29/06/2025
Durante la pandemia mundial de 2020, Brandon Sanderson escribió cuatro novelas conocidas como novelas secretas, ya que así es como fueron creadas. Yumi y el pintor de pesadillas es la tercera de ellas, aunque independiente de las demás.
Estos libros fueron autopublicadas en inglés y, posteriormente, salieron en español por la editorial Nova. Estas últimas ediciones son de tapa dura y están ilustradas. Además, a principios de 2025 se publicaron unas ediciones limitadas en bolsillo, a un precio más asequible, pero con un tamaño de letra muy pequeño.
¿Qué opino yo? (Sin destripes):
Esta lectura me hizo pasar por distintas sensaciones que comenzaron con la desidia, continuaron con un destello de interés y culminaron con un suspiro de satisfacción.
Antes de nada quiero aclarar que no soy una seguidora acérrima de Brandon Sanderson. Antes de este libro sólo había leído Elantris, que me encantó y me hizo desear leer más obras del autor, pero sin adentrarme en esas sagas ingentes e interminables del Cosmere, ya que eso supondría dedicarle mi vida lectora en exclusiva a este hombre, y hay demasiada literatura apetecible como para consagrarse a una única cosa. Esta reflexión es la que me llevó hasta sus novelas secretas, de las cuales algunas pueden leerse de forma independiente, aunque tengan referencias al Cosmere.
A priori, Yumi y el pintor de pesadillas es la que más me sedujo por sus reminiscencias japonesas y coreanas y porque se anunciaba como la obra más romántica de Sanderson. Esto último es algo que ya me iba apeteciendo, porque hacía tiempo que no encontraba un romance bien desarrollado que no cayera ni en la ñoñería ni en el extremo contrario (escenas y comentarios soeces y vulgares de una sociedad hipersexualizada) y que, además, la historia de amor no fuera lo único en la trama.
Que el narrador sea un personaje de otra novela no supone ningún óbice y todo lo que necesitamos entender de esta historia está planteado y desarrollado sin dificultades. De hecho, ese mismo personaje, en su voz de narrador, ofrece una disertación explicativa hacia el final, aunque, a mi parecer, innecesaria.
Ahora bien, centrándonos en la trama y en el estilo, el principio me estaba resultando desalentador, ya que los acontecimientos se estancan y los personajes principales pasan buena parte haciendo lo mismo; esto es, apilar piedras o aprender a hacerlo, bañarse y comer fideos, y todo ello se narra y se describe con un registro cuasi coloquial en lo referente al léxico y a las estructuras oracionales. Estuve a punto de abandonar, pero, finalmente, me alegro de haber persistido en esta ocasión, ya que en torno a la mitad había conseguido cambia mi opinión de los personajes y observar cómo los engranajes rodaban y encajaban.
«El arte se basa en los sentimientos y la emoción. Consiste en dejarlos escapar para compartirlos. Consiste en capturar una verdad sobre ti mismo. Como si te abrieras un agujero en el pecho y revelaras tu alma». |
Me di cuenta entonces que esa lentitud que me exasperaba al principio era totalmente necesaria, porque en esos acontecimientos cotidianos y aparentemente iguales es donde los dos protagonistas comienzan a encontrarse a sí mismos, pero también al otro. Lo que el lector puede entender como rutinario y repetitivo es lo que luego se demuestra imprescindible para comprender el vínculo que se crea entre ambos. La evolución de la relación es sutil, se forja poco a poco, llegando de un extremo al otro no de la nada, sino desarrollando unos cimientos sólidos sobre los que construir.
Con el personaje de Yumi hay que tener un poco de paciencia. Su actitud arrogante e intransigente fue otra de las cosas que me hizo querer dejar la lectura. Sin embargo, durante el desarrollo del libro va aprendiendo subre su pripia vida y sobre la de Pintor y comienza a reflexionar y evolucionar, llegando a ser una Yumi más madura y empática. En cambio, Nikaro (o Pintor) me gustó desde el principio. Se trata de un personaje encerrado en sí mismo, sin saber desprenderse de sus propios demonios, pero siempre dispuesto a ayudar y al sacrificio por los demás.
En principio, el estilo de Yumi y el pintor de pesadillas me hace pensar un una obra destinada a un público juvenil poco avezado en la lectura o, al menos, en libros sesudos. No obstante, esto no debería ser lo que nos disuada a los que tengamos más edad o bagaje lector de darle un oportunidad, ya que el conjunto resulta una novela muy agradable, intrigante, con unos personajes que terminan conquistándonos, con interesantes reflexiones sobre el arte y con un final perfecto que logra que volvamos la última página con una sonrisa.
Puntuación: 3,5 (sobre 5) |