Edward G. Bulwer-Lytton escribió este libro en 1834. En España han sido varias las ediciones publicadas a lo largo de los años. A día de hoy está a la venta una de la editorial Planeta. Su precio es de 19 euros, y consta de 424 páginas.
Hace un tiempo, El País sacó una colección de novela histórica. Uno de los títulos fue éste, y todavía pueden encontrarse algunos ejemplares en ferias y librerías de segunda mano y ocasión por unos tres o cuatro euros.
Ha sido llevado al cine y a la televisión en diversas ocasiones.
¿Qué opino yo? (Sin destripes):
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Los últimos días de Pompeya tiene un valor histórico y social claro, no sólo por ser una de las primeras novelas históricas propiamente dichas, sino porque resulta una mezcla entre dos épocas que para nosotros ya son pasado. El autor no se limita a hacer un retrato de la Pompeya anterior a la erupción del Vesubio, sino que realiza algunas comparaciones con la realidad existente en su propio siglo, lo que confiere al texto mayor riqueza. Sin embargo, Bulwer-Lytton no abusa de este recurso para que no nos sintamos alejados del contexto que verdaderamente importa en el libro: Pompeya en el año 79 d.C.
«Quien se ha enamorado muchas
veces no ha amado nunca. Sólo hay un Eros, aunque existen muchas imitaciones de
su persona».
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Aunque ya conocía algunos datos que aparecen en la obra, he descubierto muchos otros.
Tal como está estructurado el libro, tenemos tiempo para conocer minuciosamente todo lo expuesto más arriba, ya que el desastre del Vesubio tarda en suceder. No obstante, el autor da algunas pinceladas a lo largo del texto que sirven como preludio de la tragedia.
«La vergüenza no es el resultado de la pérdida de la estima ajena, sino de la que nos debemos a nosotros mismos». |
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En el lado negativo de la balanza están los personajes principales. Glauco e Iona son lo más soso que me he encontrado en mucho tiempo, y su amor es tan empalagoso como poco creíble. No estoy desvelando nada con esto, puesto que se conocen en las primeras páginas de la novela y el enamoramiento es prácticamente inmediato.
«La maldición que padecen los sensualistas consiste en no poder amar hasta que su deseo de placer comienza a debilitarse; su juventud ardiente se dilapida en incontables deseos, pero su corazón queda vacío». |
Curiosamente, ambos son de ascendencia ateniense. Al principio los dos prometen más de lo que luego dan de sí. Glauco, que parece tener un cierto vacío interior motivado por la nostalgia de su tierra, comienza a vivir únicamente para alabar a Iona, esté ella presente o no. Al final es difícil no cansarse de tanto elogio, y es que apenas habla de otra cosa.
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Más interesante me parece la esclava ciega enamorada de Glauco, Nydia, aunque por algunos de sus actos tampoco puedo simpatizar con ella.
El malo, Arbaces, representa la hipocresía y, según él mismo explica, la falsedad de las creencias religiosas. Algunos pasajes sobrenaturales están ligados a él, y la verdad es que me hubiera gustado que se explicara cómo hace ciertos trucos, pero se nos deja con la duda.
«La benevolencia es un deber para todo el que aspira a la sabiduría». |
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El estilo no es complejo, pero en ocasiones el escritor usa expresiones o frases ampulosas que al lector actual pueden resultarle excesivamente barrocas y artificiales.
Quien se anime a leer Los últimos días de Pompeya tiene que tener en cuenta que se aleja de las formas habituales en la novela histórica actual y que no deja de ser una obra del siglo XIX.
Puntuación: 3 (sobre 5) |