La fuente enterrada

 14/06/2025


Esta novela de Carmen de Icaza se publicó por primera vez en 19477. Sólo tres años después fue llevada al cine. En 2009, el grupo Planeta recuperó el texto original en una nueva edición, pero hoy se halla descatalogada y no existe nada que indique que pueda volver a reeditarse. 
 

¿De qué trata?: Irene Quiroga es una joven que se ve obligada a vivir en Granada con una tía que la maltrata. No obstante, la belleza de la ciudad que la rodea y su enorme sensibilidad le permiten no abandonar los sueños y fantasías que la sostienen. Durante un viaje aparentemente idílico se cruza en su camino un hombre que trunca su vida de un modo que no sospechaba. Una espiral de acontecimientos la conducen hasta Madrid, donde se ve envuelta en una vorágine de acontecimientos para los que no estaba preparada.

 

¿Qué opino yo? (Sin destripes):

A pesar de que tengo una relación muy estrecha con la literatura española, no conocí a Carmen de Icaza hasta hace muy pocos años, y puedo decir que fue por pura casualidad. Ocurrió durante un paseo por la librería de unos grandes almacenes que suele ofertar libros por 5,95€ dos veces al año. En una de esas mesas se apilaban ejemplares de Vestida de tul, otra de sus obras, en una edición que parecía de un precio mucho mayor por sus tapas duras, el papel empleado y un bonito diseño de la sobre cubierta.

Finalmente resultó ser una lectura enriquecedora. Sin ser una obra perfecta, me descubrió otra visión de los años de preguerra, guerra y posguerra. Se narra desde el punto de vista de los ricos y los aristócratas, de los favorecidos, pero desde una perspectiva muy particular, la de denunciar la situación de esas jovencitas de buena familia que eran educadas en una burbuja de infantilismo y protección para luego ser lanzadas al mundo real sin herramientas con las que desenvolverse en él.

Quise buscar más libros de Carmen, pero, para mi sorpresa, no encontré nada. Ahí es cuando comencé a indagar sobre ella y deduje que es una escritora a la que no se le ha perdonado su implicación con la sección femenina de la Falange. He llegado a leer cómo se vapuleaban sus tramas y se denostaba su estilo, causas que se esgrimen como motivo de su caída en el olvido y que resulta del todo inconcebible e incoherente si se tiene en cuenta que otra escritora (esta sí promocionada y defendida), Carmen Martín Gaite, tomó de ella la técnica narrativa del espejo y confesó la predilección que sentía por sus escritos durante la juventud. 

Al final, como siempre en los últimos tiempos, se permite y se busca que sean la política y la ideología las que se impongan por encima del arte y del talento. Ni siquiera ha importado que Carmen de Icaza fuera una feminista que expusiera en sus obras la situación de mujeres que también existía, mujeres del bando más impopular hoy, mujeres aparentemente afortunadas, pero que sufrían la imposición de un rol que cumplir, un papel dentro del hogar sin libertad al margen del marido y la obligación de mantener un ideal ante la sociedad.

Esto es lo que me he encontrado en La fuente enterrada, que llegó a mí gracias al mercado de segunda mano. Cuán superior me ha resultado con respecto a Vestida de tul. Si este fue mi vía de entrada a esta autora, La fuente enterrada ha supuesto la confirmación de que quiero leer mucho más de ella y sobre ella.

 


«El terreno estaba bravío, cortado por barrancos en que corría, hechos espuma, los riachuelos. Olía a pinos y a espliego. Irene saltaba y trepaba, con la meta del castillo ante los ojos. Había vuelto a su infancia. Mejor dicho, estaba jugando a que vivía la aventura libre y alegre de una infancia que no había tenido».

El inicio del libro ya es una sorpresa de por sí, porque comienza en un psiquiátrico femenino donde no sabemos muy bien qué posición ocupa nuestra protagonista. Seguidamente el libro va alternando retrospecciones que nos llevan a conocerla mejor y a saber por qué su destino terminó siendo ese, pero también descubrimos qué le sigue deparando la fortuna. 

El horror que ya se plantea en los primeros párrafos choca frontalmente con la belleza de los paisajes de su juventud y sus primeras ilusiones brotando de entre los maltratos a los que la somete su tía.

Los cármenes de Granada, las ruinas de los castillos de La Alpujarra y ese primer amor que puede cegarnos forman parte de un lirismo que se alterna con los momentos más desoladores. Así transcurre la obra, entre la belleza y el desastre.

La vida de Irene es un camino de caídas en el que debe recomponerse una y otra vez tras haberse perdido a sí misma. La madurez vital y sentimental vienen de la mano de otro personaje que tiene mucho que aportar, el doctor Pedro Vendrell, un hombre íntegro, honesto y honrado al que también vemos evolucionar. Es un hombre abnegado, de corazón puro que ya se ha ganado un hueco en el mío. Él es también un ejemplo de lucha y perseverancia, además de lealtad. 


«¿Tú sabes las veces que aquí, en este mismo sitio, al sentirte como ahora temblar a mi lado, he tenido que hacerme un nudo por dentro para no estrecharte contra mí y decirte: "no sigas malgastádote en vano y no digas que no hay quien te necesita?". Te necesito yo, te deseo yo, te quiero yo...».

No obstante, no nos llevemos a confusión: esta no es una historia de amor, aunque contenga una realmente auténtica. Es una historia de ensueños juveniles e ilusiones que se rompen, de pérdida, búsqueda, engaño, renuncias y esperanza. 

Hace tiempo que lo leí y el final sigue dejando ecos en mi mente. No es un desenlace común y nosotros podemos elegir si queremos que sea feliz o no.

Ojalá las emociones que me ha dejado esta novela pudieran sentirlas más personas. Ojalá Carmen de Icaza pudiera recuperar su lugar.

 

Puntuación: 5 (sobre 5)

Tempus fugit, carpe diem

 25/05/2025

Los blogs no están de moda. Hace muchos años que es así. Las redes sociales han invadido nuestros espacios, nuestro tiempo, nuestra intimidad.

Han transcurrido seis años desde mi última publicación en este rincón. Quizá en este tiempo alguna de mis entradas haya ayudado a alguien a sumergirse en una lectura o quizás, y más probable, este blog haya caído en las profundidades de esa vorágine que es internet. Sea como fuere, hoy me he despertado acordándome de este espacio.

El tiempo pasa para todos, y eso es bueno. La vida trae consigo infinidad de lecciones y cada día somos un poquito diferentes de lo que habíamos sido antes, o, al menos, eso creo yo que debe ser lo recomendable: evolucionar, cambiar, crecer.

En este tiempo he seguido devorando libros, como he hecho toda mi vida, y he ampliado la variedad de lecturas, consumiendo literatura de prácticamente cualquier subgénero y época. No obstante, no ha sido así con mi afán por ver series e, incluso, películas. La sociedad en sí se ha vuelto más oscura, cínica y negativa y esto se transluce en las producciones de la pequeña y gran pantalla. Poco refugio va quedando en ellas para los que preferimos un mundo con más luz.

Este es también uno de los motivos por los que ya no estoy en redes sociales. Probé Twitter (ahora X) durante varios años y ninguna de sus virtudes superaba sus defectos. Cada vez más personas acuden allí a exponer miserias, quejas, críticas... Además, es bien sabido que estas plataformas están diseñadas para generar adicción, así que decidí alejarme de ello. Quizá haya otras más amigables, pero no deseo volver a esa dinámica de publicar y estar pendiente de comentarios y "me gusta". Al final, todo eso deriva en demasiado ruido mental.

Este espacio siempre fue como un diario de mis aficiones. Quizá vuelva a serlo, tal vez regrese con algunas reseñas y pensamientos. Todo ello depende de ese tiempo que nos queda después de las obligaciones y tras aquel que me dedico a mí misma, porque, al fin y al cabo, aunque el tiempo se esfume, lo más importante es aprovechar el momento.




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