¿De qué va?:
En la pequeña población rural de Gladsbury, un ángel visita cada 25 años
al hombre que fabrica las velas y bendice una de ellas, la llamada Vela de Navidad. La
leyenda dice que aquél que sea elegido para recibir la vela y ore ante ella obtendrá un milagro. Sin embargo, en 1890, tras la llegada de un joven y
misterioso sacerdote, David Richmond (Hans Matheson), todo cambia,
pues la vela desaparece. (FILMAFFINITY).
¿Qué opino yo? (Sin destripes):
Esta película la descubrí el año pasado gracias al magnífico foro de Historias de Época, pero a la espera de que salieran subtítulos en español, no he podido verla hasta ahora. Para mí ha sido muy fácil meterme en la historia, porque adoro la Navidad, pero el mensaje que contiene puede llegar a cualquier persona, incluso a las que más detestan esta época del año, ya que, aunque los milagros celestiales están presentes, también se hace hincapié en que cada uno de nosotros, con esfuerzo, voluntad y fe en nosotros mismos y en los demás, podemos conseguir casi cualquier cosa.
Todo esto es mucho más interesante al ver que el protagonista es un reverendo escéptico que no cree en los milagros. Como pastor debe mantener viva la fe de la congregación, pero como hombre no logra creer en ningún acto milagroso que esté más allá de lo que cada uno pueda hacer con sus propias manos. Su deseo de ayudar, sus dudas y el orgullo que a veces guía sus actos son parte trascendental de la cinta.
El filme es previsible, pero no deja de ser un cuento entrañable, esperanzador e ideal para fechas navideñas. En ocasiones, aunque salvando las distancias, puede llegar a recordar a Cranford por desarrollarse en un pequeño pueblecito, por la cercanía entre los vecinos y por la época y el ambiente.
A algunas personas les parecerá que se le concede excesiva importancia a la religión a lo largo de todo el metraje. Esto no es algo que a mí me haya llamado especialmente la atención. Es cierto que el protagonista da varios sermones en su iglesia, pero de algunas de sus palabras puede extraerse algo importante. No es de extrañar que sea así si tenemos en cuenta varias cuestiones. Para empezar, el filme está basado en un libro homónimo de un autor cristiano, Max Lucado. Además, transcurre durante el Adviento y la Navidad, festividad religiosa pese a la fiebre consumista que prima hoy en día. A todo esto se suma que el protagonista es un pastor eclesiástico.
Con estos ingredientes quizás haya quien piense que es aburrida. A mí no me lo ha resultado, pero hay que tener en cuenta, como he dicho antes, que es un sencillo cuento navideño, sin grandes pretensiones, de los que gusta ver desde el sofá con una manta que abrigue y una bebida caliente.
Donde más flojea es en la historia de amor que plantea, ya que hay poca química entre los dos personajes que la protagonizan y apenas se muestran escenas de un acercamiento especial entre ellos antes de la conclusión.
Con todo, éste no deja de ser un aspecto secundario, ya que la clave del mensaje está en otra parte.
Los actores están bastante correctos, con excepción de Susan Boyle, excesivamente rígida e inexpresiva. Con sinceridad, es preferible que se dedique a cantar.
La ambientación es preciosa, como es de esperar en una producción británica. La villa con sus casas de piedra, las plantas trepando por las paredes, la luz de las velas y el mismo pueblo cubierto de nieve conforman bonitas estampas de las que a muchos, estoy convencida, nos encantaría formar parte.
Se trata, en resumen, de una cinta familiar, de las que despiertan los buenos sentimientos y propósitos, pero sin llegar a empalagar.
Todo esto es mucho más interesante al ver que el protagonista es un reverendo escéptico que no cree en los milagros. Como pastor debe mantener viva la fe de la congregación, pero como hombre no logra creer en ningún acto milagroso que esté más allá de lo que cada uno pueda hacer con sus propias manos. Su deseo de ayudar, sus dudas y el orgullo que a veces guía sus actos son parte trascendental de la cinta.
El filme es previsible, pero no deja de ser un cuento entrañable, esperanzador e ideal para fechas navideñas. En ocasiones, aunque salvando las distancias, puede llegar a recordar a Cranford por desarrollarse en un pequeño pueblecito, por la cercanía entre los vecinos y por la época y el ambiente.
A algunas personas les parecerá que se le concede excesiva importancia a la religión a lo largo de todo el metraje. Esto no es algo que a mí me haya llamado especialmente la atención. Es cierto que el protagonista da varios sermones en su iglesia, pero de algunas de sus palabras puede extraerse algo importante. No es de extrañar que sea así si tenemos en cuenta varias cuestiones. Para empezar, el filme está basado en un libro homónimo de un autor cristiano, Max Lucado. Además, transcurre durante el Adviento y la Navidad, festividad religiosa pese a la fiebre consumista que prima hoy en día. A todo esto se suma que el protagonista es un pastor eclesiástico.
Con estos ingredientes quizás haya quien piense que es aburrida. A mí no me lo ha resultado, pero hay que tener en cuenta, como he dicho antes, que es un sencillo cuento navideño, sin grandes pretensiones, de los que gusta ver desde el sofá con una manta que abrigue y una bebida caliente.
Donde más flojea es en la historia de amor que plantea, ya que hay poca química entre los dos personajes que la protagonizan y apenas se muestran escenas de un acercamiento especial entre ellos antes de la conclusión.
Con todo, éste no deja de ser un aspecto secundario, ya que la clave del mensaje está en otra parte.
Los actores están bastante correctos, con excepción de Susan Boyle, excesivamente rígida e inexpresiva. Con sinceridad, es preferible que se dedique a cantar.
La ambientación es preciosa, como es de esperar en una producción británica. La villa con sus casas de piedra, las plantas trepando por las paredes, la luz de las velas y el mismo pueblo cubierto de nieve conforman bonitas estampas de las que a muchos, estoy convencida, nos encantaría formar parte.
Se trata, en resumen, de una cinta familiar, de las que despiertan los buenos sentimientos y propósitos, pero sin llegar a empalagar.
Puntuación: 3 (sobre 5) |