El fin de la eternidad es una novela de ciencia ficción escrita por Isaac Asimov. Se publicó por primera vez en su lengua original en 1955. En España la tenemos en papel en dos ediciones distintas, una de ellas de la editorial de Debolsillo y la otra, de Factoría de ideas. La primera cuenta con 280 páginas y tiene un precio de 8'95 euros, mientras que la segunda está a la venta por 19'95 euros.
¿Qué opino yo? (Sin destripes):
Antes de empezar
este libro vi algunas opiniones sobre él que afirmaban que es ideal para
iniciarse en la ciencia ficción. Después de leerlo, creo que para disfrutar
plenamente con esta historia debemos sentirnos atraídos previamente por este
subgénero literario. A una persona no habituada a este tipo de novelas, como es
mi caso, de entrada pueden resultarle extraños muchos de los conceptos
empleados, pero en realidad eso no supone ningún problema, ya el argumento se
va desarrollando con mucha claridad para que no nos perdamos en ningún momento
en los planteamientos.
A pesar de ser una novela más bien corta, las reflexiones a las que lleva son bastante profundas. Hay un camino con dos bifurcaciones: dejar que la humanidad tenga libre albedrío, conlleve lo que conlleve, o que unos pocos elegidos puedan decidir qué es lo mejor para ella alterando los destinos cuando lo crean conveniente.
Y, sin embargo, sea cual sea la decisión que se tome, la pregunta que podemos extraer del libro es la misma: ¿puede la humanidad destruir a la humanidad?
El protagonista tiene muy claras sus opiniones desde el principio. Él es uno de esos elegidos que creen estar haciendo lo mejor para el mundo. Puede provocar cambios de realidad cuando un suceso no deseado, como una guerra, un desastre económico, etcétera, es causado por las personas, pero ¿es justo intervenir a escondidas para cambiar los destinos de ese modo? ¿Y cuáles son las consecuencias?
Sin
embargo, ahora le embargaba la emoción. No por cincuenta mil millones de seres,
¡qué le importaban a él cincuenta mil millones! Era sólo por una persona. Sólo
una.
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Como veis, el tema es muy interesante, y lo que sucede en la novela puede extrapolarse a la realidad cotidiana que vivimos día a día: ¿realmente puede alguien imponerse sobre el resto y decidir sin temor a equivocarse qué es lo mejor para los miles de millones de habitantes de nuestro planeta?
El problema de esta obra son sus protagonistas, Harlan y Noys, ya que son personajes planos. Harlan a muchos nos caerá mal. Es un hombre con convicciones muy arraigadas, entregado a su trabajo, casi obsesionado con él. Cuando se enamora de Noys (enamoramiento que se produce en un santiamén), sigue siendo el mismo hombre, tan sólo cambia el objeto de su obsesión, del trabajo a la chica. En algún momento, especialmente casi al final, su comportamiento y su forma de pensar son propios de alguien que padece una psicopatía.
Noys es una mujer que nos terminará sorprendiendo, pero durante la mayor parte de la novela su principal mérito es ser muy atractiva, y aunque Harlan piensa que es inteligentísima, a los lectores se nos presenta en casi todo el libro como alguien anodino y no con demasiadas luces.
Como norma general odio a los personajes planos, pero curiosamente en esta obra no me ha molestado que sean así, porque realmente ellos no son lo que más importa. Ellos no están ahí para atraparnos con sus vidas o sus sentimientos, sino que están al servicio de la historia. Y es que la historia en sí misma, la verdad que hay detrás de lo que Harlan vive, es la auténtica protagonista.
La prosa de Asimov es bastante asequible, no tiene una sintaxis compleja, y al no tratarse de un libro grueso, se lee rápido y con facilidad.
Puntuación: 3'5 (sobre 5) |