Julia, rayo de luna

21/07/2013

     Esta breve novela de tan solo 152 páginas se publicó en 1996. En la actualidad no está a la venta en ninguna librería, pero se puede conseguir muy fácilmente entrando en contacto con la editorial a través de su página web: HUERGA Y FIERRO.
     El precio es de 10 euros (I.V.A. incluido), y merece estar presente en las estanterías de los apasionados de Gustavo Adolfo Bécquer. El pedido se puede pagar contra reembolso o por transferencia bancaria. En este último caso no supone ningún importe extra.

¿De qué va?:

     En 1858, Gustavo Adolfo Bécquer, aún desconocido para el mundo, se enamora perdidamente de una belleza madrileña, Julia Espín. Consciente de no poder  ofrecerle nada más que sus creaciones, el poeta comienza a tejer sus más hermosos versos, con los que pretende llegar al corazón de una mujer que se muestra distante y altiva. Poco a poco, Julia se deja cautivar por la pasión del escritor, pero el futuro que la muchacha había comenzado a crear para sí misma se interpone entre ambos.


¿Qué opino yo? (Sin destripes):

     Julia Espín ha pasado a la historia de la literatura como la mujer que inspiró las primeras rimas de Gustavo Adolfo Bécquer y la que, con su desdén, envenenó el alma del poeta.

     Gustavo Adolfo fue un hombre enamorado del amor. Yo siempre he creído verle reflejado en el protagonista de una de sus leyendas, El rayo de luna (de donde Ana Rioja ha tomado el título de su novela), especialmente cuando afirma que “había nacido para soñar el amor, no para sentirlo. Amaba a todas las mujeres un instante”. Tal vez por eso en la vida del escritor hubo tantas mujeres; muchas, desconocidas por nosotros; otras, olvidadas por la tradición, pero se mire donde se mire siempre hay un nombre que destaca íntimamente relacionado al de Gustavo: Julia Espín.

     Ana Rioja, periodista y escritora navarra, dedica estas páginas a desnudar el alma de ambos. Parte de algunos datos reales para crear una ficción, porque eso es lo que esta obra es. Resulta muy difícil saber si Julia realmente llegó a amar a Gustavo. Tal vez fue así y la autora se haya acercado a lo que sucedió.


«Yo no quiero un hombre guapo a mi lado si no me fascina. El poder de atracción de un hombre o de una mujer reside sobre todo en su capacidad para sugerir que posee un mundo interior lleno de proyectos e ideales que hacen que cada día se enfrente a la vida con ilusión, que cada jornada sea como una especie de batalla en la que hay que vencer o morir».

  
    Personalmente, cuando miro la conocida fotografía de la joven, no me parece hermosa, pero tal vez según los cánones de la época fuera bellísima. La cuestión es que a él se lo pareció, y así lo refleja también este libro que comienza con algo que sí está documentado: Bécquer se quedó prendado a primera vista de una muchacha a la que vio en un balcón madrileño mientras paseaba. Ése es el balcón al que las oscuras golondrinas no volverán.

    Julia está tratada en este escrito con mucho cariño. En principio se nos presenta como una mujer de fuerte carácter, decidida, fría y distante, pero es en aquellos fragmentos en los que escribe en su diario donde conocemos su auténtico “yo”. Ahí observamos su espíritu pasional, sólo que su pasión y sus sueños siempre han estado enfocados a la música, no a hombre alguno. Sin embargo, su seguridad y su entereza se tambalean cuando irrumpe en su vida un poeta de ojos oscuros y mirada intensa, pobre en recursos económicos pero muy rico en imaginación.



«No aspiro a que ella me quiera, sólo quizá a que me deje amarla, a que gracias a ella puedan salir de mi alma todos los versos que en estos largos meses sin ver el sol se han ido marchitando. Pero ahora sé que no han muerto».

     
     Son los versos de Gustavo Adolfo lo que va agrietando su coraza, pero aun así, Julia se resiste a amar. Tiene miedo de convertirse en un ser idealizado, de que no la vean como es, sino como la imaginan, y en ningún momento está dispuesta a renunciar a aquello que ha perseguido toda su vida: alcanzar la fama como cantante de ópera.

     Bécquer, por su parte, aparece totalmente idealizado. La imagen que Ana Rioja da de él es la que se suele tener comúnmente y que no es totalmente fiel a la verdad: así vemos un hombre lánguido, melancólico, inocente, con un único y verdadero amor en toda su vida, y se afirma que “cualquiera podría enamorarse de él sólo leyendo sus poemas”.



«Julia, no hay amor que no sea impaciente, no hay amor que pueda esperar, no hay amor por el que no se pueda morir. ¿No lo sabes tú, que eres tan inteligente? Ah, pero claro, qué boba soy, eso no se aprende en una partitura ni se lee en un libro. Eso, Julia, se siente o no se siente».

     
     Las palabras de la escritora hacen sentir auténtico el sufrimiento de Gustavo, su dolor por la enfermedad y la pena por un amor que se le escapa poco a poco.

    Tal como sucedió en la vida real, aquí se refleja el desencanto de Bécquer con Madrid. Él esperaba una ciudad que lo acogiera con los brazos abiertos y lo llevara al triunfo como escritor, pero a su llegada se dio de bruces con la realidad y tuvo que malvivir durante un tiempo.


     Los capítulos son cortos y todos se inician con una rima convenientemente escogida. Asimismo, cada uno está titulado con un verso (o parte de él) de la rima en cuestión.

     Ana Rioja escribe bien, con un lenguaje perfectamente adaptado a la situación. Crea una obra pausada que fluye tranquilamente mientras recorre los sentimientos de los dos protagonistas principales, pero también de Josefina, la hermana menor de Julia. Sin embargo, al ser una editorial pequeña y, con toda probabilidad, prescindir de corrector, el libro está plagado de faltas de ortografía. A todos se nos puede escapar alguna por descuido, pero cuando hay tantas, resulta irritante. No obstante, la historia que se narra y la forma en que la autora la ha tejido merecen la pena.



«Gustavo Adolfo, usted no me ama, la mujer que busca no soy yo. Usted ama a un rayo de luna, a algo etéreo e intangible, a algo que nunca se manifieste para que no pueda defraudarle. Ama a un sueño, a un imposible, a un vano fantasma de niebla y luz. No, no me ama a mí. Pienso que soy una ilusión que creó su mente en un momento de ciego delirio».

     
     Para comprender mejor algunos aspectos, prefiero confrontar los sucesos de este relato con lo que se cree o se sabe que aconteció en la vida del autor sevillano.

FICCIÓN Y REALIDAD:

Ficción: Julia hace mención al aspecto descuidado de Bécquer la primera vez que lo ve, pero posteriormente cambia de opinión.
Realidad: Julia Espín llegó a tildar al poeta de hombre sucio.

Ficción: Ana Rioja muestra a un Bécquer con una enfermedad que no especifica, pero sus síntomas son propios de la tuberculosis. Admite que estuvo con diversas mujeres para aplacar el deseo físico.
Realidad: Aunque hasta hace un tiempo se afirmaba que Gustavo Adolfo murió de tuberculosis, hoy por hoy se cree que fue la sífilis lo que lo mató.

Ficción: La casa de Julia en la novela se sitúa en la madrileña calle de la Flor Alta.
Realidad: El hogar de los Espín, y por tanto el famoso balcón, estaba, según Rafael Montesinos (unos de los biógrafos más fiables de Bécquer), en la calle de la Justa, actual calle de los Libreros.

Ficción: Julia tiene los ojos azules y todas las rimas que hablan de unos ojos de tal color están dedicadas a ella.
Realidad: Julia tenía el cabello y los ojos negros. Quien tenía los ojos azules era su hermana Josefina.

Ficción: Josefina se enamora de Bécquer, pero no es correspondida.
Realidad: Existe la hipótesis de que Bécquer, desengañado de Julia, desvió su interés hacia Josefina, más dulce. De hecho, algunas rimas se han encontrado en el álbum de la más joven de ambas hermanas.

Ficción: Gustavo es un hombre triste, melancólico, con poco ánimo y energía, pobre, desdichado y profundamente romántico.
Realidad: Sí era comprensivo, generoso y de voluntad débil, pero también alegre, con sentido del humor, amante del café y del tabaco y con claros deseos carnales; además vivió épocas de bonanza económica.

Ficción: Los tres hijos de Casta Esteban, esposa de Gustavo Adolfo, se suponen de él.
Realidad: El hijo más pequeño de Casta fue, con toda probabilidad, fruto de su infidelidad con Hilarión Borobia.

Puntuación: 3 (sobre 5)
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