Los ladrones somos gente honrada

21/05/2017

   Esta obra de teatro de Enrique Jardiel Poncela se estrenó por primera vez en el escenario del Teatro de la Comedia de Madrid en 1941.

   Hoy por hoy podemos encontrar en España varias ediciones. La de Austral Básicos es la más económica, puesto que cuesta 2'95 €. Contiene 128 páginas. Austral también tiene una edición que recoge, además, otro título del mismo autor, Cuatro corazones con freno y marcha atrás. Con 352 páginas, este libro vale 9`95 €.

   La obra fue llevada al cine en 1941 y 1956. También ha sido adaptada varias veces para televisión, concretamente en 1965, 1979 y 2006.

¿De qué va?

   Daniel y su pandilla de ladrones están a punto de dar un golpe con el que llenarse los bolsillos y no tener más preocupaciones.  Mientras los ricos anfitriones de una fiesta están distraídos, ellos ultiman los detalles, pero, de repente, hace su aparición Herminia. En un intento desesperado de alejarla para que no estropee sus planes, Daniel entabla conversación con la muchacha, quien, a pesar de su apariencia juvenil, afirma tener más de treinta años y haber vivido las experiencias más extraordinarias que la vida puede permitirle a alguien. Todo esto provoca un giro en los acontecimientos que los ladrones no van a perdonar tan fácilmente, aunque no pueden ni imaginarse lo que les espera con la familia de Herminia.


¿Qué opino yo? (Sin destripes):

   El teatro es un género de escaso consumo si lo comparamos con la novela, y es una pena, porque algunas de las obras que más huella me han dejado son teatrales, y eso que yo tampoco me doy a estas lecturas con asiduidad. No obstante, me declaro fan de Antonio Buero Vallejo, aunque siempre me deja hecha polvo. Sin embargo, en el lado contrario de la balanza está Enrique Jardiel Poncela para que florezca nuestra sonrisa.

    Cuando empecé acudir a sus textos, lo hice creyendo que serían hilarantes. No lo han sido para mí, pero sí que me han resultado bastante amenos, un soplo de aire fresco. De los tres títulos suyos que he leído hasta ahora, este es el que más me ha gustado. Sin ser desternillante, me ha hecho reír varias veces y sonreír muchas más, así que si me preguntáis que si lo recomiendo, la respuesta es sí. La mente no puede alimentarse sólo de drama para resistir los envites del día a día.

    No sé si lo habréis comprobado, pero es mucho más difícil hacer reír que hacer llorar, así que bravo por Poncela, que, sin que sea esta una obra de las que calan, consigue que nos evadamos de los problemas. 

    La historia empieza con una premisa muy sencilla. Como es obligatorio en teatro, se nos describe la escena y, acto seguido, algunos personajes inician la función. En este caso, unos cacos quieren dar el golpe de su vida. Ahí conocemos al protagonista y sus secuaces: Daniel el Melancólico, Pedro/Peter el Pelirrojo, el Tío del Gabán y el Castelar, quien, cuando se pone nervioso, habla con una especie de lenguaje inventado que, extrañamente, logra traducir a veces el Tío. 

    Todo esto es lo que vemos en el prólogo, donde se nos cuentan sucesos que ocurrieron unos meses antes de los que tienen lugar en los dos actos que le siguen y que cierran esta comedia. 

    No os dejéis engañar por esa aparente simplicidad del prólogo, que luego la cosa se complica y la obra se convierte en un verdadero caos. Empiezan a entrar y salir personajes, no todos son quienes dicen ser y hay secretos a tutiplén. A veces la escena llega a estar poblada con multitud de ellos y los diálogos paracen ir a toda velocidad. 


    «El silencio es lo más elocuente que existe. Sólo cuando callamos, lo decimos todo».


    Hay espacio incluso para la tensión y la intriga, sobre todo hacia el final. Las descripciones de los escenarios las realiza Poncela con mucha meticulosidad y precisión. 

    Cuando los acontecimientos van pasando con rapidez y los personajes tienen los nervios casi desquiciados, debemos estar muy pendientes de las acotaciones, ya que cada uno de ellos se dirige a unos y otros indistintamente y se produce entonces un pequeño lío. Llega un momento en el que ya formamos parte indisoluble de ese simpático enredo. Estamos igual que ellos y no sabemos quién logra abrir la caja fuerte, quién se ha cargado a un personaje y quién es el chalado que se pone a disparar desde el jardín. Os podéis hacer una idea de lo que encontraréis en este librito, y todo ello, no olvidemos, siempre en clave de humor. 


    Al final, el más sosainas es el que podríamos llamar protagonista, Daniel, y los más divertidos, para mí, el Tío y el Castelar, catetos y ladrones de tomo y lomo, pero casi, casi los más honrados, oigan.

    No hay que esperar en esta comedia críticas de ningún tipo, sesudos pensamientos filosóficos ni análisis de sociedad. Está escrita sin otras pretensiones que las de divertir y entretener al público o al lector. Para ello se sirve Poncela de situaciones casi esperpénticas que se desarrollan mayormente en un único escenario plagado de puertas que permiten jugar al equívoco. 

   Junto con los cuatro personajes antes mencionados hay muchos otros, como la misteriosa Herminia, que desencadena el principal cambio que experimenta nuestro protagonista, sus padres, el comisario Menéndez, el doctor Laredo, etcétera. Todos ellos tienen su función, y es que este título es un cóctel en el que hay un poquito de todo: romance, crimen, misterio, traición… 

   Es un libro muy corto y con un lenguaje muy simple, aunque pueden observarse diferentes registros según el personaje que hable. Se puede leer del tirón o alternándolo con algún otro más sesudo. La única complejidad se da en las partes en las que en la escena se junta un amplio número de personajes. 

   La historia viene precedida de una introducción en la que el autor nos revela cómo se
gestó, pero mi consejo es dejarla para el final y llegar al texto sin saber nada de nada, que es como más se puede disfrutar. 

    Poncela vivió en una época convulsa en la que a la censura franquista le gustaba hacer de las suyas. Él, como tantos otros, la sufrió. No tuvo una existencia fácil por diversos motivos, pero siempre encontró hueco para el humor, porque este es imprescindible. Decidme, ¿habéis comprobado la calidad del suyo en alguna de sus obras? 

Puntuación: 3 (sobre 5)

Middlemarch

14/05/2017
     Middlemarch es la séptima novela de George Eliot, quien comenzó a escribirla en 1869. Durante 1871 y 1872 se publicó por fascículos. La primera edición completa en un único tomo salió a la venta en 1874 y supuso todo un éxito.

     En España hay actualmente dos ediciones en nuestra lengua, una de la editorial Cátedra y otra de Alba Editorial. La primera, publicada en edición de bolsillo, es comentada, consta de 960 páginas y cuesta 30'10 €. La segunda, en tapa dura, tiene 896 páginas y está a la venta por 33'50 €.

¿De qué va?: 

     En Middlemarch, una localidad inglesa, varias personas entrecruzan sus vidas sin sospechar cómo va a jugar con ellos el destino. 
    Dorothea Brooke es una joven que aspira a realizar elevados proyectos que hagan felices a otros. En su camino aparecen dos pretendientes, sir James Chettam y Edward Casaubon, quien parece poseer una profunda sabiduría que la deslumbra. No obstante, Edward tiene lo que él considera una mancha en su familia, su primo Will Ladislaw.
    Por otro lado, la llegada de un médico con nuevos métodos, Tertius Lydgate, supone toda una revolución en Middlemarch. Sin buscarlo, Tertius se ve relacionado de distintas formas con Dorothea, Will, Edward y la hermosa y frívola Rosamond Vincy. 
    Al mismo tiempo, el hermano de Rosamond, Fred, vive pendiente de una herencia para poder casarse con la mujer que ha amado siempre, una muchacha trabajadora y responsable a la que la familia de él considera muy inferior y que quizá no le corresponda.


¿Qué opino yo? (Sin destripes):

    Si no habéis leído este libro, lo mejor que puedo deciros es que dejéis ahora mismo esta reseña y corráis a buscarlo. Esta novela de George Eliot ocupa un lugar preeminente en el Olimpo de las obras literarias y también se ha situado en lo más alto de mi escala personal. Es de esos textos que dejan una fuerte resaca y cuyos personajes acompañarán al lector ya mientras viva. Es el arte manifestándose en forma de libro

    Parece que Middlemarch es una de esas novelas a las que se les tiene mucho respeto por su extensión y por los prejuicios, pero, en serio, sacudíos todo eso de encima y cogedla sin miedo. Os sumergiréis en el mundo inglés más tradicional y provinciano de los años 30 del siglo XIX, con sus terratenientes, sus caserones, las convenciones sociales y rebeldías frente a las mismas, los avances médicos y técnicos, las reformas políticas, etcétera.


    Son muchos los temas que se desarrollan a lo largo de las páginas, pertenecientes al mundo exterior y, también, interior del hombre. Entre esas tramas, pese a no ser esta una novela romántica, ocupan un papel importante el amor y el matrimonio, que no tienen por qué ser exactamente lo mismo. De hecho, hay mucha crítica al modo en el que algunas uniones se consolidaban y al papel que se veían forzados a desempeñar la esposa o el marido. No es eso lo único que Eliot pone en tela de juicio, sino que quedan expuestas diversas cuestiones sobre las desigualdades sociales, la falsa moral, el juego, las funciones eclesiásticas, el rechazo a los cambios, etcétera. 


    «Es una mente muy estrecha la que no alcanza a ver un tema desde distintos puntos de vista».


    Como todas las personas son diferentes, también en esta obra existen distintos personajes que reflejan las más variadas actitudes y vivencias, resultando gran parte de ellos igual de importantes y complejos. Esta es, por tanto, una historia coral en la que la mayoría de sus protagonistas evolucionan psicológicamente y son vapuleados en una u otra dirección por la suerte que les toca y las decisiones que toman, como sucede en la vida misma. 

    Las primeras páginas nos exigen tener paciencia. Hay una barrera, quizás de unas cien o ciento cincuenta páginas más o menos, que hay que pasar para empezar a sentir con los personajes. Os digo esto porque aunque la calidad es palpable desde el principio, tal vez os pueda pasar como a mí, que me precipité a la hora de juzgar a algunos personajes y me daban ganas de abandonar la lectura, y os aseguro que evolucionan muchísimo hasta el final. 

     Uno de los principales nombres es el de Dorothea Brooke, a la que califiqué de prepotente y orgullosa para luego tener que tragarme mis palabras. El alma de Dorothea tiene tal sensibilidad que es imposible captarla bien desde el principio. Poco a poco uno empieza a entender por qué hay que querer a Dorothea y por qué hay un joven por ahí que siente lo que siente. 

    Con Will Ladislaw también me equivoqué mucho. Es un hombre sin profesión que no se asienta en ninguna parte, pero al final me será imposible olvidarme de él por su pasión y la integridad que demuestra. Tanto en el caso de Will como en el de Dorothea es necesario que sufran para que los conozcamos plenamente y para que cada vez nos sintamos más unidos a ellos. 
   

    «Cuando uno ve a una mujer perfecta, no se piensa en sus atributos..., sólo se es consciente de su presencia».


    Junto a Will y Dorothea, que menciono en primer lugar por ser los que más me han gustado, está Edward Casaubon, un hombre clave para que empecemos a vislumbrar el espíritu de ella. La misma relevancia tienen Fred y Rosamond Vincy, Tertius Lydgate y Mary Garth. Todos ellos son reflejo de una era y poseen unas aspiraciones y unas esperanzas (alcanzadas o frustradas según los casos y el momento). 

   Rosamond, caprichosa y egoísta, representa a un tipo de mujer distinta de Dorothea y Mary. Su forma de ser trae consecuencias que George Eliot plasma juiciosamente sin abandonar el espíritu analítico aplicado a los comportamientos humanos. Lentamente ella y sus circunstancias van encajando con las de los que la rodean, dando lugar a cuestiones cada vez más enmarañadas e insospechadas

    Fred, por su lado, a pesar de sus rasgos negativos, simboliza el amor más calmado y puro, el que se inicia en la infancia y crece junto con el cuerpo y la mente, sin interrupciones ni dudas. Es curioso que un personaje tan inestable en varios aspectos y tan indolente muestre tal constancia cuando se trata del corazón. 

    Del resto de personajes prefiero no comentar nada, pues corro el riesgo de desvelar demasiado si se unen todas las piezas. No obstante, me quito el sombrero ante los secundarios, que dan tanto juego como los principales y hacen que la obra resulte aun más redonda. 

    ¿Sois de los que teníais las emociones a flor de piel con las historias de Jane Austen? En serio, leed Middlemarch. Y eso que, como os he dicho antes, no es una novela romántica.

    El estilo de George Eliot es impecable. No es precisamente fácil y no me importa reconocer que he tenido que leer algunos párrafos dos o tres veces para captar las sutilezas, pero tranquilos, que esa no es la tónica general. Aunque las frases tiendan a ser largas y el vocabulario de un nivel erudito, lo que se narra y los personajes tienen tanto atractivo que, después de todo, las páginas se pasan volando. No muchos autores demuestran esta maestría, ni siquiera entre los clásicos

   El texto se divide en ocho libros que responden a la publicación original en fascículos. Estos están precedidos por un prólogo que al principio me resultó un poco raro, ya que nos habla de santa Teresa, y seguidos de un epílogo.

    Tengo la sensación de que esta reseña se queda corta, no le hace justicia al libro y no os he dicho nada relevante, pero creo que no hay palabras para expresar el cúmulo de sensaciones que me ha dejado. Contadme, ¿lo habéis leído o tenéis pendiente hacerlo?

Puntuación: 5 (sobre 5)
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