y vanidoso. A lo largo de toda la obra he
sentido por él una mezcla de fascinación y repugnancia. Creo
que, habitualmente, lectores y críticos solemos quedarnos con los rasgos
negativos de Fermín por lo mucho que destacan, pero, sin embargo, es un
personaje que ama auténticamente, aunque no sepa hacerlo bien. Cuando se
convierte en el confesor de Ana, vislumbra en ella un alma capaz de redimirlo.
Él mismo reflexiona en algunos momentos sobre su falsedad y su maldad y muestra
el anhelo de un cambio.
La
propia Ana Ozores es otro reflejo de modernidad del libro, ya que la joven
sufre males que, desgraciadamente, están a la orden del día. Una ingente
cantidad de páginas está destinada a desplegar los distintos estados de ánimo y
de salud de la Regenta. No es necesario ser psicólogo para comprender que sufre
ataques de ansiedad y síntomas de depresión. Su volubilidad es continua, lo que
ha llevado a algunos expertos, según un reportaje que tuve ocasión de ver, a
hablar incluso de bipolaridad.
En
ella, las influencias externas son muy poderosas. Una infancia difícil, la
carencia de amor y el trato con una sociedad a la que considera muy inferior
suponen el origen de sus desgracias. El misticismo y el deseo sexual se entremezclan en Ana.
La Regenta
fue un escándalo ya en su época y continuó siéndolo en otras posteriores.
Cuando se publicó, llegó a ser criticada por el Obispo de Oviedo, lo que no es
de extrañar, ya que el juicio negativo contra algunos sectores del clero es
evidente. También se dice que algunos ovetenses se vieron reconocidos en
determinados personajes, lo que no gustó mucho. Durante la dictadura franquista
se consideró un texto peligroso por inmoral y anticlerical. Huelga decir que
sufrió censura.
Para concluir quería realizar una comparación con otras dos novelas clásicas que van en la misma línea y dar mi opinión sobre por qué La Regenta, muy injustamente, no ha alcanzado la misma fama, pero tendría que poner spoilers, así que me temo que no podré hacerlo.
Contadme,
¿lo habéis leído? Y si no, ¿será burlada Ana por Álvaro? ¿Vivirá un romance
prohibido con Fermín? ¿Se mantendrá fiel a su esposo? Ya sabéis dónde encontrar
las respuestas.
Puntuación: 5 (sobre 5) |