Lo que hizo Katy

15/07/2025


Susan Coolidge (1835-1905) es una autora prácticamente desconocida en España, a pesar de haber dedicado su vida a la literatura y contar con obras que poseen un espíritu similar a otras más reconocidas. Lo que hizo Katy ha permanecido inédita en nuestro país hasta que la editorial Siruela la ha traído en 2018 en una edición que consta de 192 páginas.

Esta novela se publicó por primera vez en 1872 y forma parte de un conjunto de cinco libros que narran la vida de los hermanos Carr. Los protagonizados por Katy, la hermana mayor, son tres, los únicos que Siruela ha traducido, dejando así incompleta la saga para quienes quieran conocer las vicisitudes del resto de la familia.

 

¿De qué trata?: 

K
aty Carr es una niña aventurera, traviesa, valiente e impulsiva. A sus doce años le encanta saltar las vallas, sentarse en los tejados, ir de pícnic con sus hermanos, aunque a su tía Izzie le horrorice... 

Un día, la familia se enfrenta a un suceso inesperado que la obliga a replantearse la vida que había llevado.

 

¿Qué opino yo? (Sin destripes):

 Cada página de este libro ha sido para mí un soplo de aire fresco. Este tipo de lectura reposada e inocente acaba siendo un bálsamo en medio de este mundo tan caótico. Quizá la etiqueta de clásico infantil o juvenil pueda confundir y alejar a algunas personas porque la trama gira mayormente en torno a niños que viven su tierna infancia entre juegos e ilusiones, pero lo cierto es que, aunque eso sea parte estos libros, también suelen incluir aspectos vitales y reflexiones que se comprenden mejor cuando ya se es adulto y se han tenido que afrontar diversas dificultades impuestas por el destino.

Reconozco que no conocía esta historia ni a su autora hasta que vi que Siruela la traería a nuestro país; además, con una portada preciosa. Como no podía ser de otra manera, me llamó mucho la atención que el editor de Susan Coolidge fuese el mismo que publicó Mujercitas, una de las historias que amaba en mi infancia (y aún lo sigo haciendo). Con este punto de partida, no dudé en hacerme con él en cuanto salió a la venta, sin mirar ninguna opinión ni reseña sobre él.

Lo que hizo Katy tiene mucho en común con otros libros protagonizados por niñas imaginativas, soñadoras, inteligentes, inconformistas y con iniciativa. Podemos citar así obras como la ya mencionada Mujercitas; Ana, la de Tejas Verdes y Pollyanna, pero también me trae a la memoria la serie de televisión Camino de Avonlea.

El título que aquí nos ocupa no tiene la densidad argumental de la obra más conocida de Louisa May Alcott ni las vívidas descripciones de Lucy Maud Montgomery, pero el estilo sencillo y cándido que caracteriza a esta novela se corresponde con la sencillez y candidez de esa infancia que se nos muestra, consiguiendo incluso que sintamos nostalgia de una época y un lugar que no hemos conocido.

Los primeros capítulos nos presentan a Katy, sus hermanos, su amiga Cecy y al resto de la familia Carr, pero también se nos permite ser partícipes del mundo secreto de estos niños. Nos colamos entre ellos cuando quedan a escondidas para contarse imaginativas historias, leerse los poemas que han compuesto y repartirse algunos dulces como si fueran un manjar exclusivo.

Como Anne Shirley, estos niños tienen su propio País de las Hadas. Fuera de su hogar, en un bosquecillo acogedor, hay lugares especiales que ellos bautizan como el Sendero del Peregrino, la Colina de la Dificultad o el Sendero de la Paz, pero en los momentos en los que el clima deja de brillar, trasladan su refugio mágico a un pajar «de techo bajo, oscuro, sin ventanas, iluminado sólo por la exigua luz que entre por el agujero del suelo» con olor a maíz y alguna gotera en el tejado. Entre la dorada paja y en la semipenumbra, celebran sus banquetes, continúan sus historias secretas y resuenan sus risas los sábados lluviosos.

Al personaje de Katy lo vemos evolucionar a lo largo de la historia. Es la mayor de seis hermanos y la más traviesa, aunque algunas trastadas no las haga aposta. Es imaginativa, pero algunas de sus ideas le traen bastantes disgustos, aunque forman parte de su crecimiento y del entretenimiento del lector.

Sus hermanos también tienen su propia personalidad y, al final, es imposible no encariñarse con ellos y tener algún favorito. En mi caso, he sentido debilidad por Elsie. Sin embargo, aunque los niños sean el centro de todo, los personajes adultos también me han gustado. El doctor Carr es un hombre dulce y comprensivo, pero firme. La prima Helen es el ejemplo de quien se pierde y se busca a sí mismo en la adversidad, alguien que no lo ha tenido fácil, pero que se ha crecido frente a las tribulaciones. Quizá nos resulte menos realista, pero su mensaje es muy digno de tener en cuenta. Con todo, he preferido a la antipática y estricta tía Izzie, porque pese a su carácter duro y exigente, en el fondo es una mujer que desea ser querida, pero no sabe cómo mostrarlo sin perder autoridad. Es un personaje imperfecto con emociones opuestas.

Como sucede en la vida misma, no todo son risas y juegos. Los capítulos alegres se acompañan de otros en los que los niños tienen que afrontar pérdidas e infortunios que serán parte de su bagaje en su camino hacia la edad adulta.


«Ya sabéis que cuando uno empieza el día de mal humor, parece que ocurran todo tipo de desafortunados accidentes para acrecentar nuestra aflicción».

Hay muchas maneras de afrontar las desgracias (o incluso no hacerlo) y me ha resultado conmovedora la forma que tiene Susan Coolidge de exponerla y llevar a su protagonista hacia la madurez. Este camino de desarrollo personal de Katy también puede ser una vía de reflexión para los lectores, ya que a veces se nos olvidan valores y cualidades que harían nuestra vida más agradable, como la resiliencia, la constancia, la paciencia, la tolerancia, el respeto, procurar la propia realización y la felicidad de los demás aparte de la nuestra propia. Seguramente habrá quien a esto lo llame moralina o valores obsoletos, pero, sinceramente, creo que nos hacen mucha falta en general y, al menos personalmente, los prefiero en mi vida, por lo que su inclusión en los libros me parece reconfortante en un siglo XXI que cada vez más adolece de su carencia.

Lo que hizo Katy es una de las mejores lecturas de lo que llevo de año, no tanto por su calidad literaria, sino porque es de esas que abrazan el alma y dejan calentito el corazón.


Puntuación: 5 (sobre 5)
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