Textos destacados: Pensamientos

17/02/2016

     Hace mucho inauguré una nueva sección que acabé dejando abandonada. Hoy es el momento perfecto para recuperarla, puesto que se cumplen 180 años del nacimiento de uno de mis escritores preferidos, Gustavo Adolfo Bécquer. Por mucho que todos conozcamos su nombre, lo cierto es que es un autor tremendamente desconocido. En nuestro país, la enseñanza limita su estudio a unas pinceladas someras sobre Rimas y Leyendas, maravillosas, sin duda, pero que suponen una pequeña porción de su obra. Ahí están las mágicas Cartas desde mi celda o las hermosas Cartas literarias a una mujer, además de sus Narraciones, muchísimos artículos de crítica literaria y social, teatro, etcétera.

     Os animo a acudir sin miedo a sus textos. Seguro que más de uno se sorprenderá.

     En esta entrada, además de decir que hay que a leer más a Bécquer, quiero recoger una de las más bellas composiciones que conozco del autor sevillano:


     Vosotros, los que esperáis con ansia la hora de una cita; los que contáis impacientes los golpes del reloj lejano, sin ver llegar a la mujer amada; vosotros, que confundís los rumores del viento con el leve crujido de la falda de seda y sentís palpitar apresurado el corazón, primero de gozo y luego de rabia, al escuchar el eco distante de los pasos del transeúnte nocturno, que se acerca poco a poco y, al fin, aparece tras la esquina, y cruza la calle, y sigue indiferente su camino; vosotros, que habéis calculado mil veces la distancia que media entre la casa y el sitio en que la aguardáis y el tiempo que tardará, si ya ha salido, o si va a salir, o si aún se está prendiendo el último adorno para pareceros más hermosa; vosotros, que habéis sentido las angustias, las esperanzas y las decepciones de esas crisis nerviosas, cuyas horas no pueden contarse como parte de la vida; vosotros solos comprenderéis la febril excitación en que vivo yo, que he pasado los días más hermosos de mi existencia aguardando a una mujer que no llega nunca...

      ¿Dónde me ha dado esa cita misteriosa? No lo sé. Acaso en el cielo, en otra vida anterior a la que sólo me liga este confuso recuerdo.

     Pero yo la he esperado, y la espero aún, trémulo de emoción y de impaciencia. Mil mujeres pasan al lado mío: pasan unas altas y pálidas, otras morenas y ardientes; aquellas con un suspiro, estas con una carcajada alegre, y todas con promesas de ternura y melancolía infinitas, de placeres y de pasión sin límites. Este es el talle, aquellos son sus ojos y aquel el eco de su voz, semejante a una música. Pero mi alma, que es la que guarda de ella una remota memoria, se acerca a su alma... ¡y no la conoce...!

     Así pasan los años, y me encuentran y me dejan sentado al borde del camino de la vida... ¡siempre esperando...!

    Tal vez, viejo y a la orilla del sepulcro, veré con turbios ojos cruzar aquella mujer tan deseada, para morir como he vivido: ¡esperando y desesperado...!

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